Crítica Festival de Málaga: el cine amable de David Trueba salva una jornada de películas malogradas

Trueba nos lleva a una sola localización, una casa en Mallorca, para narrar la separación de una pareja que acude a ver a un amigo retirado en el paraíso. El viaje tiene truco ya que el dúo quiere su anfitrión haga de ese hombre bueno que les ayude a poner punto y final a su relación sin tirarse los trastos a la cabeza. Jorge Sanz en un papel contenido de mediador que es toda una novedad y la pareja formada por Vito Sanz y Macarena Sanz –ella sorprende por su frescura y encanto–son los tres efectos especiales de esta modesta película que aprovecha los diálogos del acreditado guionista David para el director Trueba para componer una película amable y honesta que apela al entendimiento y al encuentro, pero en la que la puesta en escena resulta un lastre. Muy maravilloso el rincón y las vistas, pero la sensación de teatralidad acaba por pesar en este relato sencillo y manejado con oficio que se deja ver sin esfuerzo, pero también sin chispa.

Para completar el menú, la sección oficial acogió otras dos películas, ambas meritorias, ambas fallidas. Entre las nuevas miradas de la sección oficial conocimos a Sonia Méndez, que llegó con la carta de presentación de 'As Neves', una seductora propuesta sobre un grupo de adolescentes que se quieren comer el mundo, pero que viven en una zona montañosa de Galicia que se queda aislada por esas nieves del título. Para recalcar los polos de esta puesta en escena, la directora construye una intriga que parte de la propagación por redes de un vídeo íntimo de una chica durante una fiesta, la cual acaba desapareciendo. El 'ciberacoso', las drogas, el desfase y el enfrentamiento de estos jóvenes a sus actos planean en un principio en esta película que nos habla de la hiperconexión de las nuevas generaciones con los móviles en un paisaje real de absoluta incomunicación, pero la película se desliza hacia la intriga de esa desaparición y hacia un 'thriller' en el que, francamente, no se entiende ni la investigación policial ni los personajes de los amigos de la joven, malogrando una película que no sabe si entretener o agarrarse al sello de autor.

Por último, el cine peruano también llegó a la competición oficial con la propuesta visual y cinematográfica más sugerente de la jornada, 'Yana-Wara', película póstuma de Óscar Catacora, que ha sido concluida por su tío, Tito Catacora. Ambos proceden de la comunidad aymara de los andes, que es la gran protagonista de esta producción que combina una ambientación casi documental con una fotografía en blanco y negro que nos descubre una cultura primitiva que lucha por su supervivencia. Esa reivindicación da paso a un relato sobre el machismo, la pobreza, el conservadurismo, las tradiciones ancestrales, la religión y, particularmente, la violencia de género y el abuso con el protagonismo de una niña de trece años. Relato aterrador, icónicamente poderoso, que pierde interés y se repite en una sucesión de posesiones y espíritus malignos. Una 'semilla del diablo' que difumina la triste historia de la pequeña Yana-Wara.