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La actriz y ex directora del Salón Erótico de Barcelona, Sílvia Rubi, interviene en el corto documental.
Una habitación propia y con conexión para el porno
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Una habitación propia y con conexión para el porno

Cuatro jóvenes directoras exploran en el corto documental 'DIYSEX' cómo rodar una película pornográfica ética y que guste a las mujeres

Jueves, 27 de agosto 2020, 00:28

«Son las tres de la mañana, no puedo dormir, ¿remedio infalible? Masturbarme». Es la voz con la que arranca uno de los cortometrajes a concurso en la sección documental del Festival de Málaga. Podría ser la voz de cualquiera, pero es femenina. ¿Qué recursos tiene una mujer cuando quiere gestionar su propio orgasmo? Se lo preguntan cuatro jóvenes directoras en 'DIYSEX' (Do it yourself sex), una de las muchas propuestas con mirada feminista que alberga el certamen. Cuando se ponen manos a la obra, dicen, casi nunca recurren al porno. Después de mirar mil páginas, se aburren y prefieren volver a la elástica fantasía de su imaginación, lo que ven en la pantalla no les representa. Escenas más propias de National Geographic, hombres sin cabeza o sexo lésbico. Poco más. Esta cinta se plantea cómo hacer una película porno que les guste también a las mujeres.

María Lorente, Mariona Vázquez, Yaiza de Lamo y Juno Álvarez se encontraron en un máster sobre teoría y práctica del documental creativo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Estaban en un momento de exploración propia, de encontrar esa habitación que también les permita 'ser' en lo sexual. «Por diversos que sean los sexos, se confunden; no hay un ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista», decía Virginia Woolf. Así que el primer interrogante estaba claro: por qué deseamos lo que deseamos las mujeres y si cabría una manera diferente de mirar. De esta búsqueda de un imaginario pornográfico afín trata este filme íntimo, cercano, directo.

La discusión avanza al ritmo de esa indagación paso a paso, que se sustenta en potentes imágenes retro pop, locas, divertidas, algunas asombrosas, y otras más actuales que les cedieron varias productoras de Barcelona. El collage y la animación transforman estos códigos de sobra conocidos con un toque de humor y al mismo tiempo sirven para situar visualmente los interrogantes. Internet ha sido una de las grandes fuentes de recursos.

«Material maravilloso»

«Hay un material libre de derechos maravilloso en los bancos de imágenes», asegura Yaiza de Lamo. Al margen de los vídeos más antiguos, con cierto aire de serie B, lo que hallan las cuatro jóvenes no deja de ser un catálogo de mujeres perfectas, sin vello y con abdominales marcados, que tienen orgasmos casi sin esfuerzo, así un repertorio casi infinito de penes. «¿Eso es todo?», se preguntan, y añaden: «no nos molestan las prácticas falocéntricas, no se trata de acotar, pero sí nos irrita que representen la gran mayoría de propuestas, porque eso supone dejar fuera todo lo demás». Dónde están la variedad de razas, los cuerpos diferentes, las ideas fuera de norma.

El porno es una forma tan válida como cualquier otra de hacer cine, el proceso es el mismo

Las etiquetas categorizan el mundo con una mirada exclusivamente masculina

El 'mainstream' se centra en los genitales, como si el sexo no se pudiera expresar con otras partes del cuerpo

Dispuestas a descubrir ese «todo lo demás», sacan a escena dos apelativos recientes de la industria del porno: ético y feminista. Charlan con trabajadores del movimiento alternativo y entienden que hacer porno significa viajar por la sexualidad de quien actúa y de quién está detrás de la cámara. Y esa doble significación no está muy lejos del resto de géneros cinematográficos. «Hemos aprendido que el porno es una forma tan válida como cualquier otra de hacer cine porque básicamente el proceso es el mismo. Así que los derechos deberían ser exactamente iguales, eso es lo ético», apunta De Lamo. La desprotección laboral de las trabajadoras sexuales es uno de los aspectos a los que apunta directamente el documental. Para lograr una pornografía ética habría que empezar por asegurar unas condiciones dignas para el sector. También los roles han de transformarse más allá de lo que denominan «la heteronorma». El porno «mainstream» no concede el mismo peso ni el mismo poder al hombre y a la mujer.

Documentales sobre animales ilustran el modo en que ven el porno actual.

En este sentido, la que fue directora artística del Salón Erótico de Barcelona, Sílvia Rubi, señala un elemento clave del proceso: el guión. «Si queremos que una película sea feminista, los dos personajes han de ser fuertes, en el sentido de que no exista un rol de poder, y esto no ocurre», destaca. Las cineastas agregan que «todo se centra en los genitales, como si el sexo no se pudiera expresar con otras partes del cuerpo o con el contexto».

Selección de actores

El argumento es el camino que deciden transitar en busca del sexo perdido y se proponen entonces avanzar con la selección de actores. No tardan en dar con otro de los factores significativos de esta dictadura del deseo, las etiquetas o 'tags', que categorizan el mundo con una mirada exclusivamente masculina. Las propias actrices dicen no sentirse identificadas ni siquiera con lo que han rodado. Todo se reduce, se somete. La palabra nunca es inocente y nombrar significa resignificar, ampliar el territorio de lo humano.

El universo observado y retratado a medida de una sola mitad. Dejando fuera las necesidades y fantasías de la otra parte. No es una cuestión baladí, numerosos estudios sitúan la edad media de acceso al porno por debajo de los 14 años (muchos comienzan antes de los diez), es decir, el momento en el que están descubriendo su sexualidad y la manera de relacionarse con el mundo. En el cine, la literatura, la música, en el arte en general, las voces femeninas han sido silenciadas durante siglos. Hablar de pornografía hoy sigue siendo un tabú, pero el deseo femenino existe y tiene una voz particular. «¿El problema es lo que se ve? lo que he visto me pone, sin duda, pero también me ponen muchas otras prácticas que nunca han sido representadas y otro tipo de cuerpos que jamás aparecen». Es una de las reflexiones de la protagonista del documental. Derecho a un espacio propio, no sólo en la imaginación, sino también en la pantalla.

Utilizan collage y animación para intervenir imágenes de pornografía retro.

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