Crítica Festival de Málaga: 'La quinta portuguesa', la tapada con la que no contábamos

Tiene un toque muy especial 'Una quinta portuguesa', donde impera la mirada de esta directora dotada para manejar la situaciones extraordinarias en un ambiente cotidiano, marcarlas con emoción e inyectarles algo difícil de describir que funciona de fondo. Ese algo no es humor exactamente, sino más bien empatía y simpatía por esos personajes. Y así acompañamos a Fernando en algo que haría cualquiera: quitarse de en medio e irse a Portugal, por ejemplo. Lo que ya no es tan normal es que se encuentre con un jardinero y que su fugaz amigo se muera de repente, por lo que el profesor decide suplantarlo y convertirse en Manuel. Vivir otra vida que no es la suya, la cual no le gusta. La película tiene puntos de unión con otra cinta que vimos el pasado domingo, 'Muy lejos' ('Molt lluny'). Ambas nos hablan de crisis personales, de la necesidad de resetearse y empezar de nuevo lejos de casa. En el caso del filme de Avelina Prat asistimos a una película sencillamente deliciosa. Ese drama tan humano sobre encontrarse a uno mismo a través de otro está además resuelto con inteligencia argumental y delicadeza visual, a lo que hay que añadir un detalle imprescindible: la elección de Manolo Solo, indispensable secundario, que pide paso en personajes protagonistas. Esta película no se entendería sin su Fernando/Manuel. Y se entendería perfectamente que se llevara la Biznaga al mejor actor de esta edición. Y algo más en el palmarés, ya que 'La quinta portuguesa' es la sorpresa con la que no contábamos.

Siguiendo con el parte meteorológico, el chirimiri que empapa poco a poco lo puso la cinta latinoamericana 'El ladrón de perros', la segunda en liza en esta edición, procedente además de una cinematografía poco habitual, la boliviana, aunque en coproducción con numerosos países. Su director, el chileno Vinko Tomicic, plantea una historia muy atractiva: un limpiabotas, la casta más baja de la sociedad de este país, piensa que un sastre burgués y solitario es su padre, por lo que le roba el perro para acercarse a él fingiendo que lo ayuda a encontrar el can. Con una mirada cercana al documental y un protagonista real sacado de las calles de La Paz es difícil no acordarse de la neorrealista 'El ladrón de bicicletas' como referente de esta crítica al sistema, la miseria y los desclasados, como este protagonista indígena, huérfano y acosado en el colegio por su condición de limpiabotas. La trama no siempre parece acompañar las intenciones, pero el retrato del país es revelador, el joven Franklyn Aro va calando como la lluvia fina y la presencia de Alfredo Castro le da solidez a una historia sobre dos personajes solitarios que se encuentran.

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Por último, los chuzos de punta cayeron en la seca 'La terra negra', una cinta muy personal de Alberto Morais. En realidad, (casi) todas las películas que este año estamos viendo tienen un marcado acento de autor. Morais lo elevó ayer con un relato a contracorriente, de ambientación rural, sobre la redención, la culpa y la responsabilidad, centrada en unos hermanos (Laia Marull y Andrés Gertrudix) algo perdidos y un extraño que llega para cambiarlo todo. Un tipo con una inesperada capacidad sobrenatural. Un superpoder que no es que la película funcione. La cinta es de esas que exigen tiempo al espectador para construir su universo, su tempo y su lenguaje para que todo tenga su explicación. Pero ni por esas aquí se entiende nada. Ni a los personajes, ni la historia.

Con las de este lunes, ya hemos visto la mitad de las películas a concurso y hay firmes candidatos al palmarés. Sobre todo de cine español, ya que al latinoamericano todavía se le está esperando.