Vienen en monodosis, requieren conservación en frío y se sirven con jeringuillas. En el Festival también se ponen vacunas, aunque son de vermú. Las trae Malmurfusión, una marca especializada en productos gourmet que estos días calma el hambre y la sed de invitados y periodistas ... en la terraza del Málaga Palacio. A falta de alcanzar la inmunidad de grupo, para la que aún faltan semanas, el reto ahora consiste en conseguir la ebriedad de rebaño, que aún es fin de semana y los cuerpos lo saben. Con paciencia de figurantes, en segundo plano pero imprescindibles, Javier y Manuel López sirven queso holandés con crema de mango axárquico, ajoblanco con carne de membrillo, ostras y esferificaciones de aceite de oliva con trufa y sal negra. De las ostras se ocupa Elías Tang, subcampeón del concurso para elegir al mejor abridor de ostras de España. «No hay más secretos que tener rapidez, limpieza y certeza», explica, «además de saber dónde tiene el músculo abductor la ostra y ser habilidoso». Como en la vida, «más vale maña que fuerza».
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La lluvia intermitente que cae el sábado por la mañana concentra todas las entrevistas en el interior de la última planta del hotel, convertida en un pasaje del terror para hipocondríacos: en unos pocos metros cuadrados coinciden el personal de la azotea, miembros de la organización, los equipos de las películas, periodistas y algún curioso acreditado. Por momentos sobreviene la sensación de que sólo puedes salir de ahí interrogado o deprimido. Hasta que pasas por la campaña de vacunación de vermú: no sin mis dos dosis. El tiempo ofrece una tregua para hacer las recurrentes fotografías con la Catedral de fondo, un bonito pero repetido escenario. Alejandro Amenábar, el protagonista de la jornada, obedece las indicaciones de su estresada jefa de prensa, que cronometra cada intervención para llegar a tiempo al descubrimiento del monolito que lleva las huellas del director de 'Mar adentro': «Ahora aquí», «tenemos una tele», «toca grupo de prensa». Andrea Duro, desde cuyos tacones podrían practicarse deportes de riesgo, acepta gel hidroalcohólico después de sostener el micrófono para mandar un saludo a un medio impronunciable. También Pol Monem, que sólo tiene 26 años pero ya es un viejo conocido del certamen, al que vino hace casi una década con 'Los niños salvajes', se suma al protocolo contra el coronavirus.
Salva Reina y Ana Polvorosa se resisten a compartir sus anécdotas más locas de estos días de festival y vermú. «Lo que pasa en Málaga se queda en Málaga», defiende Reina. Polvorosa estalla en una carcajada: «Secundo todo lo que dice Salva, que es maravilloso». Pero el actor malagueño se arranca: «Nos han pasado muchas cosas, pero ninguna para que se publique en el diario de referencia de Málaga. No quiero que mis vecinos pierdan el poco cariño que ya me tienen, aunque recuerdo que la primera vez que me invitaron participaba en una película, '321 días en Michigan', por la que me dieron el premio ex aequo, que para quien no lo sepa significa 'empatao', a mejor actor de reparto». Polvorosa vino por primera vez cuando aún era «la Lore» de la serie 'Aída': «Nos bajábamos del coche y no dábamos abasto. Todo el mundo nos llamaba. Fue guay y emocionante».
En la última planta del Teatro Cervantes casi todas las miradas se dirigen a Candela Peña, no sólo por el floripondio de su vestido, capaz de sacar un ojo a quien se acerque demasiado, ni por su imponente trayectoria, que la tiene, sino porque vocifera incluso cuando saluda. No ha venido a pasar desapercibida, y hace bien: al sector le faltan estrellas como Peña, deslenguadas e irreverentes, despojadas hace tiempo del corsé de la corrección política. Nueva musa del programa 'La resistencia', la intérprete ya es una fija de cada edición en Málaga: en 2013 protagonizó uno de los momentos más épicos del festival cuando se tapó la boca con cinta americana al recibir el premio a mejor actriz por 'Ayer no termina nunca', de Isabel Coixet. Era una forma de protestar por las críticas recibidas por su discurso en los Goya, semanas antes, cuando reivindicó la sanidad pública, como si hubiera visto venir la crisis del Covid, y pidió a los medios que le echaran un cable porque «de los premios no se come».
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Aunque pueda parecer inconsciente o, nada más lejos de la realidad, improvisada, Peña, que ha vuelto este año para presentar 'Maricón perdido', la aplaudida serie de Bob Pop, destila profesionalidad en cada rueda de prensa, en cada entrevista, en cada photocall. Sabe que hemos venido a jugar. Por eso da titulares cada vez que abre la boca: «No quiero a quien no quiera a los maricas», «A los negacionistas les diría que vayan de voluntarios a un hospital público». Sin personajes como ella, libres del miedo a opinar más allá de su metro cuadrado de película o serie, rodeados como estamos de entrevistados descafeinados cuyas declaraciones se asemejan cada vez más a los argumentarios de los partidos políticos, la próxima pandemia sería por aburrimiento.
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