La jornada empezó en el Brasil de hoy y acabó en la España de los 50, dos retratos distanciados en el tiempo y el espacio con el nexo en común de hablar «de nosotros», de reflejarnos como sociedad en el cine. La competición oficial del Festival de Málaga se despidió este viernes con el «melancólico» regreso de la mirada de Rafael Azcona en la adaptación de 'Los europeos' (Víctor García León) y con la oportuna radiografía de la corrupción en Brasil que traza 'Tres veranos' (Sandra Kogut), desde la óptica de «los invisibles», los empleados de los ricos.
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Ellos son los extras de lo que parecía una «telenovela» en el Brasil de los años 2016, 2017 y 2018. «Teníamos muchos escándalos de corrupción, historias de gente yendo a la cárcel, personas poderosas de mucha plata», cuenta la directora y guionista Sandra Kogut. La televisión se hacía eco de esos casos «pero nunca podíamos ver lo que pasaba con la gente que está con los ricos». Ella se propuso capturar ese momento a través de los empleados que asisten poco a poco a la caída del patrón. 'Tres veranos' sigue a una ama de llaves de una casa de playa de una familia rica de Río de Janeiro durante tres navidades consecutivas (verano en el hemisferio sur).
El filme termina en 2018, justo antes de que la extrema derecha llegara al poder. «Y cuando vemos la película podemos ver que las señales de lo que estaba viniendo estaban ahí pero la gente no lo percibía», reflexiona Kogut.
La actriz Regina Casé interpreta a esa mujer entre dos mundos («empleada de los patrones y jefe de los empleados») que se acerca a otro «figurante» de la historia, el personaje del abuelo al que da vida un «señor del teatro brasileño», Rogério Fróes. «Él es la reserva moral, el único personaje humanista de la película. Vemos junto a él que no hay lugar para ese tipo de valores», detalla la directora.
La película se rodó con una sensación de «urgencia», en apenas 24 días, y en el mismo momento en el que estaba Brasil en crisis. Y eso para Sandra Kogut fue determinante porque hizo que muchas de las escenas las viviera el mismo equipo de rodaje y porque facilitó que «con poca plata» pudieran acceder a rodar en una mansión: «Esa gente estaba en situación difícil también y necesitaba el dinero».
La competición se cerró en este extraño festival de la pandemia con 'Los europeos'. Un encuentro entre el director Víctor García León, el guionista Bernardo Sánchez y el productor Jaime Gona dio pie a la adaptación de la novela de Rafael Azcona («Estaba ahí en una estantería», dicen), una historia que traslada a la Ibiza de los años 50 para hablar «de nosotros».
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«Es un lujo que haya llegado hasta aquí sin hacerse», se felicitaba García León ('Selfie', 'Vete de mí', 'Más pena que gloria'). Durante el franquismo, la censura no permitía llevar a la pantalla esa cápsula de libertad y hedonismo que suponía Ibiza en esos años. «Y cuando llegó la democracia, el destape hubiera arrastrado la película a hacer algo que no hubieran querido Berlanga y Azcona», analiza el director.
El momento de recuperar la mirada de Azcona sobre un tema que «sigue vigente» era ahora. «Cuando dices los europeos casi nadie se siente incluido. Los europeos son los de fuera, los que están más allá de los Pirineos, los otros. Eso ya implica unos complejos y una forma de estar en la vida. Esa especie de estar confortable en un cuarto muy estrecho y no querer salir por si acaso», reflexiona el director.
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'Los europeos' es una novela «olvidada» durante años que Azcona reescribió en los 90. Decidieron respetar la época en la que la ubica su autor «por motivos prácticos», porque la doble moral que plantea la trama era antes más acentuada en asuntos como la sexualidad y el aborto; y por una «cuestión emocional». «Refleja una historia de amor fantasiosa y nos venía muy bien ese paraíso perdido de Ibiza en los 50», observa.
Juan Diego Botto y Raúl Arévalo interpretan a dos españoles en esa ventana a Europa, «un dibujo de lo que fuimos y que nos ayudan a entender por qué somos lo que somos», apunta Botto. Él es un tipo de clase alta con su futuro garantizado, que vive y vivirá del dinero de su padre y que «eventualmente hará lo que se espera de él». Se siente por encima de las normas y, «consciente de que la moral es una farsa», disfrutará mientras pueda. Raúl Arévalo es su compañero de viaje. «A disfrutar no nos han enseñado. Todavía mi madre cuando le digo que he acabado una película y me voy de vacaciones me dice 'tú no paras, hay que ahorrar para las vacas flacas'. Hay algo de no permitirte disfrutar de las cosas», argumenta.
La película se estrenará directamente en Orange TV el próximo lunes. «Nuestro compromiso es con la película», insiste el productor Enrique López Lavigne, que recalcó que la distribución online no impide que el filme llegue a las salas más adelante. «No es ir en contra de ningún sector, lo que queremos es que las películas se vean. Y ahora el consumo está en las casas», señala.
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El resultado, intuyen, hubiera gustado a Azcona. Han intentado capturar, dice el guionista, «la médula de la historia, desnuda, sin retórica ni visual ni oral». Y se han sentido «cómodos» y «muy libres», como «raramente acompañados». El espíritu de Azcona sigue vivo.
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