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La Rapa das Bestas

javier gonzález garcía

Viernes, 12 de mayo 2017

Amanece en la Parroquia de Sabucedo (Pontevedra) en el día que da inicio la Rapa das Bestas de Sabucedo, tradición popular que ha sido declarada de Interés Turístico Internacional desde el año 2017.

Antes de subir al monte en busca de las “greas” (manadas de caballos) se celebra la “Misa da alborada” donde se pide protección a San Lorenzo para la “baixa das bestas”.

Ya en el Montouto aparecen las primeras “greas” que como cada año huyen asustadas ante la presencia de los jinetes del pueblo que tratan, con mucho esfuerzo, de conducirlas al punto de reunión.

Los mayores y jóvenes de Sabucedo discuten la mejor estrategia para acorralar a las bestias. No es una tarea fácil y requiere de mucha organización para rodearlas y encaminarlas en la dirección prevista.

Las manadas de caballos viven todo el año en libertad en los montes próximos a Sabucedo. Además de las inclemencias del tiempo últimamente tienen que soportar los ataques frecuentes de los lobos que abundan en la región.

Los más viejos del lugar inspeccionan las “greas” para saber el estado en el que se encuentran después del duro invierno e identificar a algunos de los “garañones” que han sido famosos por su bravura en anteriores rapas.

Los más viejos del lugar inspeccionan las “greas” para saber el estado en el que se encuentran después del duro invierno e identificar a algunos de los “garañones” que han sido famosos por su bravura en anteriores rapas.

Toca moverse y conducir a las manadas a Sabucedo. Gelo, uno de los “aloitadores” más populares indica al resto cual es el camino a seguir.

Las bestias son conducidas lentamente por los vecinos de Sabucedo y los forasteros hacia el pueblo. Hay que estar muy atento porque el instinto de los animales les incita a escapar en cualquier momento.

Las manadas son salvajes y no están acostumbradas a la presencia del hombre por lo que en algunos momentos de la “baixa” se producen situaciones de tensión y alarma.

Finalmente cuanto más nos aproximamos a Sabucedo las “bestas” se calman y se tornan más dóciles como si percibieran de alguna forma que están cercanas a su “otro” hogar.

El pueblo de Sabucedo espera impaciente el comienzo de la rapa. Una experiencia en la que se mezclan la vivencia comunal del pueblo, como espectador y como “aloitador”, en la búsqueda de su propia identidad.

En el Curro solo se lleva a cabo la rapa de los caballos “del Santo”, aquellas que provienen de las dos yeguas que las hermanas de Sabucedo ofrecieron a San Lourenzo durante la peste que asoló la región en la segunda mitad del S XVI.

Sin previo aviso da comienzo la rapa. Es la parte más espectacular de la fiesta es el Curro, donde los “aloitadores” y caballos confrontan técnica y fuerza cuerpo a cuerpo, para inmovilizar al animal y cortarle las crines.

En Sabucedo, sólo existe un código para conseguir ganarle la partida a los caballos en el cuerpo a cuerpo sin usar otros elementos que el propio cuerpo. El primero de los “aloitadores” que va a la cabeza debe ser el que salta encima del caballo y cabalga sobe él.

Poco después, el segundo de la cabeza acude en su ayuda. Cuando éste llega y se engancha sobre las crines delanteras, el que está subido en el équido procede a bajarse. Hay un tercer “aloitador” que va al rabo para intentar desequilibrar al animal.

Por regla general el caballo queda de pie pero según las fuerzas van disipándose es más frecuente caer al suelo arrastrado por el caballo y es cuando se producen las situaciones de mayor peligro y las más espectaculares.

Es el momento en el que la camaradería aflora y los compañeros acuden raudos a proteger a aquellos que se encuentran en situación de peligro alejando con sus manos al resto de bestias.

La extenuación entre los “aloitadores” es plausible según avanza la rapa y alotar los últimos caballos es más un acto de fe que de técnica y destreza.

La rapa concluye con el agradecimiento del pueblo de Sabucedo a los héroes de la fiesta. Una fiesta que sitúa en primer plano el sentimiento de pertenencia a un pueblo y el respeto por los animales.

Las “bestas” quedan libres hasta el año siguiente donde pueblo, aloitadores y animales volverán a encontrarse para dar vida a una tradición que ha perdurado durante siglos.

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