El magnate Kamprad usa siempre ropa de segunda mano.

La muy rácana república de Ikea

El dueño de Ia firma sueca posee 64.000 millones, pero viste ropa de segunda mano y se corta el pelo en el Tercer Mundo por ahorrar

julián méndez

Jueves, 10 de marzo 2016, 23:56

La frontera entre austeridad y mezquindad suele ser una línea muy difusa. Elijan ustedes mismos el calificativo que prefieran después de escuchar la historia de Ingvar Kamprad (cumplirá 90 años el día 30 de marzo), el multimillonario creador de Ikea cuya fortuna se estima en 64.000 millones, cifra que en 2006 le situaba como el cuarto hombre más rico del mundo.

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Es lugar común la creencia de que quienes más tienen son los que menos gastan. Pero lo del señor Kamprad se pasa de castaño oscuro. Desde que un día le cobraron 22 euros en Holanda por cortarse el pelo, el patrón de Ikea planea sus rapados con la minuciosidad de un estratega y emplea un mapa del mundo para escoger peluquero. «Por regla general me corto el pelo cuando estoy en un país en desarrollo. La última vez fue en Vietnam», asegura el fundador de Ikea en un documental sobre su vida realizado por el canal sueco TV4. En sus desplazamientos aéreos huye de la clase business y se embarca siempre en turista.

Desde la muerte de su esposa en 2011, Ingvar Kamprad cambió su casa de Lausana (Suiza) por Smäland, localidad cercana a Älmlut, donde se mantiene la sede de la empresa que fundó en 1943 y que hoy emplea a la mitad de los 8.000 habitantes del pueblo.

Kamprad es cliente del supermercado del pueblo donde también aplica su particular sentido de la austeridad. En el estante de los productos lácteos, el millonario examina la fecha de caducidad de todos y cada uno de los productos. Siempre escoge aquellos a punto de caducar. «Le parece intolerable tirar los alimentos y las cosas que todavía pueden usarse», declara en el documental un trabajor del súper. Kamprad usó (hasta que le prohibieron conducir por las heladas carreteras suecas) su robusto Volvo 240 matriculado en 1993, lo más parecido a una tanqueta.

El magnate ha transmitido esta filosofía de la frugalidad a sus empleados durante toda su vida. Y predicando con el ejemplo. Kamprad reconoce que siempre compra ropa de segunda mano y usa el transporte público. Hasta el punto de que en una ocasión le negaron la entrada a la entrega de un premio porque los anfitriones le vieron bajarse de un autobús. Su proverbial sobriedad llega al punto de aprovechar los blocs de notas siempre por las dos caras y hay quienes le han visto llevándose los sobrecitos con sal y pimienta de los restaurantes. No está comprobado que use sus visitas al baño para surtirse de material en buen uso. Kamprad es el autor del código de conducta de Ikea (la Biblia, lo llaman) donde considera que «malgastar recursos es un pecado mortal» y «uno de los mayores males de la Humanidad». «No creo que sea tacañería. Se trata de tomar conciencia del coste de las cosas. Somos gente generosa, pero no queremos pagar más de lo necesario», sostiene Marcus Engman, Director Global de Diseño en Ikea.

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¿Rácano? ¿Frugal? Saquen sus propias conclusiones. Ah, y si por casualidad al montar un mueble de Ikea les sobra algún tornillo, no lo tiren, el señor Kamprad podría hacer algo con él. Seguro.

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