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Lorena Codes
Miércoles, 3 de mayo 2017, 00:04
El caso de Hédi Saïm es el paradigma del ventajoso acercamiento de la infancia a la cultura de un modo reglado, sistematizado. En la casa familiar de Hédi en Clermont-Ferrand, en la región francesa de Auvernia, nunca existió una inclinación especial hacia la literatura, el cine o el arte. Su padre era más bien aficionado al deporte y su madre le inculcó la pasión por la naturaleza, pero el amor por la cultura germinó fuera del hogar, concretamente en la escuela. Clermont-Ferrand es sede de uno de los festivales de cortometrajes más importantes del mundo y desde los cinco años los escolares toman conciencia de la importancia del séptimo arte y participan activamente en ello. «Recuerdo que no tenía ni seis años cuando acudí con mi clase al festival y aunque éramos muy pequeños todo aquello nos fascinaba», relata Saïm, y explica que lo mismo ocurría con otras artes: «en el instituto, por ejemplo, por 20 euros al trimestre contábamos con un bono que nos permitía asistir a seis obras de teatro que podíamos elegir libremente».
Cuando le tocó escoger carrera se decantó por Historia del Arte. Poco antes de terminarla, se dio cuenta de que su ciudad se le había quedado pequeña, quería viajar. «Recuerdo que en el Festival de Cortometrajes había una sección internacional dedicada al cine español o argentino, no estoy seguro, y me gustó, quería conocer más», apunta. Así pues, solicitó una beca Erasmus para estudiar en Salamanca, aunque finalmente le concedieron la opción de Sevilla. Aterrizó en la capital hispalense dispuesto a buscar piso en el mes de agosto, sin hablar una palabra de español. Sonríe al rememorar aquellos días en los que, muy despacio, leía al teléfono un texto que había escrito específicamente para llamar a los anuncios de alquiler de pisos: «me agobiaba tanto al no entender lo que decían que les acababa colgando», afirma en un perfecto español con ligero acento galo.
Casi una década después el idioma no es lo único que ha asimilado. También las costumbres, la gastronomía y la cultura forman parte de un idilio que, confiesa, por ahora no tiene fin. El deje gaditano lo aprendió de los amigos de Jérez y Sanlúcar, de su etapa en Sevilla. Es curioso que haya acabado viviendo en una casa llamada Las bulerías. Un sencillo apartamento protagonizado por la poesía azul al otro lado del balcón, tras unas palmeras que más bien parecen un decorado de Miami Beach. La terraza es uno de los espacios estrella de la casa, lugar de reunión y mesa favorita para las cenas de verano, donde Hédi pone en práctica sus habilidades como cocinero, con ración de tortilla española incluida, por cierto.
El interior se articula en una especie de galería de aficiones sobre fondo blanco, que comienza por los cómics, avanza con las obras de arte que desfilan por sus paredes, estantería y pasillos, y termina por el cine. El que es desde hace varias ediciones el director del Festival de Cine Francés de Málaga, llegó a la ciudad para un trabajo de cuatro meses en la Alianza Francesa y lleva más de cinco años en la ciudad. Antes trabajó en Madrid, en la embajada francesa, realizando una de las prácticas del Máster de Gestión Cultural que realizó en París y que le acercó por primera vez al mundo de las exposiciones al producir las muestras temporales de la Cité de lArchitecture et du Patrimoine. «Es de los trabajos con los que más cómodos me he sentido, el mundo de las exposiciones me encanta», dice.
Entre las reliquias que decoran su residencia figura, precisamente, el cartel de la muestra de fotografía del senegalés Omar Victor Diop, que inauguró la galería del nuevo edificio de la Alianza Francesa de Málaga. También algunas piezas de la serie Más Morena de Javier Hirschfeld o una de las piezas de Will Work for Fast Food de Eugenio Merino con Los Interventores.
Su colección de libros de cómics y ediciones especiales acapara la librería, donde también guarda títulos cinematográficos. La estantería virtual de películas es extensa y ecléctica, y refleja una desmesurada pasión por su trabajo. Una nómina de imprescindibles que incluye títulos de los hermanos Dardenne, de François Ozon, de Xavier Dolan, clásicos como Las reglas del juego, de Jean Renoir, o Les vacances de Monsieur Hulot, de Jacques Tati, y títulos que han marcado a toda una generación como La huine.
En unos días viaja a Cannes para empaparse de todo lo nuevo y seguir construyendo un festival que gana peso en la ciudad, especialmente desde la puesta en marcha de iniciativas para involucrar a los más jóvenes (más de 8.000 escolares de toda Andalucía participaron en la última edición) y la firma de convenios con otros certámenes internacionales. «La nueva dirección de la Alianza Francesa nos ha permitido apostar por hacer crecer el evento», destaca Hédi, entusiasmado con la programación de la siguiente edición. A la pregunta de si echa de menos algo de su Francia natal o si ha pensado en volver, Saïm lo tiene claro. «no pienso en regresar, echo de menos a mi familia pero los tengo presentes de algún modo, de hecho el gastro bar que abrí con dos socios lleva el nombre de mi abuela, Madame Suzanne». «En Málaga tengo amor y unos amigos tremendos ¡así que de aquí no me muevo!», concluye.
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