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Sara Montiel, en El último cuplé
El cuplé final de la Montiel

El cuplé final de la Montiel

Coleccionó amantes y maridos y sufrió once abortos. La revelación de que tuvo una hija con el asesino de Trotsky es el pasaje oscuro y póstumo de la diva manchega

Antonio corbillón

Jueves, 5 de febrero 2015, 01:40

"Nací de nalgas. Soy diferente». Quizás por esta confesión que hizo un año antes de morir, y porque pesó siete kilos, María Antonia Abad (o sea, Sara Montiel) decidió sentarse sobre el mundo que le tocó vivir y hacer siempre lo que diera la gana. No solo su parto fue difícil. También fue un milagro. A su madre, doña Vicenta, y a su padre, que tenía tres hijos de su primer matrimonio, les convencieron de que eran demasiados retoños para una familia humilde de la España de 1927. Quien le practicó el aborto clandestino y pinchó la bolsa fecundada no sabía que estaba embarazada de gemelos. La ruleta rusa de la vida jugó a su favor y aquel 10 de marzo de 1928 nació en Campo de Criptana la que para muchos acabaría siendo la mujer más hermosa del siglo XX español. Paradojas de la vida, su milagro vital pareció actuar como una factura. Una deuda a pagar con la fecundidad que le persiguió toda su vida. Un precio muy alto y una historia digna del mejor culebrón, esos en los que siempre hay un amor olvidado y un hijo descarriado que tarde o temprano aparecen para reclamar su lugar.

Casi dos años después de muerta, Sara Montiel vuelve al escenario para sumar un nuevo papel a su leyenda. La de madre biológica en la vida real. Una pasión, una de las muchas que tuvo, logró romper la mayor frustración de su vida: la infertilidad. Ocurrió en su etapa en México, a donde viajó después de triunfar con 'Locura de amor'. El dramaturgo Miguel Mihura, «el hombre que me hizo mujer y al que volvía loco en la cama y dejaba como un trapo», la empujó a cruzar el Atlántico.

Llegó en abril de 1950 para rodar Furia roja. Título premonitorio de un rol que interpretó delante y detrás de las cámaras. Casi analfabeta pero sensible y con mucho olfato, a la artista manchega se le ensancharon las puertas del mundo. Frente a la España pacata, ultrarreligiosa y cutre, México bullía de libertad e intelectualidad españolas. El poeta León Felipe, otro de sus rendidos enamorados, la introdujo en los círculos más selectos. Pablo Neruda, Ernest Hemingway, Jorge Guillén, Siqueiros, Frida Kalho, Rafael Alberti... se codeó con ellos y con muchos más.

Uno de los primeros en caer rendido a su racial belleza fue el poeta y líder comunista en el exilio Juan Manuel Plaza Huerta. También manchego, Plaza tiró la casa por la ventana por ella. Le faltó tiempo para abandonar a su mujer y a su hija y ponerse a sus pies. En sus memorias 'Vivir es un placer', la propia cupletista cuenta sus visitas a la cárcel de México junto a Plaza para visitar a Ramón Mercader, el espía catalán al servicio de Stalin, condenado a 20 años por asesinar a León Trotsky.

Enemiga de sí misma

El dato es relevante para intentar explicar las últimas revelaciones de su peluquero, José de la Rosa, en las que afirmó a la revista 'Lecturas que Sara Montiel tuvo una hija con Mercader. De la Rosa, medio siglo arreglándole la melena, afirma que el parto se complicó y que, tras someterla a una cesárea y anestesia general, le dijeron que la niña había nacido muerta. En realidad le fue arrebatada y entregada en adopción a una pareja de Valencia. Según, esa versión, la intervención hizo necesario también extirparle el útero.

No hay duda de su atracción por el homicida. «Aunque fue un asesino, no fue un hombre malo», llegó a decir de Ramón, al que siguió frecuentando a partir de 1960 cuando regresó a Rusia tras cumplir su condena. Esos contactos vis a vis parecen la única 'ventana' por la que pudo llegar la semilla de la procreación. Seguramente fue una de las «inesperadas irresponsabilidades» a las que tenía acostumbrado a su entorno. El hombre de cine Enrique Herreros, el que más tiempo pasó junto a Sara en aquella primera etapa mexicana (1950-1954), dijo en una ocasión al referirse a las dos caras que convivían en ella: «El peor enemigo de Antonia Abad es Sara Montiel». Su coetánea y mejor amiga Marujita Díaz, también conocía aquel secreto. Dolida porque se desvele ahora, Díaz negó este lunes en 'Abc' la paternidad de Mercader. «Era (el padre) un hombre muy, muy, muy importante a nivel presidencial. Un político mexicano».

El caso es que, tras el supuesto parto, Sara Montiel huyó de aquel entorno con destino a Hollywood de la mano del director Anthony Mann, uno de sus cuatro maridos. Cuando supo de la existencia de aquella hija cortó de raíz cualquier intento de saber algo más de ella. Plaza Huerta la siguió por América e incluso llegó a esperarla en Guayaquil (Ecuador) con una pistola del calibre 9 milímetros y un aviso por adelantado: «¡Querida Antonia, vengo a matarte por puta!».

Pero el episodio de su maternidad también hace aguas. No se sostiene que le extirparan el útero y con el tiempo y los matrimonios sufriera hasta once abortos. El más terrible a los 51 años cuando (según ella misma contaba) embarazada de ocho meses de su segundo marido, Chente Rodríguez, se cayó en la calle y sufrió un aborto natural. A partir de allí los perdía todos por la inflamación de los tejidos blandos. La actriz del millón de dólares por película encontró tranquilidad y maternidad (adoptó a Thais y Zeus) junto a Pepe Tous, el hombre que trató de salvar a Antonia Abad de los arrebatos de Sara Montiel.

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