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María Barranco: «Me siento igual de ingenua que cuando empecé»Actriz
María Barranco: «Me siento igual de ingenua que cuando empecé»Más que una invitada, María Barranco ejerce de anfitriona cada vez que viene al Festival de Málaga. «Qué bien se está en casa», repite a cualquiera con quien se cruza. La agenda de la actriz malagueña apenas tiene huecos estos días. El viernes por la ... noche posó en la alfombra roja de la inauguración y ayer presentó 'Rubio cobrizo', cortometraje fuera de concurso dirigido por Pablo Quijano y que protagoniza junto a Elisa Matilla. También participará en un homenaje a Agustí Villaronga, bajo cuyas órdenes estuvo en '99.9: la frecuencia del terror'. Y el jueves, 16 de marzo, acudirá al Aula de Cultura de SUR (a las 19 horas en la fábrica de Cervezas Victoria, en La Azucarera) para celebrar el 35 aniversario de 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', la icónica comedia de Pedro Almodóvar que le cambió la vida. «En este oficio», insiste, «o te comes las ojeras porque no paras o te comes las uñas porque no te llaman».
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Pero empecemos por lo último. Porque, a pesar de llevar más de tres décadas de premiada carrera, Barranco aún tiene registros por explorar. Por eso aceptó la propuesta de Quijano, un joven realizador que enseguida pensó en la ganadora de dos Goya y en Elisa Matilla para recrear una guerra de vecinas que se popularizó en los 2000 por un vídeo viral, después de que una de ellas llamara a televisión para intentar solucionar el conflicto. Para Barranco, contra pronóstico, estaba reservado el papel más árido, una mujer «seca y llena de odio, a lo Lola Gaos en 'Furtivos'». Aquel cambio de tono resultó decisivo para que aceptara el papel: «Eso y el magnetismo de Pablo, que tiene luz, un imán que enamora».
Aún hay retos pasados los sesenta, aunque la intérprete malagueña explota su vis cómica cada vez que tiene ocasión, como uno de esos goleadores que tiran a puerta por puro instinto. «Siempre digo que hasta ahora no me han dado papeles tristes porque soy tan joven que piensan que no me ha dado tiempo a sufrir. Ahora puede que ya esté en edad», bromea antes de deshacerse en halagos hacia Quijano: «Me daba mucha pereza hacer un corto, pero me cautivó. Es un director que dará mucho que hablar. Y me pareció genial su plan de trabajo, con tanta preparación que llegamos a tiro hecho. Creo que ha sido uno de los mejores rodajes que he vivido. Y el personaje, aunque es muy sufrido, me divertía mucho. Me he sentido como una niña con zapatos nuevos». Y vuelve a tirar de su habitual sentido del humor para recordarle al director que la lealtad con lealtad se paga: «También he aceptado porque sé que éste (dirigiéndose a Quijano) algún día hará un largo, no te creas, y espero que me llame. Es el principio de una gran amistad».
¿Pero puede conservarse la ilusión en un oficio tan complicado? «Siempre hay que tener un pellizco. Si no, mejor te quedas en casa. Hay actores a los que hay que llevarlos a la marca casi obligados», explica. Pablo Quijano interviene, agradecido por la generosidad de Barranco durante el rodaje: «No es tu caso». «No, no es mi caso», responde ella: «En esta profesión hay rachas, cuando te viene una época buena hay que cogerla. Y yo disfruto trabajando». ¿No disfruta más en el sofá? «Bueno, José Mercé decía que para ser buen cantaor hacía falta mucho sofá. Aquí ocurre algo parecido. Pero no, a mí me divierte el trabajo».
Porque esa joven inocente con pendientes en forma de cafetera que deslumbró al cine español a finales de los noventa en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' no queda tan atrás como parece: «Me hizo ilusión cuando me llamasteis para participar en el Aula por el 35 aniversario de la película, aunque me pasó algo parecido a lo que me ocurrió cuando se celebró el 30 aniversario, que dije 'No puede ser, será el 20 aniversario, ¿cómo va a ser el 30?' Ha pasado en un suspiro, y sobre todo ha pasado la vida. No me he enterado, pero me siento igual de ingenua que cuando empecé».
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Aquella comedia cambió la vida de todo el equipo, empezando por Almodóvar y acabando por sus protagonistas, desde Carmen Maura y Antonio Banderas, que aprovechó al éxito internacional de la cinta, nominada a los Globos de Oro y los Oscars, para comenzar su aventura en Hollywood, hasta la propia Barranco, para quien fue una de sus primeras incursiones en la gran pantalla. Y de qué forma. «Es un regalo maravilloso que me hizo Pedro. Y ahora me acuerdo y saboreo cosas que ni pude sentir en ese momento porque estaba 'atacá', nunca mejor dicho. De repente me reconocían, no sé, ¡en Buenos Aires!». Era otra época, claro: «Las películas duraban un año en cartel, algo que ahora es impensable».
Pero basta de nostalgia. Volver al pasado está bien cuando se trata de un rato, poco más. Y ella lo sabe, por eso solía decirle a Rosa María Sardá, y lo recordaba a menudo la actriz catalana: «Nena, tú cuenta, pero no te remontes». Y Sardá, con una deliciosa tendencia a enrollarse, contestaba: «Es que si no me remonto, María, no sé contarlo». Ahora la malagueña interrumpe la charla con esa misma energía para darle espacio a Quijano, actor y director curtido en el teatro y que ahora disecciona «a esas dos Españas que intentan entenderse eternamente», simbolizadas en 'Rubio cobrizo' en estas dos vecinas condenadas a comprenderse.
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En el personaje de Barranco «se ha enraizado tanto el odio que llega a perder los valores y desarrolla una envidia crónica a la libertad del otro, a la felicidad». Por eso necesitaba a una actriz «que aportase humanidad, algo indispensable para entenderla». La encontró en María, «de quien siempre he sido seguidor». Lo dicho: el principio de una gran amistad.
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