antonio corbillón
Miércoles, 19 de octubre 2016, 00:06
Si ella no se apellidara Punset ¿habría sido la líder de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana?», se pregunta el profesor de Políticas y Sociología de la Universidad San Pablo CEU, Juan Carlos Jiménez, después de conocer el portazo que la eurodiputada Carolina Punset ha dado a la Ejecutiva de Albert Rivera. La hija del divulgador científico Eduardo Punset (quien también fue eurodiputado por el CDS en su día) se salió de la corrección que tanto obsesiona a su líder Rivera al llamar «trozo de tela» a la bandera valenciana. Carolina va camino de ser el último juguete averiado de esos apellidos de relumbrón que llegan a la actividad pública por su éxito en otras facetas. En su caso una sólida carrera en cooperación para el desarrollo y el ecologismo.
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El esfuerzo de los partidos políticos españoles por jibarizar lo que los analistas llaman valor mediático para transformarlo en votos viene de más atrás.
Quien mejor representa la compleja pirueta éxito profesional-carrera política es el exjuez Baltasar Garzón. Fue fichado por Felipe González como número 2 por Madrid y presentado como el garante de que el partido estaba limpio de corrupción y de las tramas criminales del GAL. Quién mejor que el juez más famoso para certificarlo. Aquella de 1993 fue la última y pírrica victoria electoral de González. Garzón no aguantó ni un año tras verse relegado a diputado raso y a solo delegado del Plan Nacional de Lucha contra la Droga. «Me ningunearon y me dieron un cargo figurativo», se justificó.
En el otro gran partido del bipartidismo español, el que fuera presidente de Ibercaja y Endesa, Manuel Pizarro, se afilió al PP en 2008 con las firmas y el aval de Rajoy y Aznar. Elegido diputado aquel año, la derrota ante Zapatero le dejó sin responsabilidades de relevancia. Dimitió en 2010.
«Los partidos tradicionales españoles están muy articulados y tienen tejido propio. Eso hace muy difícil el encaje», opina la profesora de Ciencias Políticas de la UNED, Irene Delgado. «Generan negatividad. Le quitan el sitio a otro que a lo mejor lleva ocho años pegando carteles», completa su colega Jiménez. De esta forma, estos novatos sufren la gran paradoja de un país en el que se reclama de forma constante caras nuevas, aire fresco y listas abiertas. Mientras, ser político de toda la vida levanta sospechas y dudas. Pero, ¿cuál es el tirón mediático real de estos fichajes?«Irrelevante. En España se votan siglas, todo es más ideológico que por los carteles. El núcleo del votante es indiferente a todo esto», insiste Juan Carlos Jiménez.
De todo un poco
Nuestros partidos están abonados a estos intentos de acertar lanzando la caña al éxito social. El deporte y su tirón ha sido uno de los bancos de pesca más apetecibles. Campeones de atletismo (Manuel Martínez peso, Marta Domínguez, Mayte Martínez, Abel Antón, Jesús García Bragado, Ruth Beitia...), todos ellos han figurado en las listas, siempre del PP, en ayuntamientos, autonomías o el Senado, en general con escasa continuidad. Hasta Pep Guardiola fue de relleno en la lista de Junts Pel Sí en las últimas autonómicas.
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Incluso en la mejor tradición futbolera, se han intentado trasvases de nombres tras fracasar en casa rival. El actor Toni Cantó ha encontrado acomodo parlamentario en Ciudadanos después de la caída en la irrelevancia de UPyD. No ha tenido la misma suerte Irene Lozano, gran fichaje del exsecretario del PSOE, Pedro Sánchez junto a la comandante militar Zaida Cantera, que saltó a los medios tras denunciar a sus mandos por acoso sexual. Recibidas con recelo y sin apoyos dentro de la sala de máquinas socialista, Lozano solo aguantó la minilegislatura anterior. Cantera, de la que Sánchez prometió «grandes aportaciones a la democracia», ha logrado revalidar su escaño, pero con mínima visibilidad. «Es el típico rechazo del aparato al empeño del líder de empujar las sillas a repartir», ironiza el profesor Jiménez.
Son los nuevos partidos «faltos de cuadros y con menos profesionalización», recuerda Irene Delgado, los que reaccionan a su creciente peso con lo que la experta llama «listas de aluvión». Podemos, necesitado de «credibilidad moral», la la buscado también en el Ejército y la judicatura. José Julio Rodríguez, ex número uno de la cúpula militar, fue el mayor bombazo de las listas de Pablo Iglesias. Al poco de llegar, amagó con marcharse y le colocaron de cabeza de lista por Almería el 20-J del 2015. Al que muchos auguraban ya el puesto de ministro de Defensa, no renovó sillón en la contienda de diciembre. El mismo recorrido que la jueza Victoria Rosell, sometida a un oscuro proceso por prevaricación que le llevó a renunciar a la política y volver a su juzgado canario en puertas de las últimas elecciones.
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La apuesta por esta puerta giratoria de caras populares con tan escasos resultados globales continuará «mientras los partidos se vean a sí mismos acomplejados, faltos de altura moral y desconectados de la sociedad», insiste Jiménez. Si algún día hay listas abiertas, este proceso será más habitual, pero ¿mejoraría la política? «Creo que no», sentencia el profesor.
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