El bodorrio de los 28 millones

Hay bodas en las que el dicho de tirar la casa por la ventana se queda corto. A menos que la casa sea un palacete a orillas del italiano lago de Como o un pisazo en el neoyorquino Central Park. En China, un país cuya renta per cápita es de 11.300 euros (en España es de casi 30.000), siguen anonadados con la boda de su Kim Kardashian particular. Se trata de la actriz y modelo Angelababy, cuyo nombre real en mandarín es Yang Ying. En la versión china de Twitter tiene 67 millones de seguidores, pero es que, además, es una de las personas más ricas del país con solo 26 años.

La joven se casó en mayo con su prometido, el también actor Huang Xiaoming, de 37, aunque no fue hasta el pasado 8 de octubre cuando celebraron el bodorrio como se merece, con retransmisión en directo por internet y todo el pastel. El escenario elegido fue una de las salas del Centro de Exhibiciones de Shanghai, cuyo techo abovedado se cubrió de rosas blancas. Las nupcias ya han recibido el título oficial de boda del año, sobre todo, después de que esta semana trascendieran los datos económicos. La pareja se ha gastado 28 millones de euros en los fastos. El vestido y el anillo de la novia, que se sometió a un examen hace poco para demostrar públicamente que nunca se ha operado de nada, dilapidaron un buen pellizco.

Un vestido exclusivo de Dior

El primero es obra de la casa Dior y fue hecho a medida y en exclusiva. Los modistas tardaron cinco meses en tenerlo listo. Estaba cubierto por docenas de flores de encaje de chantilly cosidas a mano y tenía una cola de tres metros. ¿Su valor? Incalculable. La alianza fue cosa de la firma Chaumet y está trabajada con diamantes. La prensa británica estima que vale un millón de euros ella solita.

A la ceremonia asistieron 2.000 invitados que, por supuesto, se quedaron al pantagruélico convite, que acabó con la tradicional y en este caso monumental tarta: medía más de tres metros de alto y tenía forma de carrusel. Los pasteleros tardaron cuatro semanas en terminarla. A modo de recuerdo del enlace, la pareja regaló teléfonos móviles a cada uno de los comensales. Eso sí, de las habituales peladillas, ni rastro.