El Festival de Málaga destapa las cloacas del Estado con 'Código emperador': «Hay cosas muy bestias»

Él es en la ficción Juan, un agente de los servicios secretos que mientras lucha contra el tráfico de armas realiza trabajos extraoficiales para proteger los intereses de la élite. Desde un político a un futbolista. Un trabajo sucio de limpieza de imagen que se sustenta en el control de la información, en archivar vídeos, fotos y situaciones comprometidas que garantizan que el otro no hablará. 'Código emperador', que hoy mismo llega a los cines, llama la atención sobre el potencial de los datos «y cómo pueden acabar condicionando la vida política de un país» según se utilicen.

«No me gusta inventar mucho, me gusta conocer historias reales», dice Guerricaechevarría. Por eso buena parte de lo que aparece en el largometraje, «el 70%», procede de la hemeroteca, de bibliografía sobre sonoros escándalos y de la experiencia personal de espías con los que se ha entrevistado. Cualquier parecido con la realidad es, apostilla, «una lástima». Porque sucede. «¿Cuántos dossieres están guardando esperando a si, como se dice en la película, se le ocurre a uno cumplir lo prometido en las elecciones y hacer algo fuera del programa?», se pregunta el guionista. Y nadie está libre de riesgos. «Yo tengo la cámara del ordenador tapada desde antes de esta peli», admitió Tosar. Por si acaso.

«Los ciudadanos sólo podemos aspirar a conocer la punta del iceberg, lo que hay debajo ni te imaginas», apunta Miguel Rellán, que se llevó esta mañana el primer aplauso de la prensa por la Biznaga Ciudad del Paraíso que recogerá en la gala inaugural. Habitualmente en papeles amables, en 'Código emperador' es el cabecilla de las operaciones oscuras de los servicios secretos. «Siempre decís que yo no tengo cara de mala persona, pero es que los malos no la tienen. Y eso es lo malo», argumentó tras agradecer que Coira haya sido en este sentido «un director con imaginación».

En este mundo tan «testosterónico», 'Código emperador' cuenta con tres potentes papeles femeninos: María Botto en el rol de periodista, Alexandra Masangkay como la empleada de hogar de una casa vigilada por los servicios secretos y Georgina Amorós como la chica joven usaba de cebo. Ellas son, curiosamente, quienes se rebelan contra el orden establecido, las que reaccionan de forma más visceral ante la manipulación y quienes luchan por contar la verdad.

Pero la forma en la que están representadas generó debate en la presentación: son mujeres jóvenes vinculadas a hombres mucho más mayores. «Es importante que eso empiece a chirriar. Durante mucho tiempo lo hemos aceptado sin cuestionar, es interesante que esta película lance estas preguntas. Es una buena señal de que las cosas están cambiando», aplaudió Masangkay. Pero en este caso, añadió Botto, está justificado por la historia: «Ese punto de vista donde todo sigue igual, donde las mujeres jóvenes son vistas y usadas de una determinada manera, viene a reforzar de lo que se está hablando en esta película: quién está en el poder».