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Estamos en la cafetería del AC Málaga Palacio, un punto de encuentro habitual para las entrevistas del Festival de Málaga. Pero para él es algo ... más. «Conocí a Laura aquí cuando vinimos con 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', concretamente en esa mesa de allí», dice el director catalán Salvador Simó señalando a su derecha. Habla de su mujer, la actriz malagueña Laura Ortiz, la razón de que hoy él sea un vecino más de Málaga. Simó compite en 'casa' con 'Dragonkeeper (Guardiana de dragones)', una película de animación coproducida con China. Fantasía y dragones al más puro estilo de las aventuras clásicas de los 90 que le ha costado años de trabajo y un gran desgaste emocional. «Estoy agotado», admite.
–¿Todavía es descabellado pensar que una película de animación pueda ganar un festival de cine como mejor película?
–El nivel que hay este año es muy alto. Creo que va a ser difícil, ya no solamente porque sea animación, sino porque hay muy buenas películas. Pero es verdad que la animación no se ve con los mismos ojos a la hora de competir con la ficción. Somos los hermanos pequeños que estamos ahí tímidamente levantando la mano. Pero bueno, el festival lo decidirá.
–¿Siente que para muchos es un género menor? Su producción y su ejecución es mucho más compleja que una película convencional.
–Muy difícil, pero sí que se ve como un género menor. Y el trabajo que haces es el mismo. Decides igual si haces un primer plano o un plano general. En lo cinematográfico, en cómo cuentas la historia, es exactamente lo mismo.
–El hecho de que se haya elegido como película inaugural es un síntoma de que algo está cambiando.
–Claro. Al Festival de Málaga hay que reconocerle el valor y la gran oportunidad. Le da un valor no solamente a la película, sino a la animación española, que yo creo que en estos momentos está muy en auge. Es un reconocimiento al trabajo de toda la animación en España.
–Porque, ¿somos buenos en animación?
–Somos de lo mejorcito que hay. Para muestra un botón. Si te fijas en los Oscar, hay películas americanas, japonesas y Pablo Berger. Y hace unos años teníamos a Sergio Pablos con 'Klaus'. Y 'Chico y Rita'. Ahí estamos, señal de que algo estamos haciendo bien. Yo que he estado viviendo fuera de España muchos años, me he encontrado con muchos españoles que han tenido que emigrar para poder trabajar.
–¿Y se sigue sin poder trabajar desde aquí?
–El problema es la continuidad de las producciones. Levantar una película en España es muy difícil a nivel presupuestario, y estamos hablando de presupuestos ridículos si competimos con otros países. Que haya una continuidad para seguir trabajando en películas españolas durante todo el tiempo es muy complicado. Este año pasado había cuatro o cinco películas, el año que viene a lo mejor hay dos o tres. Hubo un año que solamente hubo una de animación.
–¿Pero es difícil porque no se quiere invertir en la animación?
–Se trata a las películas de animación de la misma manera que a las películas de ficción y una película de animación tiene un presupuesto tres o cuatro veces mayor. Sí que hay pequeñas ayudas a la animación, pero no te permiten levantar presupuestos suficientes y tienes que coproducir con otros países. Cuando terminas una película, tienes que ver qué otras películas hay y si no hay, te tienes que ir fuera a buscar.
–¿Y cuáles son sus perspectivas?
–Ahora de momento estoy en paro. Estoy intentando levantar un proyecto propio, una adaptación de una novela de Gonzalo Moure que se llama 'Palabras de caramelo'. Es un proyecto más pequeñito, más tipo Buñuel, con un presupuesto ajustado de animación tradicional.
–¿Tiene sentido que la animación compita en una categoría diferente en los Goya? No se distingue entre ningún otro género.
–Si no hubiera una categoría de animación, la animación nunca se llevaría un Goya. La animación no puede competir con la ficción al mismo nivel. Pero por otro lado, para mí es un orgullo poder hacerlo aunque no ganes, porque compites como director y como película. Y una película es buena o no es buena, te gusta o te gusta, conectas con ella o no conectas con ella. En los Oscar compitió 'La Bella y La Bestia' a mejor película. Pero el año que estuvimos con Buñuel estábamos nominados a mejor música, al guion adaptado, a dirección novel y animación; y solo ganamos animación.
–Debe dar mucho coraje que exista esa especie de barrera psicológica con todo el trabajo que hay detrás.
–Claro, pero eso lo tendrán que decidir los académicos. Yo creo que las películas que se hacen son muy dignas y muy buenas.
–'Dragonkeeper' han sido seis años de trabajo, en coproducción con China y en plena pandemia. Ha debido ser un desgaste emocional brutal.
–Brutal. Ahora me ves muy tranquilo, pero no es que esté tranquilo, es que estoy cansado. Estoy agotado, no tengo fuerzas para ponerme nervioso. Ha sido muy desgastante esta película. Nos hemos dejado la piel para que sea lo mejor posible.
–Imagino que el choque cultural ha sido fuerte. Ya no solo en la forma de contar la historia, sino en la manera de trabajar
–Sí y también teníamos un problema de idioma. Ellos inglés hablan muy poco, y nosotros no hablamos chino. Teníamos que tener una traductora allí, y luego está lo que interpretan ellos, cómo son ellos, su manera de llevar la vida. Ellos te dicen 'esto no se puede', pero nunca te van a decir 'esto no lo sé hacer'. Tienes que aprender a leer entre líneas.
–Entonces, ¿ha sido China un buen aliado?
–En su momento es verdad que la película no se hubiera podido levantar si no hubiera estado China, era un garante del proyecto. Pero ha sido complicado, no te voy a mentir.
–Ha querido recuperar la forma de contar de las películas de aventuras de los 90, de 'Los Goonies' e 'Indiana Jones'. ¿Le cansan las películas con un 'gag' tras otro para gustar a toda la familia?
–Eso está bien, pero lo importante es la historia. Si tú tienes una buena historia, la cuentas bien y tienes buenos personajes que cautivan, ya lo tienes todo. No hace falta meter humor gratuito para hacer un 'gag' porque tienes que vender más muñequitos, porque te cargas la película. Forzar una historia porque hay que reírse cada dos minutos, no funciona.
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