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Vista de la fachada
La casa de los líos de Monago

La casa de los líos de Monago

Vecinos y el propio alcalde de Mérida tratan de convencer al presidente de que no venda la 'Moncloa extremeña', una cortina de humo para enterrar el escándalo de sus viajes a Canarias

irma cuesta

Domingo, 21 de diciembre 2014, 02:11

Si alguien creía que unos cuantos viajes a costa del erario público y un escarceo amoroso iban a conseguir que José Antonio Monago se diera por vencido, se equivocaba. El hombre que puso fin a 28 años de Gobierno socialista en Extremadura no parece dispuesto a permitir que su querencia por las Islas Canarias acabe con lo que se perfilaba como una más que prometedora carrera política, y no ha tardado ni dos meses en volver a colgarse la capa de adalid de la austeridad para presentar una nueva ofensiva, esta vez en forma inmobiliaria.

Monago dejó claro que plantará batalla antes de dejar marchar el apoyo de sus conciudadanos -y su sitio en el partido que le ha visto crecer- el mismo día en que compareció ante el pleno de la Asamblea para tratar de justificar sus viajes a las Islas Afortunadas, donde le esperaba su entonces novia, Olga María Henao. Aquella mañana, colgó el cartel de 'se vende' en el palacio de los presidentes extremeños como muestra inequívoca de que, por más que haya evidencias de lo contrario, su prioridad sigue siendo poner fin al despilfarro del que, asegura, hicieron gala durante años sus predecesores.

Lo cierto es que Monago nunca ha habitado la casa de 600 metros cuadrados -en tres plantas y semisótano-, con 1.500 de jardín y piscina que sí ocuparon Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara en Mérida. El portal inmobiliario Idealista.com describe como una suerte de Moncloa extremeña a este palacete comprado en 1983 por cuarenta millones de pesetas a una especie de mecenas gallego que hizo su fortuna por aquellas tierras, y por el que ahora piden dos millones de euros.

En cualquier caso, el asunto de la venta llevará un tiempo. El presidente de Extremadura tendrá que aplacar a una buena parte de los vecinos -que ya han salido a calle para protestar-, pero también al alcalde de Mérida.

Pedro Acedo, que ayer mismo se reunió con él para tratar de hacerle cambiar de opinión, no cree que sea buena idea deshacerse del patrimonio que apuntala a la ciudad como centro político y administrativo de la comunidad autónoma, y ha presentado una larga lista de propuestas de uso común para la casa y sus jardines en tanto en cuanto el inmueble siga sin inquilino. Monago, sin embargo, no parece dispuesto a dar marcha atrás en su supuesta cruzada a favor de la austeridad, ni a dar su brazo a torcer ante alguien que ni siquiera pertenece a su misma familia dentro del PP. El jefe del Ejecutivo no escucha las voces que apuntan a que vivir en la residencia oficial del presidente de la junta no es un privilegio, sino una obligación. Ni eso, ni que el plan general de Mérida no contemple para la casa más uso que el público y eso deje como único posible comprador a la propia administración.

Cortina de humo

Dentro y fuera del Partido Popular interpretan el interés del presidente extremeño por colocar en el centro de mira el chalé de Mérida como una cortina de humo para desviar la atención de su sonado traspié. Va a ser complicado cuando todo apunta a que el motor de tanta afición a volar, Olga María Henao, parece dispuesta a dejarse ver una buena temporada en televisión.

El presidente tampoco tiene ningún interés en cambiar su casa de Badajoz, situada en una urbanización exclusiva, por un chalé situado en el corazón de Mérida que de algún modo le situaría de nuevo en el ojo del huracán.

Ayer, el Monago de los mejores tiempos reaparecía para anunciar la venta de la embajada de Extremadura en Lisboa por dos millones de euros y la inminente inversión de un millón en el desarrollo económico de Las Hurdes, uno de los parajes más aislados del país. La flamante operación, en la que llevaban embarcados más de dos años, le ha servido en bandeja la posibilidad de aparcar la polémica sobre la casa presidencial y colocar sobre la mesa un regalo nada despreciable.

Quién le iba a decir al que hasta hace nada era el niño mimado del PP que después de haber caído en desgracia por culpa de una mujer, el destino le reservaba una rentrée tan triunfal.

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