Sergio Rubio, director del documental de Imbroda, en el Martín Carpena. SUR
Festival de Málaga

Sergio Rubio, director del documental de Imbroda: «Su figura trasciende el deporte»

'Imbroda, el legado del maestro' hace un repaso por la carrera de este entrenador, alguien a quien todos recuerdan por su sonrisa y por su exigencia en cualquier ámbito laboral

Víctor Rojas

Jueves, 7 de marzo 2024, 12:13

Javier Imbroda es una leyenda del baloncesto. Desde que consiguió que el equipo de Maristas Málaga se convirtiera, en fusión con el Caja Ronda, en el actual Unicaja, el entrenador no dejó de sentarse en los banquillos más importantes: Sevilla, Madrid, la Selección Española y ... más equipos tuvieron la suerte de tener un líder con un espíritu exigente, a la vez que motivador. A pesar de que no todas sus etapas dentro del baloncesto fueron igual de brillantes, a veces por cuestiones extradeportivas, Imbroda siempre tenía el mismo objetivo: hacer de este deporte algo mejor. Así lo demostró cuando intentó ser el presidente de la Liga ACB para devolver el baloncesto al lugar que le correspondía.

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En su última etapa, Imbroda dio el salto a la política como Consejero de Educación y Deportes en la Junta de Andalucía. Una etapa de plenitud a pesar del mal pronóstico por su cáncer de próstata. «Fue una etapa de madurez, en la que podía cumplir un sueño: cambiar la sociedad, además de tener una relación de amor plena con Salvadora», cuenta Sergio Rubio, director del documental 'Imbroda, el legado del maestro', que se estrena esta tarde en el 27 Festival de Málaga.

Para Rubio esta es su ópera prima aunque cuenta con amplia experiencia en la escritura de cine, televisión y teatro. Un documental con el que ha aprendido más allá del cine. El director reconoce que aplica muchas de las frases de Imbroda a su día a día personal y laboral. «El primer corte del documental duraba tres horas y media y sentía que no podía quitar más».

–¿Cómo surge este documental sobre Imbroda?

–Es una idea que surge en la productora ADM (Grupo Audiovisual Digital Multimedia), sobre todo de Dani Gamero, ya había trabajado con él antes. Cuando se les ocurre esta idea, piensan en mí. Saben que soy de Málaga, me gusta el baloncesto y he escrito con ellos.

–En el documental se refleja lo agradecido que es Imbroda y como en ocasiones no fue correspondido de la misma manera.

–Eso es una expresión que dice uno de sus hijos, que dice que estaba entrenado en la ingratitud. Aunque desde que empezamos a grabar, todo el mundo nos abrió la puerta. Es verdad que, a lo mejor, no recibió tanto como se merecía. Pero este documental va a ayudar a entender su figura, que trasciende por mucho en el mundo del deporte.

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–¿Cuál es el principal recuerdo que tiene la gente de Imbroda?

–Su forma de ser. La gente habla mucho de su aspecto humano, tanto deportistas como personas de la empresa, la política, su familia o cualquier ámbito. Siempre hablan de eso: de su sonrisa, de las ganas de pasarlo bien y de su exigencia en cualquiera de sus labores. La gente que trabajaba con él en la Junta de Andalucía me comentaba que trabajaba a tope, pero luego se paraba e iban a tomar algo, a un concierto… Eso es lo que te cuentan, ese espíritu de exigencia y ese espíritu de pasarlo bien.

–¿Está suficientemente reconocida la gesta que hizo Imbroda pasando de entrenar un equipo de colegio a hacer los inicios del actual Unicaja?

–Es una gesta épica. Coger a unos chavales en un patio de colegio y hacerles creer que ellos pueden llegar a la élite. Él iba en su vespa al estadio de Ciudad Jardín a enfrentarse con el Barcelona de Audie Norris. Fue una locura y, quizás, no se entiende bien. Habría que hacer una peli de eso.

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–Una misma gesta que repitió en Sevilla, aunque con más facilidades.

–Estando en el Pabellón de San Pablo grabando, el que estaba de encargado nos dijo que Javier era la mejor persona que había pasado por allí, saludaba a todo el mundo. Ese es el tío que limpia el pabellón. Y creo que también el documental habla un poco de eso. No hace falta encestar la canasta decisiva para ser campeón, tu victoria trasciende a la cancha e impregna a las personas. Marcó un legado, como esa final de Unicaja, nos demostró que la ciudad podía ser eso. Transmitió un espíritu a la ciudad y una forma de competir y de estar en la vida.

–¿En el Madrid no le dieron su tiempo para crear su propio equipo y desarrollarse como el gran entrenador que había demostrado ser?

–La transición que hizo entre la Selección Española y el Real Madrid hoy en día no la haría nadie. Nadie puede decir que no al Real Madrid, pero yo creo que fue un momento en el que se sintió solo. Se sintió muy solo. No tuvo nadie que lo arropara, que le preparara el equipo mientras estaba en Estados Unidos con la selección española. Ahí le faltó lo mismo que con el resto de equipos: hacer un equipo a su imagen y semejanza. Había un jugador extranjero, que era el que más cobraba, que no estaba de acuerdo y lo saboteaba. Tampoco lo dejaban deshacerse del jugador. Florentino Pérez le dijo que aguantara y que el año siguiente harían otra cosa, pero la presión fue la que lo acabó echando de ahí. Se fue agotado, fue una época de agotamiento personal y deportivo.

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–¿Al subir de nivel se encontró con egos y presiones que no había tenido hasta el momento?

Él venía de arrancar lo que se llama hoy en día la familia, algo que nos han dicho todos: Navarro, Gasol, Garbajosa… Eso que hizo en Maristas, lo hizo un poco con la Selección Española. Una locura muy bonita. En el Real Madrid hubo alguien que, de alguna manera, no se portó bien con él, aunque no hemos querido hacer un documental oscuro. En esa transición él se dio cuenta de que el fuego era amigo.

–¿Seguía intentando hacer su trabajo como siempre sin las preocupaciones de dirigir equipos de tanto nivel?

–Creo que es más una cuestión extradeportiva. Llegas al trono en el deporte mundial, que es el banquillo del Real Madrid. Y creo que no te imaginas que los tiros no vengan de frente, de la otra trinchera, sino que sean de la tuya. Hay muchos intereses y mucha ambición.

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–¿Levantó muchos celos por ser una persona exitosa?

–Eso fue una cosa que nos dimos cuenta. Es una persona que ha triunfado a todos los niveles. A mí una de las cosas que más me gusta del documental fue cuando la gente empezó a hablar de la relación que tenía con Salvadora. También triunfa en el amor porque es completamente feliz. En los negocios, en todo. Hay mucha gente que no tolera esas cosas.

–Cuando quiere ser presidente de la Liga ACB, espera un apoyo que al final no tiene. ¿Es un nuevo entrenamiento de la ingratitud?

–Eso nos lo contó precisamente Manolo Castillo, director de SUR. Fue el único que se atrevió a decirlo. Fueron dos amigos suyos, o él se pensaba que lo eran. Había habido algunos roces y fueron esas personas las que votaron en contra. Había otro tipo de intereses. Pasó de ser entrenador a meterse en el baloncesto para arreglar esa época, que se vendieron los derechos a Canal Plus, que todavía sigue siendo ahí. El baloncesto ha perdido mucho peso, antes paraba al país. Sigue siendo importante, pero ha perdido ese peso por una cierta deriva en la presidencia de ACB. Él quería, como en todos los sitios, llegar y arreglarlo. No esperaba eso. Además, fue todo muy turbio. Buscando información nunca llega a quedar claro. Hay gente que sabe cosas y no las cuenta… Un poco parecido a como está la federación de fútbol.

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–Mucha gente se sorprendió con que diera el salto a la política.

–No se lo esperaban porque era un hombre que lo tenía todo. Un político nos llegó a decir que le sorprendió porque una persona que tenía dinero y todo para qué se mete en política. Se mete ahí por lo mismo, para hacer las cosas como él creía. En un principio tuvo muchos detractores porque metió la pata en alguna ocasión, pero consiguió muchas cosas. Puso el mismo espíritu que ponía en el baloncesto. Todo el mundo del Parlamento andaluz habla bien de él: bedeles, limpiadoras, secretarios… Empezó entrenando en baloncesto con un Renault amarillo de quinta mano y con eso iba haciendo kilómetros. En política tenía mejor coche, pero seguía siendo un currante.

–El documental refleja ese espíritu de ayudar a los demás que culmina en la Fundación Imbroda.

–Me da la sensación de que hablamos de una persona humanista. Una persona que veía ese tipo de cosas. Él tenía sueños y no renunciaba a ellos. A él le gustaba pensar en grande y él hacía que la gente que estaba a su alrededor pensara en grande. La Fundación Imbroda empezó con rifas de balones de baloncesto que tenía, equipaciones… Sin ningún tipo de ayuda. Y, además, en un principio era un plan más ambicioso, pero él ya no pudo continuarlo, que era mezclar el deporte y la ayudar al desfavorecido a través de un equipo de baloncesto. Cogía a chavales que habían jugado al baloncesto y que ahora no tenían trabajo o habían tenido lesiones, o chavales que se metieron en historias oscuras. El pago de jugar en ese equipo era pagarles los estudios. Gente que tenía la vida un poco descarriada ha terminado haciendo su vida gracias a tener un puesto de trabajo y a tener su mente ocupada en otra cosa, que eran el trabajo y el estudio.

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–En su enfermedad, a pesar de conocer el mal pronóstico, era él quien animaba a los demás.

–Sí, es muy emocionante. Esa parte es muy emocionante y difícil de decir. Era todo espíritu. Y ese espíritu de luchar, de levantarse, de rehacerse, yo creo que en la vida esa es una de las grandes victorias, volver a comenzar. Él lo tenía. En la enfermedad aplicó el mismo sistema, de puedo sentirme mal pero esto no me hace rendirme. Su familia y sus amigos cuentan eso, no se podía llorar delante de él, estaba siempre feliz a pesar de no estar en su mejor condición física. Él no se permitía que nada ni nadie le quitara su sueño.

–¿Cuál cree que fue su etapa más feliz?

–En un principio creo que pueden ser dos: la de Maristas y la relación con Salvadora, pero creo que, después de darle muchas vueltas, el nivel de madurez y decisión que tenía al final cuando empieza una nueva relación con Salvadora, que es un amor adolescente en el mejor sentido de la palabra y estar en política y hacer lo que él quería y poder cambiar cosas. Ha sido feliz en todas sus etapas, pero en esa época de madurez es cuando sabes lo que te gusta, lo que no. Y encontrarte con ese otro sueño: que es cambiar la sociedad y de tener una relación plena.

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–¿Y cuál ha sido su mayor aprendizaje haciendo este documental sobre Imbroda?

–Muchas frases de las que utilizaba, ahora las utilizo yo con mis niños o con mis compañeros de trabajo. 'Vamos a pensar en grande'. Paco Ávila me decía que era ese espíritu de hacer las cosas bien, de no buscar los atajos… Ha sido una enseñanza a nivel profesional y a nivel personal. El primer corte del documental duraba tres horas y sentía que no podía quitar más.

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