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El cine mira a lo rural en una de las jornadas más satisfactorias de lo que llevamos de Festival de Málaga. La competición oficial se movió entre la emoción de 'Live is life' y la sorpresa de 'Destello bravío'. Dos películas con actores naturales –sin experiencia previa– que conectan al público con la magia de ese mundo olvidado. Las aventuras de cinco adolescentes en una aldea de Galicia dejaron paso a la rutina de un pueblo cualquiera de la España vaciada. La Sección Oficial pasó así del cine con vocación comercial de Dani de la Torre al más experimental de Ainhoa Rodríguez, y ambos fueron aplaudidos por la honestidad de sus propuestas. La argentina 'Cómo mueren las reinas' completó la competición oficial con un nuevo viaje al campo para contar esta vez una oscura historia de deseo.
'Destello bravío' no es una película convencional y su rueda de prensa tampoco podía serlo. Con cuatro mujeres entonando la jota extremeña 'La uva' comenzó la presentación del arriesgado debut en la dirección de Ainhoa Rodríguez. Ellas son las protagonistas de 'Destello bravío', amas de casa y cuidadoras de la Extremadura rural que por primera vez se colocan frente a la cámara para mostrar la España vaciada desde dentro. «Es la historia de un pueblo suspendido en el tiempo, en descomposición, que sueña con su infancia perdida, y de mujeres que aguantan el peso de tradiciones heredadas pero que poseen una fuerza física, soñadora y sexual que va a mover montañas«, resume la directora.
Rodríguez convirtió un pequeño pueblo de Tierra de Barros, donde están sus orígenes, en su «Cinecittà». Se fue a vivir durante casi un año a Puebla de la Reina, necesitaba «formar parte de la comunidad» para ir construyendo el guion con la propia realidad de sus habitantes. Sobre todo, de ellas. Fue un trabajo «muy libre y sin corsé». 'Destello bravío' se fue gestando en un laboratorio de cine para mujeres que la directora desarrolló en el pueblo. «Todo fue natural, con cariño y mucho esfuerzo, artesanalmente. Y se fue produciendo esa magia y esa entrega frente a la cámara». En sus encuentros y en sus vivencias con ellas, la realizadora y guionista se iba impregnando de forma «orgánica y natural» de sus fantasías e imaginaciones. «La fabulación es esencial en cualquier sociedad para encontrar un sentido a la existencia. En una tierra de campo, encinas y sol extremo hay que fabular para volar lejos«, asegura. Y eso deriva en un realismo mágico y esotérico que salpica toda la película.
En un lugar perdido y olvidado de la España rural donde nunca pasa nada, «nos llega Ainhoa y nos pone a todos patas pa'arriba», reconoce Carmen Valverde, presidenta de la asociación de mujeres de Puebla de la Reina en la ficción y en la realidad. Para Isabel María Mendoza, 'Destello bravío' le ha dado la oportunidad de cumplir un sueño de niñez. Siempre quiso ser artista, «porque actriz no se decía entonces». Y sus padres se lo negaban «porque no estaba bien visto». «Me tira el arte», reivindica.
Ellas también arriesgaron mucho. Una de las escenas más impactantes de la película es cuando todas entran en una especie de trance sensual y sexual como expresión de liberación colectiva de las ataduras del patriarcado. «Empezamos a bailar y a jugar. Fue placentero, encontramos un lugar común de confianza donde ellas se sintieron libres», explicó la directora. «Fue mágico», añade Carmen. Pero todavía están muy presentes esas herencias del pasado: «Yo soy una mujer femenina, la sexualidad es algo muy importante en la pareja. Soy una mujer que siento lo que tengo que sentir. Esto en el pueblo no se puede decir porque te toman como la fresca del pueblo», admitía Isabel.
Es un cine experimental, una película «desinhibida» –en palabras del productor Luis Miñarro– con un punto de suspense (a lo 'Twin Peaks' para muchos). Porque lo que en realidad cuenta 'Destello Bravío' es un trágico suceso, una «amenaza»: «La desaparición del tipo de vida tradicional y la llegada de ese mundo globalizado».
De la Extremadura profunda a la Galicia más recóndita. En la puerta del Teatro Cervantes, en la sala, en la zona de prensa de la tercera planta... En todas partes se entonaba ayer el éxito de la banda austriaca Opus 'Live is life'. Una prueba de lo que gustó el primer pase de la mañana en el Festival de Málaga. Dani de la Torre emociona con el viaje al verano de su adolescencia de 'Live is life', una nostálgica película sobre las aventuras de una pandilla en la Galicia de los 80. «Es la primera vez que me siento orgulloso de un trabajo», asegura su director.
De la Torre cambia completamente de registro en su tercera película de la mano del guionista Albert Espinosa. 'Live is life' es la crónica de esas «tardes interminables de verano y de descontrol con la pandilla» que se han quedado grabadas a fuego en su memoria. Cinco amigos se reencuentran en la que «puede ser su última aventura como adolescentes». Y hay carreras de bicicletas sin cascos, travesuras en casas ajenas, piques con los malos del pueblo, petardos, cromos, teléfonos de rueda, el primer beso… 'Live is life' es el compañerismo, el «hacer piña», el arriesgar e ir todos a una de la adolescencia. Pero también están el dolor por la ausencia de un padre, la enfermedad de un hermano y la muerte por las drogas.
Los jóvenes Javi Casellas, David Rodríguez, Adrián Baena, Juan del Pozo y Raúl del Pozo debutan con sobresaliente en el mundo del cine, con una enorme naturalidad que traspasa la pantalla. Para ellos fue «una aventura impresionante», en palabras de Rodríguez. «Vamos a ser colegas ya para siempre», decía uno de los hermanos Del Pozo. Y, sobre todo, ha sido muy divertido. «A veces me olvidaba de que estaba trabajando», admite Casellas.
Cuando a Dani de la Torre le llegó este guion su madre enfermó de cáncer. «Este no era mi código, no sabía qué hacer». Entonces, como siempre, le contó el proyecto a ella. «Me dijo, 'hijo déjate ya de tiros y haz esta película'. Se murió dos meses después de esa conversación». Y le hizo caso. «Fue algo mágico volver a mi tierra, a la adolescencia, acordarme de ella todos los días en el rodaje y en la vida», dice emocionado.
'Cómo mueren las reina' sigue en el mundo rural, esta vez en una granja de abejas y, como ellas, los protagonistas de esta historia viven atrapados en su colmena. El argentino Lucas Turturro debuta en la dirección con 'Cómo mueren las reinas'. «Empieza siendo una película entre adolescentes, sobre la tensión e iniciación en lo sexual. Cuando ese deseo se empieza a trabar es donde la película se empieza a poner oscura de una manera sugerente«, analiza su director. En el filme, dos hermanas adolescentes viven en la granja de su tía trabajando en la producción de miel. La llegada de un primo sacude la quietud del campo y desestabiliza la unión de las hermanas. La elección de las abejas no es casual. Tiene »simbolismo« por cómo funciona una colmena y esta familia, con el rol de la reina, las obreras y el zángano. Pero también, aportan tensión a la película con ese zumbido constante del insecto. Una tensión que gestiona con buena nota la joven Lola Abraldes, que debuta en el cine con esta producción.
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