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carlos benito
Viernes, 10 de octubre 2014, 01:27
Ben Bernanke, que presidió la Reserva Federal de Estados Unidos hasta principios de este año, no debe de ser un hombre acostumbrado a que los bancos le den la espalda. A menos, claro, que se la muestren en una exagerada genuflexión. Así que se entiende que la experiencia le haya resultado novedosa y que, en cuanto ha encontrado la ocasión, la haya contado a los amigotes, que en su caso eran los asistentes a una conferencia que pronunciaba en Chicago. «Recientemente dijo intenté refinanciar mi hipoteca y no tuve éxito». El público estalló en una risotada: Bernanke puede parecer un tipo algo soso pero, cuando tiene el día, resulta tremendamente simpático, como aquella vez que habló de parásitos intestinales y atracción sexual durante un discurso en la Universidad de Princeton. Sin embargo, en este caso, no se trataba de una ocurrencia suya: «No me lo estoy inventando», insistió, antes de valorar como «enteramente posible» que el sistema financiero «haya ido un poco demasiado lejos en las condiciones para conceder los créditos».
La verdad es que sorprende su revés bancario. No solo porque este judío sureño es una de las figuras más relevantes de la economía estadounidense, sino también por algo tan básico como sus abultadísimos ingresos. Para Bernanke, que ocupó la presidencia de la Reserva Federal durante ocho años, abandonar el cargo supuso una sustanciosa mejora de renta: accedió rápidamente al circuito de las charlas, un paraíso donde la élite del país cobra como si las palabras les saliesen grabadas en lingotes de oro. En el banco central estadounidense percibía un salario anual de 199.700 dólares, unos 150.000 euros. No es precisamente un sueldo de obrero, pero tampoco resulta especialmente llamativo cuando nos movemos a estos niveles y se queda, de hecho, un poco por debajo de lo que se embolsa el gobernador del Banco de España.
Pues bien, en su primera conferencia, pronunciada en marzo en Abu Dabi, le pagaron al menos 250.000 dólares (unos 200.000 euros) por cuarenta minutos de intervención, centrada sobre todo en su experiencia al frente de la Reserva Federal: admitió que se podía haber hecho más para combatir la crisis financiera, pero también le dio tiempo a hablar de béisbol, una de sus grandes pasiones desde crío, cuando memorizaba todas las estadísticas de la liga. Y, para colmo, aquella misma semana de marzo atendió otros dos compromisos, uno en Johannesburgo y otro en Houston.
«¡Puedo decir lo que quiera!», se asombraba por aquel entonces el propio Bernanke, que al fin y al cabo ha hecho cosas más sacrificadas para ganarse la vida. De adolescente y en las vacaciones de la universidad, se ponía un poncho poco favorecedor y trabajaba de camarero en South Of The Border, un restaurante temático de Dillon, la localidad de Carolina del Sur donde creció. Es un establecimiento singular, con su Sombrero Tower -una torre de observación con forma de sombrero mexicano-, su exhibición de reptiles y su parque de atracciones Pedrolandia.
Amante del flamenco
Los analistas estadounidenses discuten estos días por qué se ha negado un crédito a un cliente con ese volumen de ganancias, que también acaba de cobrar un millón de dólares como adelanto por sus memorias. De hecho, Bernanke ya había refinanciado en dos ocasiones la hipoteca de su casa en Washington DC, una vivienda unifamiliar de tres dormitorios y estilo inglés: la última vez, en 2011, le concedieron 672.000 dólares a 30 años, con un interés fijo del 4,25%. Este tipo de créditos son los conocidos en Estados Unidos como 'jumbo', por superar los límites establecidos por las agencias hipotecarias respaldadas por el Gobierno, y al expresidente de la Reserva Federal puede haberle perjudicado la irregularidad de sus ingresos: su único salario fijo es el que le corresponde como miembro del Brookings Institute, un think tank que viene a pagar entre 28.000 y 40.000 euros anuales. Su esposa, Anna, es una apasionada del flamenco que trabaja como profesora de español.
A Bernanke se le reprocha a menudo que no supo pronosticar la crisis financiera que se aproximaba, pero, aun así, sigue siendo uno de esos personajes a los que se observa detenidamente en busca de claves sobre el futuro de la economía, como si su cultivado olfato fuese capaz de detectar los vientos del porvenir. Su intento de refinanciar la hipoteca ha llevado a varios expertos a especular con una inminente subida de los tipos de interés. Otros se han dedicado a explicar por qué un hombre como Bernanke se empeña en mantener una hipoteca que podría ventilarse con tres conferencias: le sale mejor invertir su dinero en el mercado de valores y mantener la deducción fiscal por los intereses del crédito. Incluso hay quien ha calculado que, de haberle salido bien la refinanciación, se habría podido ahorrar unos 240 euros al mes. A lo mejor a alguien le puede parecer una cantidad desdeñable, pero eso es porque no se dan cuenta de lo que suda Bernanke para ganarla: tiene que currarse esos tres segundos de charla.
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