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Su semblante cautiva a cualquiera. Conversar con una leyenda viva de la vieja escuela del cine español es una oportunidad de exaltar el cine como uno de los tesoros más preciados de este país. El culto a la sabiduría cinematográfica vuelve a Málaga para celebrar ... sus bodas de oro con 'Los nuevos españoles' (1974), aquella película con la que se comprometió hace medio siglo para dar rostro a una imagen hiperrealista de la sociedad en la década de los setenta. A sus 86 años, José Sacristán lo tiene claro. «Muchos de esos españoles han madurado, aunque otros muchos ya han muerto», responde quien fue ganador del Goya de Honor hace dos años. No es de extrañar, aunque el verdadero honor es poder conversar con él.
Al preguntarle por lo que queda de aquellos españoles de los años de la Transición que protagonizan la comedia social con tintes costumbristas reconocida como Película de Oro en este 27 Festival de Málaga, el de Chinchón asevera que queda un aprendizaje y no puede evitar invitar al gran Antonio Machado a la conversación. «Como él decía, 'a distinguir me paro las voces de los ecos' y yo vuelvo ahora a oír unos ecos que me remiten a voces que no me gustan nada», confiesa el cineasta. Para él, esas voces no son otra cosa que las consecuencias de unos hombres y mujeres de este país que están de acuerdo con ellos, por lo que solo queda ver «cómo lo hemos aprovechado o si no hemos sido suficientemente eficaces», apostilla. Lo que sí rescata del tiempo presente es el coraje, el entusiasmo y las ganas de contar historias destacando que «la aparición de mujeres cineastas ha demostrado que tienen un talento de la hostia».
Aunque esta conversación se da en la terraza del Hotel AC Málaga Palacio, Sacristán se traslada durante unos minutos a aquel joven cineasta que iba al Padilla a ver a María López. «Esto ya no está, yo tengo un cine en mi casa, hoy día todo el mundo tiene un electrodoméstico de 80 pulgadas en 4K», explica sin tapujos al recordar todos aquellos sentimientos de satisfacción y esfuerzo que se cruzaban en su interior para ahorrar e ir al Palacio de la Música a ver 'La Túnica Sagrada' (1953). A Sacristán la palabra 'nostalgia' no le transmite reciprocidad, pero sí «una melancolía latente en toda esa sensación de pérdida por saber que vas a morir rodeado de hijos de puta, ladrones, chorizos, miserables, necios y estúpidos», dispara sin anestesia. Y recuerda con cariño aquel grupo de optimistas melancólicos que formó con muchos amigos–Luis García entre ellos–del que guarda muchas anécdotas. «Para mí hay un capítulo muy importante en mi vida y es no descuidar ni una tilde, no olvidar de dónde y de quién vengo», apuntó.
Otro tema que aterriza frente a la panorámica de Málaga es el salpique de los escándalos sexuales al cine español, como ha ocurrido con 'Magical girl' de Carlos Vermut, película en la que Sacristán daba vida a uno de los personajes. «Yo lo siento porque he hecho con él una de las películas más interesantes de toda mi carrera, creo que la persona que ha hecho el atropello debe pagar las consecuencias, pero que no afecte a su obra», asume reivindicando la importancia de que estos actos se denuncien públicamente.
A Sacristán le gusta seguir trabajando y hacerlo con jóvenes, pero no puede evitar traer la realidad del mundo a la mesa. No es la primera guerra que vive. «Lo que está pasando en Gaza es una ignominia para el planeta entero, es una vergüenza para todos nosotros, se me ponen los pelos de punta de pensar que Trump vuelva a ganar», declara el cineasta, que no puede evitar debatir sobre este tema por la cantidad de incoherencias que encuentra en el ser humano. «Ahora nosotros nos hemos convertido en esa multinacional norteamericana 'Bruster & Bruster' dentro del seno de nuestro país», apostilla horas antes de levantar el galardón por aquella película dorada que tampoco está lejos de la actualidad.
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