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Además de ser una de las actrices sensación del momento, es malagueña y lo lleva incrustado en la piel, como ese salitre del que parece ... imposible desprenderse. Risueña, espontánea, divertida, alegre y muy muy festiva, Daniela Santiago (1982) enamora al hablar sin tapujos ni tabúes de su infancia, citas traumáticas y rechazos laborales en sus primeros años como maquilladora y peluquera. En la charla con SUR, las risas son el plato principal de una entrevista algo atípica, pero que nos desvela una Daniela realmente encantadora a la que nos llevaríamos a una isla desierta.
–Ha revolucionado la interpretación en España, ¿cómo se digiere eso?
–Me ha pillado en una edad más madura, créeme que lo estoy digiriendo de una manera súper sana y bonita, disfrutando cada momento y llenándome de los bonitos. Yo sé que si esto me pasa con 22 o 25 años la lío parda, pero con 39 me pilla en una madurez, aunque lo disfruto mucho porque es algo que siempre quise.
–Entre gazpachuelo o porra antequerana, ¿qué almorzaría hoy?
–Gazpachuelo, con sus gambitas, el completo (risas).
–¿Cómo recuerda su infancia en Málaga?
–Muy feliz, siempre tuve momentos y episodios de sombras, porque los niños cuando estás en el colegio y sobre todo en tu proceso de cambio... Pero por lo general muy bonita, feliz, en la playa, oliendo a espetitos quemados, en las moragas con mi familia, jugando con mi hermano en nuestra urbanización.
–¿Hay algún momento de su pasado que borraría si pudiera?
–Créeme que no, no borraría nada, absolutamente nada de lo que me ha pasado. Creo que gracias a eso soy la Daniela que soy.
–¿Piensa a menudo en lo fugaz que es la vida?
–No, para nada, vivo mi vida muy tranquilamente. Obviamente soy una tía muy impulsiva y me encanta hacer cosas y disfrutar de todo, pero con tranquilidad, porque te puede pasar algo en cualquier segundo y no se puede estar con ansias. Las cosas con tranquilidad se disfrutan el doble.
–¿Le gusta el karaoke?
–(risas) Me parece divertido.
–¿Qué prefiere hacer en su tiempo libre?
–Me encanta salir con mi familia; irme con mi padre y con mi madre a la piscina. Me encanta ir con Nala, mi perrita, al paseo marítimo, a la Malagueta, disfrutar de las pequeñas cosas que tenemos los andaluces que son grandiosas.
–¿Cuál es la virtud que valora más en una persona?
–Valoro muchísimo la sinceridad, la gente buena, la gente que no tiene maldad.
–Se le ve muy segura de sí misma, ¿cree en usted o duda a menudo?
–Tengo mucha seguridad en mí misma, aunque también he de decir que he sido muy insegura. Pienso que es a raíz de la serie y salir del armario, porque Daniela era muy anónima y no predicaba que había hecho un cambio ni nada. Ahí si era insegura, estaba con el miedo constante de «me lo van a notar», «no me lo van a notar», «me van a discriminar cuando sepan que soy una chica algo diferente...», en el sentido de que he tenido que cambiar mi cuerpo. No sé, ese tipo de miedos e inseguridades, pero después de salir en 'La Veneno' y convertirme en un referente y poder ayudar he ido adquiriendo una seguridad en mí misma que hoy valoro mucho. Me encanta la Daniela en la que me he convertido.
–¿Hay algo que la ponga muy nerviosa?
–¿Cómo qué?
–Por ejemplo, que alguien mastique con la boca abierta.
–(risas) A mí me pone muy nerviosa la gente que tiene tics. Que hace cosas raras, o mira todo el rato con el mismo sitio, o está todo el rato chocándose las piernas... Eso me pone de los nervios.
–¿Qué le diría a aquellas personas que la rechazaron en algún momento de su vida? Laboralmente, por ejemplo.
–Que se perdieron una trabajadora nata, una persona maravillosa que hubiese entregado su corazón por el trabajo y el compañerismo, y que ellos se lo han perdido por tener tabúes y no estar abiertos a la diversidad.
–¿La han rechazado alguna vez por ser mujer trans?
–Sí, cuando era más jovencita que no tenía los títulos de maquilladora y peluquera, que era a lo que me dedicaba. Iba a los sitios y por el hecho de ser una chica trans no me cogían o sentía ese «ya te llamaremos», pero nunca llamaron. He sentido eso laboralmente hace muchos años, hoy por hoy las cosas están cambiando tantísimo y estamos cambiando la mentalidad de las personas y seguramente hoy ese problema no lo tendría, pero te hablo del pasado y sí.
–¿Alguna manía oculta inconfesable que hoy pueda confesar?
–(risas) Si fuesen inconfesables no las confesaría nunca. Soy un poco maniática en el sentido de la organización, me gusta tener siempre mi casa muy perfecta y al detalle. Me pone de los nervios si alguien me cambia algo de sitio en casa.
–¿Le daría algún consejo de su yo de hace 20 años?
–No le podría dar un consejo... A mi yo de 20 años le daría las gracias por haberme hecho como soy.
–¿Cuál ha sido la cita más horrible que ha tenido?
–¡Uh! Una de las citas más horribles que tuve fue una en la que me sentí muy patética. De estas situaciones que quedas con alguien, pero sólo os habéis visto por fotos, llegas al sitio y la persona es completamente diferente a lo que pensabas y te sientes incómoda y no sabes por dónde irte. También me pasó otra que organicé una cena en casa, preparé un pescado al horno, la mesa monísima, compré un vino... Todo de escándalo. Llega el tío y empezamos a hablar y yo estaba ya deseando que saliera por la puerta. Esa han sido mis dos citas traumáticas, una en mi propia casa (risas). Yo pensaba: «hay que ver, el pescado me lo comería yo tan tranquilamente sola».
–¿Hay algo que todo el mundo piense de usted y no sea verdad?
–Que mi apariencia es de una tía muy dura y que cuando me conocen ven que soy muy niña, se quedan sorprendidos con eso.
–¿Qué es lo más loco que ha hecho por amor? Como por ejemplo, irse a otra ciudad.
–Me fui, me fui (risas). A Tenerife, con el amor de mi vida, una locura. Aunque luego salió fatal.
–¿Tacones o deportivas?
–A mí me gusta mucho un tacón, cariño. Dame un tacón que yo me lo encasqueto hasta en la playa (risas). Estiliza mucho, pienso que una mujer con tacones es una mujer que se empodera.
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