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CARLOS BENITO
Domingo, 31 de julio 2016, 01:13
Qué le vamos a hacer. Tendría cierta grandeza que la banda sonora de las vacaciones de nuestra vida, esa música que hace que salga el sol en nuestra memoria, fuese algo así como el 'Verano' de Vivaldi, o el exquisito 'Summertime' en versión de Miles Davis, o algún himno de cielos despejados y pieles tostadas de los Beach Boys. Pero no. Lo que han archivado con mimo nuestras neuronas son cosas como «mami, yo me acuesto tranquila, me tapo de cabeza y el negro me destapa» o «las chicas en verano no guisan ni cocinan, se ponen como locas si prueban mi sardina» o «qué ricos los chorizos parrilleros, qué ricas las salchichas a la brasa, qué buenas las chuletas de cordero, qué bueno es este vino de garrafa». A Proust le sirvió una magdalena remojada en té como puerta secreta hacia la evocación, pero es que él era un tipo refinado y delicadamente francés: los españoles nos lanzamos por los vericuetos del recuerdo, en bulliciosa conga y vaso en mano, mientras voceamos a coro los grandes éxitos de Georgie Dann.
Como consuelo, podemos reparar en un dato que no se menciona lo suficiente: Georgie Dann, el monarca absoluto de nuestros veranos, sería perfectamente capaz de tocar 'Las cuatro estaciones', el 'Good Vibrations' o cualquier otro reto que le planteasen, porque es un instrumentista formado en el conservatorio, hijo de un trompetista clásico que soñaba con convertirlo en su sucesor. Al pequeño Georgie le gustaba más nadar, incluso llegó a ganar unos cuantos trofeos en estilo mariposa, pero acabó dominando el clarinete, el saxo y el acordeón, y puso así la primera piedra de una carrera que habría de llevarle hasta 'Mecagüentó' o 'El amor hay que hacerlo a la mañana', por citar dos de sus temas del siglo XXI. El proceso tiene algo de fascinante y hace pensar en una llamada insistente del destino, que es bastante cabezota. Primero, Georgie Dann se dedicó a empaparse de jazz en los clubes parisinos. Después, encontró trabajo como maestro de primaria, su oficio, pero acabó formando un conjunto de tono jocoso con tres de sus alumnos. A principios de los 60, editó sus primeros sencillos, en plan roquero yeyé con letras en francés. Y, finalmente, emprendió una gira por América en la que se enamoró sin remedio de la «música caliente».
Algo ahí hizo clic, y el resultado es que más o menos la mitad de los españoles no han conocido un mundo sin los estribillos gozones y desinhibidos de Georgie Dann. Todavía en los años 60, arrasó con la versión española del 'Casatschok', esa anómala canción del verano que habla del crudo invierno ruso. En los 70 causó sensación con 'El bimbó' y su bailecito. En los 80 ametralló con bombazos como 'Carnaval, carnaval', 'El africano', 'Macumba', 'El negro no puede' o 'El chiringuito'. Y en los 90 llegó 'La barbacoa', un implacable desafío a la voluntad: a ver quién es el guapo que escucha el título y no se arranca como un morlaco a canturrear lo de la 'barbecue'. Durante mucho tiempo dio la impresión de que el verano no podía existir sin Georgie Dann, que recorría pueblos y ciudades envuelto en bailarinas, pero esa dependencia misteriosa tenía una contrapartida: tampoco Georgie Dann parecía existir fuera del verano, como si sus canciones surgiesen de una larga hibernación, dedicada a añorar el agosto pasado y planear el que viene. Al fin y al cabo, ya ha dicho alguna vez que cada composición le supone seis meses de trabajo.
Cuerpo de verbena
Al artista también le gusta aclarar que sus letras no tienen doble sentido, que la sardina es un pez y el negro realmente no puede dormir, y suele destacar siempre la radical proximidad de su poética a la vida real. ¿'El chiringuito'? Viene de un día que, en Málaga, buscaba un bar playero para comer con otras trece personas y se enteró de que habían prohibido los espetos. ¿'La barbacoa'? De una vez que se pusieron a asar carne al final de un reportaje y las musas acudieron en tromba al olor del choricillo. Sus canciones quizá no sean la música sinfónica que le tenía reservada su padre, pero han servido para poner cuerpo de verbena a varias generaciones y cuentan con decididos defensores: hace unos años, La Banda del Capitán Canalla lanzó 'Que vuelva ya Georgie Dann'.
«A mí me parece un crack -elogia el popular Toño Sanchís, líder del grupo-. Dio con la tecla de la canción del verano y gustó mucho, que es para lo que se hacen canciones. Si pudo explotar el estilo tantos años, será porque hay un buen trabajo detrás. ¿Facilón? ¡A los que dicen eso no se les ocurrió!». Eso sí, seguro que ni siquiera el propio Dann pensó jamás que sus canciones, de las que está desterrada toda sombra de gravedad y melancolía, pudiesen servir algún día como estímulo para la nostalgia por el tiempo perdido: «A mí me hace mucha gracia 'El chiringuito' -escoge Sanchís-, me trae muy buenos recuerdos de mis vacaciones de la infancia, con mi familia en la playa».
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