Un príncipe de otra pasta

Manuel Filiberto de Saboya, heredero del trono italiano, ha puesto en marcha un 'food truck' para vender comida italiana en California. Antes vendió camisetas, cantó en San Remo y hasta se presentó a las elecciones

GUILLERMO ELEJABEITIA

Martes, 26 de julio 2016, 00:07

Podía haber llevado una vida decadente, paseando sus fútiles derechos al trono de Italia por bodas, bautizos y comuniones de royals o por las páginas de las revistas del corazón. Pero no parece que el 'último principe italiano', como le gusta llamarse a Manuel Filiberto de Saboya, sea un hombre de los que se acomodan en el pasado y ven desfilar la vida ante sus ojos. En sus 44 años de existencia ha hecho de todo: ha bailado en televisión, ha cantado en el festival de San Remo, ha diseñado camisetas y, en el país de la política espectáculo, hasta se ha presentado a las elecciones. Ninguna de las actividades parece propia de un príncipe y mucho menos su última ocurrencia. El heredero de la Casa de Saboya se dedica ahora a recorrer California a bordo de una furgoneta en la que vende comida italiana.

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El Príncipe de Venecia y del Piamonte es nieto del último monarca de Italia, Humberto II, apodado el Rey de Mayo porque lo fue solo durante 33 días en 1946. El trono es para él un viejo recuerdo familiar que tiene poco interés en desempolvar. «Yo siempre supe que no reinaría», admite. «Podía haberme quedado en mi casa mirando por la ventana y pensando en los viejos tiempos de la monarquía. O podía seguir adelante. Elegí lo segundo». Y lo cierto es que el camino le está deparando a cambio una biografía atípica y cuanto menos, entretenida.

Nacido en 1972 en Suiza, hasta los treinta años no pisó suelo italiano. La Constitución de la república transalpina prohibía la entrada al país a todos los varones Saboya, condenados al exilio por la ambigüedad de Victor Manuel III con el fascismo. Cuando en 2002 la ley cambió, se dio cuenta de que «en Italia no era fácil llevar mi apellido, la historia la escriben los vencedores y mi familia había quedado en el bando de los perdedores». Un año después se casaba con la actriz francesa Clotilde Coureau en la basílica de Santa María de los Ángeles de Roma, pero la realeza europea le dio la espalda. De las testas coronadas del continente, solo Alberto de Mónaco acompañó a la pareja en el enlace. Pero no piensen que fue algo discreto o desangelado. Al banquete asistieron 1.360 invitados.

En 2008 probó suerte en política y se presentó a las elecciones generales con su propio partido, 'Valores y futuro'. Su escasa popularidad y el hecho de que su padre hubiera reclamado poco antes una indemnización de 260 millones de euros al gobierno italiano por los «daños morales» sufridos a raíz del exilio, no le granjearon muchos votos. Años después reconocería que su paso por las urnas fue una «cura de humildad».

Animal televisivo

A partir de entonces, Filiberto decidió que «la mejor forma de acercarse a los italianos era a través de los medios de comunicación». El príncipe se convirtió en un animal televisivo sin complejos que conseguía cautivar a la audiencia. En la versión italiana de '¡Mira quién baila!' se coronó como rey de la pista nada menos que con el 75% de los votos. Le cogió el gusto a la competición y en los años siguientes participó en 'La isla de los famosos' y 'Pekín Express'. Llegó a probar suerte en el Festival de San Remo con una balada de tintes políticos titulada 'Italia amore mio'. La canción era un despropósito y fue eliminada por el jurado, pero el voto del público la rescató y quedó segundo.

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El principe tenía tirón. Cuando a los pocos meses le propusieron presentar la gala de Miss Italia, no lo dudó. Incluso llegó a presentar su propio programa, 'El principiante', en el que trabajaba como aprendiz en los oficios más diversos. Sacó incluso su propia marca de camisetas, 'Prince Tee'. Después de una década convertido en una cara habitual de la cadena pública Rai 1, y tras quedar finalista en otro 'reality' -esta vez de patinaje sobre hielo-, en marzo de 2015 anunció que dejaba la tele. «No lamento nada de lo que he hecho, pero el circo mediático ya no es para mí. Quiero participar en más actividades relacionadas con la dinastía, para que cuando no esté papá yo pueda continuar», explicó.

No sabemos que pensarán sus padres, el iracundo Victor Manuel y la hierática Marina Doria, al verle estos días subido a una furgoneta y despachando platos de pasta y raciones de lasagna por las calles de Los Ángeles. El heredero de los Saboya va en serio y se propone ser «una marca de referencia en el sector del 'fast food' gourmet». En la carta ofrece fetuccine con gambas o almejas con trufa por unos 15 dólares. Fascinados por todo lo que huela a realeza europea, los medios de comunicación americanos ya han comenzado a hacerle la corte. Filiberto no olvida sus orígenes. Ha bautizado el 'foodtruck' como 'Príncipe de Venecia', el título que le otorgó su abuelo pero que la República italiana sigue sin reconocer.

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