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Isabel Preysler y Miguel Boyer, el día que asistieron a la boda de la hija de José María Aznar en El Escorial.
Los miedos de Isabel

Los miedos de Isabel

La reina de corazones llegó a contratar a 18 guardaespaldas, peleó por todos los dominios de internet y tiene pavor a envejecer

fernando miñana

Lunes, 2 de junio 2014, 13:32

Isabel Preysler se cuida hasta la obsesión. Su cuerpo es su imagen, su imagen es su marca y su marca es su medio de vida. Siempre impecable, siempre hermosa, siempre elegante. Pero eso esconde muchos cuidados. Deporte, una alimentación sana y hasta diez pastillas al día para no tener carencias en nada. La dama de corazones tiene un genética privilegiada, herencia de su madre, Betty, otra belleza exótica, pero también cuentan sus visitas al Instituto de Medicina Estética de Maribel Yébenes en la Castellana, donde paga 1.500 euros por unas jeringuillas que revitalizan su rostro. O sus escapadas a la meca de la salud en Europa, el Sha Wellness Clinic de Altea.

Ahora tiene otra fijación, cuidar de su esposo, Miguel Boyer, que lucha contra las secuelas del ictus que le sacudió hace dos años. Son dos personajes. Ella es la eterna reina del papel satinado. Él fue el rey del papel salmón. Prensa rosa y económica. Esto ha inspirado al periodista Juan Luis Galiacho a escribir un libro que abarque a ambos y su campo de acción titulado Isabel&Miguel. 50 años de historia de España (La esfera de los libros). Es un recorrido por sus vidas de 441 páginas haciendo hincapié en el contexto.

Galiacho intenta tocar todos los palos. «En otro tiempo sería un libro secreto por todo lo que trata, pero llega ahora, quizá en el principio del final de los dos, cuando su poder es menor. Porque en los ochenta eran dioses. En una encuesta del CIS aparecían como los más odiados». Cada uno en su ámbito, cada uno con sus habilidades para prosperar en la vida.

El libro retrata los miedos de Isabel Preysler, que le han llevado a contratar hasta 18 guardaespaldas para proteger a su familia. El pánico despierta el 29 de diciembre de 1982, el día que ETA secuestró a su antiguo suegro, el doctor Julio Iglesias Puga. Ella también aparecía en las listas de la banda armada y su hija Chábeli vivió un intento de secuestro en Ibiza.

Tampoco debió ayudar la persecución enfermiza de José María Ruiz Mateos a Miguel Boyer, cabeza visible de la expropiación de Rumasa. Como explica en su obra Galiacho, «Ruiz Mateos pagaba a una persona exclusivamente para que pensara cómo perjudicar» al exministro de Economía del gobierno socialista, el tercer marido de Isabel Preysler. El primero fue Julio Iglesias, con quien se casó siete meses antes de dar a luz a Chábeli en Cascais. Después vino Carlos Falcó, cuya relación quedó casi sentenciada el día que estaban viendo la televisión con Tamara y la niña, cuando apareció Boyer, comenzó a gritar: «¡Papi, papi, ayer estuvimos mami y yo en casa de ese señor!».

La broma del Rey

Con el marqués de Griñón ejerció de modélica anfitriona en unas cacerías a las que acudían importantes personajes de la España de los años ochenta. En una ocasión, en 1981, coincidieron con Juan Carlos I. El Rey conducía su Range Rover y a su lado se sentaba Isabel Preysler. Detrás estaba Falcó. Mientras esperaban al organizador de la montería, el monarca decidió poner música, encendió el casete y comenzó a sonar Julio Iglesias. El marqués saltó como un resorte. «Señor, qué mal gusto tiene». Pero ella se giró de inmediato y replicó: «Carlos, Julio será lo que será, pero tiene una voz preciosa y canta como los propios ángeles». Al tiempo que el Rey le guiñaba el ojo disimuladamante. Por la noche averiguaron que era una broma y que lo había hecho adrede. Aunque Galiacho asegura que Isabel Preysler es más conocida por sus silencios. «Su éxito, tan prolongado, se basa en que es muy disciplinada y aplicada y solo dice lo que quiere. Mide muy bien cada paso que da».

¿Y qué calla? Pues la filipina nunca habla de su familia, de su pasado. De Charly, su hermano toxicómano; de su tía Isabelita, detenida como intermediario en la venta de 10 kilos de heroína, o de los problemas de otro hermano, Joaquín, con las drogas. Tampoco comenta con nadie que peleó con quien se interpuso en su afán por hacerse con todos los dominios de internet relacionados con su nombre y apellido.

Esos asuntos turbios relacionados con las drogas asustaron a los padres de Isabel Preysler, temerosos de ver que su hija se codeaba ya con lo mejorcito de Filipinas gracias a que había descubierto el poder de sus encantos. Alos 17 años había dejado los estudios y desfilaba por las pasarelas de los hoteles de 5 estrellas de Manila. Sus padres cortaron por lo sano y, en 1969, la mandaron a Madrid a vivir con su tía Tessy. Al principio fue un trauma: hacía frío en Madrid, no conocía a nadie y no hablaba español. Pero no tardó en hacerse un hueco en la alta sociedad española. Un sitio que ya nunca abandonaría.

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