David Trueba junto a los actores Zidane Barry, Vito Sanz y Anna Alarcón. Migue Fernández

La mirada personal de lo universal, en el Festival de Málaga

David Trueba lleva su cámara a Melilla para reflexionar sobre la inmigración en 'A este lado del mundo' y Ruiz Patterson retrata el fin de la infancia en 'Blanco de verano'

Jueves, 27 de agosto 2020, 16:38

El cine bajó este jueves al microcosmos de dos asuntos universales para proyectarlos desde la mirada personal e intransferible de sus directores. La competición oficial del Festival de Málaga encara la recta final con el conflicto de la valla de Melilla visto con los ojos ... de David Trueba en 'A este lado del mundo' y la guerra interior del fin de la infancia contada por Rodrigo Ruiz Patterson en 'Summer White (Blanco de verano)'.

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«¿Por qué la frontera es tan agradecida narrativamente? Porque hay algo de transgresión», se preguntó y respondió David Trueba. Y su película tiene mucho de eso. El director planta su cámara a este lado de la valla de Melilla para filmar una película fronteriza sobre un conflicto «que parece que va a ser eterno». 'A este lado del mundo' reflexiona sobre «la utilización» que se hace de este problema desde la perspectiva de un ciudadano medio español, un tipo «desinteresado» que vive totalmente ajeno a esta cuestión.

Un viaje a Melilla encendió la mecha de este filme que le hizo reencontrarse con el cine de su infancia, con esas fronteras del Oeste americano. «Y los españoles tenemos la posición fronteriza más importante del mundo con esa rara anomalía de tener dos ciudades europeas en el continente africano», señaló. Allí se da «una oferta constante de soluciones para algo que no tiene solución». «Desde el mundo desarrollado lo único que hacemos es poner parches. El mundo se ha convertido en un balón pinchado de fútbol que volvemos a inflar para que nos dure diez minutos», lamentó.

Zidane Barry pone rostro a la inmigración, un joven que saltó la valla de Ceuta y que nunca hasta ahora había ido al cine

En 'A este lado del mundo', un joven ingeniero sin trabajo acepta un encargo en Melilla que le hará ver la realidad de la migración y de la frontera de una manera diferente. Una evolución que han vivido los propios actores. «Nos afectó. Yo siento que esto me ha cambiado, mi modo de consumir se ha visto alterado y algo en mí ha hecho clic. Es una realidad muy dura que pasa diariamente, este comercio alegal, y permitimos que esto suceda», apuntó Anna Alarcón. Como «la inmensa mayoría de los españoles», Vito Sanz desconocía la problemática de Melilla. «Y me impactó, tenemos que ser más conscientes de lo que está ocurriendo», señaló.

El rostro de la inmigración lo pone Zidane Barry, un joven de Guinea Conakri que saltó hace años la valla de Ceuta. Y a él este rodaje también le ha cambiado «muchas cosas». Antes de esto nunca había estado en un cine, jamás se había alojado en un hotel y, por supuesto, no se había puesto frente a las cámaras. Trueba le descubrió tras leer una noticia sobre su elección como rey Baltasar en la cabalgata de Hortaleza. «Y pensé que si alguien hace una cabalgata rodeado de 5.000 niños, un rodaje es facilísimo. No hacía falta haber pasado por una escuela de teatro porque eso es brutal», aseguró con una sonrisa el director, que elogió la «facilidad con la que Zidane entendió» lo que él quería.

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Y eso era crucial porque, como Trueba explicó, el suyo es un rodaje «guerrillero», con pocos medios y la duración justa. «Soy un director difícil. Necesito que el ejército esté muy engrasado para trabajar rápido, necesito actores que entiendan que no pueden ponerse exquisitos o esperar que les venga la inspiración. Tienen que salir por la mañana con ella», sentenció. La película se podrá alquilar desde hoy en su web y llegará, «ciudad a ciudad», a las salas.

Equipo de la película 'Blanco de verano', en rueda de prensa virtual. Eva Sánchez Melendo

Del otro lado del océano llega la historia de 'Summer White (Blanco de verano)'. El filme, ópera prima de Rodrigo Ruiz Patterson estrenada en Sundance, parte de reflexiones personales sobre el fin de la infancia para construir un drama que va «escalando» en intensidad. Aquí un adolescente solitario lo es todo para su madre, pero la relación cambia cuando ella lleva a vivir a su nuevo novio a su pequeña casa en las afueras de Ciudad de México.

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La trama se inspira en su propia experiencia como hijo de madre soltera con una vida por la que «desfilaron muchos padrastros». «Empecé escribiendo la historia de mi infancia, pero me acerqué a Raúl Sebastián Quintanilla (el coguionista) y vimos que no funcionaba, no era interesante, por lo que decidimos ficcionar», explicó en una rueda de prensa virtual. Fue, dijo, como «echar un gancho al pasado y ver qué salía». En el proceso de escritura buscaron dar a la película una «mirada íntima donde la relación de amor entre la madre y el hijo fuera el corazón» del filme. El fuego aparece como un elemento recurrente como «metáfora del interior del personaje, de la ira, de ese fuego que va creciendo y quemándole».

Por la parte del hijo, la película aborda la dificultad para gestionar las fuertes emociones que se viven por primera vez en el paso de la infancia a la adolescencia. «¿Qué hacemos si no podemos hablar? ¿De qué manera las expresamos?», se pregunta. Por parte de la madre, muestra a una mujer que «cubre deficiencias personales con la compañía de su hijo». «A veces, la adultez es más parecida a la adolescencia que la adultez misma», señaló la actriz Sophie Alexander-Katz, que tuvo que trabajar esa relación de apego con el actor novel Adrian Ross Magenty.

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