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Amelia Bono, de 33 años, tiene un gran parecido con su padre, José Bono.
Amelia, la hija diplomática de Bono

Amelia, la hija diplomática de Bono

Amelia, la primogénita del exministro, no opina sobre el libro de su madre. «El divorcio ya está superado», afirma. De su suegro, Raphael, que la llama Amelie, dice que es «maravilloso con mayúsculas»

ARANTZA FURUNDARENA

Lunes, 29 de junio 2015, 18:23

¿Pedro Sánchez o Albert Rivera? Ni el uno ni el otro. Amelia Bono no se pronuncia sobre política. Ni sobre religión. Ni sobre nada que pueda comprometerla... La gente le dice que de cara es idéntica a su padre. Y ella afirma que todavía se parece más a él en su manera de ser. Pero cuesta creerla. Los desahogos verbales de José Bono, que a menudo ha tenido que suavizar para evitar la polémica, poco tienen que ver con el contenido y cauteloso discurso de Amelia. La primogénita del expresidente del Congreso y de la empresaria joyera Ana Rodríguez Mosquera estudió Magisterio pero podría haber hecho carrera en la diplomacia. El martes pasado acudió a la fiesta organizada por el famoso perfume de la amapola Flower by Kenzo para celebrar la llegada del verano y sus quince años de existencia... Justo un día antes de que su madre presentara oficialmente un libro que ya ha dado mucho que hablar: El club de las perfectas divorciadas. En él, Rodríguez confiesa haber sufrido con la separación. Cinco años después su hija afirma que «aquello ya está superado».

Con un padre que ha contado sus memorias en tres tomos y una madre que parece dispuesta a hacer lo mismo, Amelia Bono ha optado por militar en la discreción extrema. «Mi padre nunca ha revelado nada personal se consuela, solo memorias políticas. Y mi madre... Bueno, prefiero que sea ella la que hable de su libro. Yo les apoyo a los dos y solo deseo que les vaya muy bien». Lo cierto es que les va estupendamente. Bono ha recaudado una fortuna con sus memorias y su exmujer triunfa como empresaria hasta el punto de haber abierto ya seis franquicias de la firma Tous; sin contar el extenso patrimonio familiar que hace un lustro (cuando fue analizado con lupa por la prensa) consistía en doce propiedades inmobiliarias y una hípica valoradas en casi seis millones de euros.

«Soy una privilegiada», ha reconocido alguna vez Amelia. A sus 33 años tiene tres hijos varones, Jorge, Manuel y Gonzalo, de seis, cinco y un año y medio, y puede presumir de pertenecer al selecto club «no sé si de las perfectas, pero sí de las felizmente casadas». Su marido, Manuel Martos, que en alguna ocasión ha declarado en broma «No sé hacer niñas», es músico pop, ha tenido bandas como Mota e Hijos de la Gran Bretaña... Y no es hijo de la Gran Bretaña sino del gran Raphael y Natalia Figueroa. Su mujer asegura que estar casada con un músico «no es complicado siempre que al llegar a casa uno deje fuera los asuntos del trabajo. Ahora además puntualiza él está sobre todo detrás del escenario».

«Fui una buena niña»

Una publicación se atrevió a catalogar a Amelia y a su famosa familia de paradigma del aburrimiento y ella defendió al clan con uñas y dientes en las redes sociales. Porque si a su padre lo venera a Raphael lo adora. Parafraseando a la reina Letizia, Amelia podría afirmar que nunca la palabra suegro sonó mejor... «Raphael es maravilloso con mayúsculas proclama. En cuanto se baja del escenario es una persona normal, cercana, nada divo». Raphael y Natalia llaman a su nuera Amelie. Y ella los visita con frecuencia. «Me llevo fenomenal con ellos, me lo ponen tan fácil... Dicen que cuando te casas lo haces también con la familia de tu marido y yo soy muy familiar, es como me han educado». A la actriz Toni Acosta, que acaba de divorciarse de Jacobo Martos, el hijo mayor de Raphael, después de trece años de matrimonio, Amelia la sigue considerando «mi cuñada». Y sobre la sorprendente separación no se pronuncia... «Es un tema delicado, mejor que hablen ellos».

La diplomática hija de Bono tuvo su etapa rebelde, según recuerda, «pero en general creo que fui buena niña». Es la mayor de cuatro hermanos y adora a los críos. «Son mi vida». Por eso estudió Educación Infantil. Pero su madre comenzó a abrir joyerías y Amelia, a la que le encanta «estar de cara al público», se fue enganchando al negocio. Tiene alma de it girl, sale a correr tres o cuatro veces por semana, es organizada y estricta con los horarios y la alimentación de sus hijos «de lunes a viernes»... Pero su perfecto sistema se desmorona como un castillo de naipes en cuanto irrumpe su padre. «Si yo no les dejo comer helado, él viene y les compra dos». Y es que como Pepe Bono dice: «Para eso soy el abuelo».

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