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Es su día y se nota. Da igual que en la jornada anterior terminara a las once de la noche de actuar en las Naves del Español de Madrid y que ahora tenga una entrevista cada diez minutos (de reloj). «No sé de dónde saco ... yo la charla», admite al terminar la entrevista con una sonrisa. Pero está feliz, saluda a todo el mundo, se hace fotos con quien se lo pide y derrocha simpatía con la prensa. Porque este lunes aquel muchacho de Albelda de Iregua (La Rioja) que no quiso ser agricultor recogía un premio a su trayectoria cinematográfica en Málaga. Parece que no se equivocó.
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Javier Cámara levantó el Premio Málaga SUR de un festival que le ha visto crecer profesionalmente, del que se ha llevado dos Biznagas ('Torremolinos 73' y 'Fuera de carta') y donde ya es un imprescindible. Para demostrarlo, horas antes de ese momento, descubrió el monolito con sus huellas en el paseo marítimo Antonio Banderas con toda una declaración de intenciones: «Nunca voy a renunciar a la comedia, nunca voy a renunciar a lo popular y nunca voy a renunciar al Festival de Málaga».
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Regina Sotorrío
–Hoy es un día de muchos piropos. ¿Cómo lleva los halagos?
–Los halagos se llevan bien. Tengo la terapia hecha, no hay problema. Los halagos hay que recibirlos de una forma muy cariñosa. La gente no se acerca a decirte algo feo. Y normalmente cuando alguien hace un halago es porque le ha tocado algo de lo que has hecho o de lo que has dicho.
–Un premio así obliga a echar la vista atrás. ¿Qué es lo que ve?
–Pues es que os habéis empeñado en darme un premio a toda una trayectoria y yo siento que ha ido a un ritmo tan alto todo esto que no me ha dado tiempo a pensarlo. Entonces ahora me tengo que poner a pensar y es que tampoco quiero pensarlo, lo que quiero es seguir. A la gente que se lo merece antes que yo, ya se lo habéis dado. ¿no? Hay tanta gente a la que admiro que seguramente no lo tienen... Me ha tocado a mí por una serie de circunstancias. Imagino que la popularidad, la comedia, los premios aquí en Málaga... No sé, me siento muy halagado. Es muy bonito venir aquí a Málaga, que te den un premio precioso y pasar un día con amigos y con el calor de esta ciudad que es mágica.
–¿Siempre confió en sus posibilidades?
–No, claro que no. No me vine abajo del todo, ¿eh?, porque yo creo que tenía una mezcla de inconsciencia y de determinación. Creo que no tenía donde volver. Tenía a mi familia, pero no quería volver ahí porque me había costado mucho salir de ahí. Entonces si iba hacia otro lado, iría hacia otro lado, peor o mejor, pero hacia otro lado. No fue fácil.
–Alguna vez ha contado que sufrió 'bullying' de niño. ¿Algunos de los que le hicieron daño fueron a buscarle cuando alcanzó la fama?
–Pues no, y no hace falta. Eso lo colocas. Te voy a decir una cosa, cuando alguien te ha hecho algo feo, está ahí siempre, lo que pasa es que vas a un terapeuta y lo colocas y refuerzan las cosas buenas. Han pasado demasiadas cosas bonitas en mi vida como para que todo eso no haya sido curado. Y hay mucha más gente que ha podido pasar cosas mucho más terribles que yo, yo soy un caso muy común de chico de pueblo homosexual que tiene sus primeros escarceos y ve que en ese pueblo se ahoga.
–Bueno, pero eso hay que vivirlo. No es sencillo.
–Pero en los casos de 'bullying' a mí me defendían mucho mis amigos. ¡Se pegaron por mí! Yo los amo y los tengo cerca. Fueron casos muy concretos, pero sí es cierto que te marcan mucho como niño. Ahora, gracias a dios, ves las generaciones de chicos y chicas que están por delante de ti y dices, jo, si esto hace 40 años hubiese sido así, todo hubiese sido más fácil. Pero bueno, uno aprende de todo eso y yo me alegro de que este país haya evolucionado hacia un lugar mejor.
–En cualquier caso, somos humanos y debe dar cierta satisfacción el decir 'mira hasta dónde he llegado', sabiendo todo lo que le ha costado.
–Por mi madre, por ejemplo. Y me encantaría que mi padre estuviera vivo. Tendría 94 años y sería un tipo estupendo, un agricultor estupendo. Habría seguido muy de cerca todas estas huelga de la agricultura, y lo hubiéramos discutido. Era un filósofo precioso del campo, un hombre que hablaba con los pájaros. Qué pena que mi padre no esté aquí. Qué pena que no vea que a su hijo, que no quería estar en agricultura y que no se quería manchar las manos de barro, le están premiando en un lugar así. Cuando uno recibe los premios siempre señala para arriba, para el cielo. Pero es que mi padre se fue hace tantos años ya...
–¿No le vio triunfar?
–No, no. Él vio un capítulo de 'Ay señor, señor', pero ya la morfina le estaba afectando mucho. Pero bueno, me alegro por mi madre, por mi familia, por mi entorno particular, por la cantidad de amigos que tengo, que se alegran muchísimo y que sienten esto como parte de su éxito también. Hay una cadena de éxito alrededor que no es el tuyo solo, sino que ellos se sienten orgullosos de ti, incluso a veces más que tú.
–¿Y usted se siente más orgulloso de los 'síes' que ha dado o de las cosas que no ha hecho?
–Hay cosas a las que he dicho que no y con las que he sido un poco gilipollas. No te creas que adivinas siempre, ¿sabes? Y dices ¿cómo dije yo a esto que no, esto es una maravilla? No lo diré para que nadie lo sepa. Errores hay muchos, pero es verdad que se aprende mucho más de ellos. Los halagos, las cosas bonitas, los premios y tal sirven para llenarte más el ego, que ya lo tengo que me sobra porque en mi caso recibes cariño todo el tiempo por las calles....
–¿Y no se le ha subido a la cabeza?
–¡Cómo se me va a subir! No, hombre, no. Ya tengo 57 años.
–¡Pero también fue joven!
–Mira, a los 24, cuando hice 'Ay señor, señor' vinieron dos amigos, una es ahora una jefa de cásting importantísima que se llama Rosa Estévez y él es un representante que se llama Javier Candil, y me dijeron 'como digas una tontería más, te dejamos de hablar'. Y a la primera de cambio lo entendí. Me puse colorado.
–Una y no más.
–Una y no más. Y siempre la recuerdo.
–¿Qué le motiva ahora?
–El talento. El talento en cualquier rincón, el talento joven, la libertad, las ideas de todas las directoras que hay ahora haciendo películas que son tan personales, tan auténticas, tan confiadas, tan defendidas, tan rodeadas de otras mujeres. Qué maravilla. Siempre han trabajado con presupuestos ínfimos, siempre han estado buscando la última peseta y de repente han hecho joyas con poquísimo dinero, personales, bellísimas... Todas esas directoras, todas esas actrices que tienen tan claro esta sororidad, este feminismo que está empapando todo de un líquido amniótico que nos está esperanzado a todos. Todo eso, el talento de las nuevas generaciones, el talento de cualquier chico o chica que viene a trabajar contigo y dices ¿y esta frescura? Estar abierto a ese talento me fascina.
–¿Y qué le asusta?
–En esta profesión ya no me asusta nada. En nuestro mundo hay una red de seguridad brutal. Los de 'La sociedad de la nieve' estaban en la nieve, pero estaban protegidos. Otra cosa es la vida, en la vida no hay protección. Pero en el cine, en el arte y en el teatro, sí.
–Antes hablaba de cómo ha evolucionado este país, pero ¿teme que pueda haber una vuelta atrás?
–Claro, hay que seguir luchando por los derechos. Pero hay una sociedad que está muy concienciada. Es verdad que cada vez está más polarizada, porque lo están intentando polarizar y es terrorífico, pero seguiremos luchando y yo creo que la española es una sociedad muy valerosa.
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