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Lorena Codes
Domingo, 5 de junio 2016, 23:58
Justo un siglo después de su inauguración como Casa de Misericordia (1912), el edificio aledaño a la actual Diputación de Málaga retomó su actividad como espacio de acogida en 2013, pero esta vez en un tono muy distinto. Por suerte, aunque el contexto económico de ambas fechas se sitúe en coordenadas de inestabilidad, la Málaga de ahora poco tiene que ver con aquella ciudad de principios del siglo XX que agonizaba por los golpes de la filoxera y la decadencia de la industria textil y siderúrgica. El arte y la cultura son ahora los ejes del conjunto arquitectónico que inició el arquitecto José Novillo y culminó Fernando Guerrero Strachan. Viejas infraestructuras para renovadas ambiciones. El centro de creación y producción cultural contemporánea La Térmica, inaugurado en 2012, pone en marcha proyectos de residencia, pero esta vez para jóvenes artistas.
Antes de su apertura oficial en 1912 y aún en construcción, la Casa de Misericordia se ofreció como Hospital de Sangre para dar asilo a los heridos de la Guerra de Melilla. Hasta su conversión en Centro Cívico en 1988, sus eternos pasillos fueron lo más parecido a un hogar para cientos de niños huérfanos, demasiados hijos de la miseria en la Guerra Civil y la postguerra. Justamente en la sala de actividades de la planta superior se exponen, como en un eco siniestro de la memoria, las fotografías de los asilados durante la primera etapa franquista, cuando el espacio se llamó Hogar Nuestra Señora de la Victoria. Colocados con el orden de una colmena, los pequeños exhiben miradas en blanco y negro y cuesta encontrar la inocencia de la sonrisa infantil. Deborah Elías y Candela Olarte bromean sobre lo tétrico del asunto, es decir, encontrarse cada noche con estas fotografías en un escenario que curiosamente está destinado al ocio. Juntas forman el colectivo La Conjunción Y, cuyo proyecto es uno de los seis seleccionados en la actual edición de La Térmica Creadores. Son las dos del mediodía y los jóvenes hacen un alto en el trabajo para ir a almorzar.
Algunos llevan ya varias horas seguidas encerrados en sus estudios, ultimando los detalles de la exposición colectiva que pondrá fin a una estancia de cuatro meses en la que no sólo han compartido los espacios residenciales y de creación artística, sino una experiencia enriquecedora e intensa.
A las 08.30 abre el comedor. La primera en bajar a desayunar es Ana Barriga, una jerezana de mirada aguda y sonrisa menuda que comenzó estudiando disciplinas relacionadas con lo artesanal en escuelas de arte hasta que se decidió a entrar en Bellas Artes y descubrió en la pintura un lenguaje a medida. En su trabajo actual Barriga reflexiona sobre el valor de lo ornamental a través de una revisión del bodegón tradicional. El afán del hombre por poseer objetos de valor y mostrarlos se cuestiona con artículos de desecho convertidos en objetos preciados a través de lo artístico. Acabada la obra, Ana realiza una especie de acto de vandalismo sobre la misma, se ríe del acto propio de creación.
Regreso a España
Pared con pared se sitúa el espacio de Gala Knoor, ue volvió a España en febrero después de una larga temporada en Londres, donde además de realizar un máster en la Saint Martins trabajó para el Museo Británico. Allí recaló tras estudiar en la Parsons de París. Su falta de acento concreto y su físico europeo la sitúan en cualquier parte del continente, algo que esta vitoriana quiso combatir con la vuelta a su país. De hecho, el trabajo en el que está inmersa tiene mucho que ver con Málaga. Gala ha seleccionado a medio centenar de malagueños y ha seguido sus pasos a través de la aplicación Snapchat. Historias que dejan de ser efímeras cuando pasan por su lienzo, que pone el foco sobre una Málaga vitalista y tropical.
Los que se rinden al hechizo de la noche para pintar en el exterior se van incorporando a medida que avanza la mañana a la sala Cañete la Real, donde se ubican los seis habitáculos individuales. Jean Philippe Illnes y Efrén Calderón, otros dos talentos emergentes, están ultimando intervenciones en el edificio que alberga el parque móvil de la Diputación de Málaga. Por la mañana cada uno regresa a su estudio y sigue con su proyecto. Al primero, que venía de trabajar a las afueras del Norte de París, le interesan lo que él llama las zonas del Porvenir, espacios abandonados donde proliferan los desperdicios. Él los escucha, los fotografía y se pregunta si ésta será, de algún modo, la huella de nuestra generación, nuestros vestigios. Su reflexión tiene mucho que ver con la arquitectura, con la herencia de hormigón que queda en la Málaga del post boom inmobiliario. Sobre la utilidad que le damos al material, también sobre los desechos y su impacto en lo urbano gira el trabajo del joven malagueño Efrén Calderón, que acababa de terminar Bellas Artes cuando se presentó a la beca. Sus intervenciones en espacios urabanos abandonados son un grito contra lo pasivo.
A la hora del almuerzo casi todos son más puntuales. Son las 14.30 horas y en el comedor les mima Rafael, el cocinero que incluso ha adaptado el menú para los veganos. «Lo adoramos, nos trata genial», destaca Deborah. Es la hora de relajarse alrededor de una mesa regada de propuestas gastronómicas, muy diferentes a las de las fotos de los niños de la posguerra que los miran de reojo en la sala de ocio. Esta zona que se ha reformado por completo para albergar el proyecto. En este espacio suelen compartir cine Jean Philippe y Mamen Morillas, la quinta de las artistas de este Creadores 2016. Malagueña también, inició su carrera como ilustradora. Once años en Barcelona y después París y Londres para volver a Málaga con un nuevo discurso más personal y asentado. De la ilustración digital pasó al lápiz y después al modelado, los personajes de su universo se hicieron tridimensionales Para la exposición presenta un trabajo muy personal: un bordado en una sábana que representa el mapa del córtex cerebral .El infarto que dejó a su madre sin memoria le sirve de base para bucear en el misterio de la naturaleza.
Precisamente sobre lo científico de las emociones y, en especial, las que tienen que ver con la experiencia del espectador de arte trabajan Deborah Elías y Candela Olarte, de La Conjunción Y. La primera es experta en teatro y literatura comparada y Candela se involucró con la Escuela de Música Creativa de Madrid. Ambas fusionaron sus intereses en este colectivo que une arte, neurociencia y conciencia ecológica. Un proyecto transdisciplinar y didáctico que se basa en el arte de acción, es decir, pretende generar un cambio. Si lo consigue o no, se verá el próximo día 10 en la colectiva y las jornadas que ponen fin a cuatro meses de residencia artística.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Encarni Hinojosa | Málaga
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