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Hace justo 46 años un golpe de Estado instauró una dictadura en Argentina. Mercedes Morán recordaba el «fatídico aniversario» junto a Juan Antonio Vigar momentos antes de recoger el Premio Retrospectiva del Festival de Málaga. Porque ese día cambió para siempre la vida de muchos ... argentinos, la suya también. Estudiaba Sociología en la Universidad pero los militares «vaciaron la carrera de contenido», se quedó «sin sentido» y la dejó. «Algo del futuro que anhelaba se desintegró». Un mazazo que acabó por orientarla hacia la interpretación.
Mercedes Morán es hoy una de las grandes del cine argentino, pero también de la televisión y el teatro. Un rostro amable y cercano, pero también una mujer fuerte y combativa con las causas que cree justas, como la legalización del aborto en su país. «Cuando mi país volvió a la democracia entendí que la mejor manera de conservar esa libertad era practicándola y decidí hacerlo», declaró. Lo hace incluso en contra del consejo de la industria que le recomienda no meterse en charcos. Pero para ser otras mujeres ya tenía a los personajes de ficción: «En mi vida personal no me divierte administrar lo que me pasa, siento o pienso».
Lo dijo en un momento de la conversación: «Fui experimentando la desobediencia y me gustó». Desde joven tuvo un punto de rebeldía. Se casó con 19 años enamorada, sí, pero también con un «hambre enorme de independencia» en un tiempo en el que era impensable irse a vivir sola. Y luego luchó por entrar en Sociología. Siempre le ha apasionado el comportamiento humano. «Siempre fue para mí el mejor espectáculo sentarme en la vereda y ver pasar a la gente, imaginarme cómo sería su vida (...) Pero lo que siempre me fascina es ver cómo se comporta la gente cuando no se sabe mirada. La mirada sobre nosotros nos modifica, no siempre para bien».
Al principio se resistió a hacer televisión. «Me decían que el prestigio se perdía» en ese formato. Paradójicamente fue el medio que acabó dándole la «popularidad más masiva» con su papel en la telenovela 'Gasoleros' emitida a diario en prime-time durante dos temporadas. Aún así, se toma «con pinzas» ese universo: «Estás rodeada de gente que te da la razón, que te dice lo que quieres escuchar. Siempre ha sido muy cauta con la televisión».
En el cine, admitió su debilidad por las óperas prima: «Me resulta nutritivo porque son experiencias irrepetibles, hay algo que solo sucede la primera vez». Y le reconoció a Lucrecia Martel ('La ciénaga', 'La niña santa') el mérito de haber marcado un antes y un después en su carrera. «Somos mujeres que crecimos en el interior, en provincias, y nos reconocemos en el humor, en la manera de mirar las cosas». La presencia de más directoras mujeres, dijo, está abriendo el abanico de la representación femenina en el cine. «Tienen necesidad y curiosidad de contar historias de mujeres más reales, de estar menos en la fantasía masculina y más con los pies en la realidad». Pero «a poco», queda camino por recorrer.
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