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«Es un error pensar que la cultura le arrebata los recursos a los jubilados y a los comedores populares», defendió Sebastián Borensztein, director de 'Descansar en paz'. «No se entiende que sea cuestionado en este momento. Hay un discurso deliberado de que la cultura ... es un gasto y no una inversión», lamentó después Vanina Spataro, directora de 'Naufragios'. El estreno de ambas películas en la sección oficial del Festival de Málaga se convirtió en un espontáneo altavoz de la industria argentina contra los recortes del Gobierno de Milei al sector para combatir la profunda crisis económica.
Para Borensztein, que compite por segunda vez en Málaga, «un país que cercena sus recursos culturales, lo pagará en el futuro porque cercena parte importante de su propia identidad». Pero es que además, como se esforzaron en dejar claro, «toda la inversión en cine vuelve al país en forma de empleo». «No es solamente la idiosincrasia y mostrar la cultura nacional, es una industria que se alimenta a sí misma», mantuvo Spataro ante las amenazas de reformas radicales y tijeretazos en el instituto de cine argentino, el INCAA. «Es la primera pata de un proyecto. Si no lo tienes, cómo armas la película con otros países. Es imprescindible sostener un instituto activo y haciendo películas», añadió la cineasta. «Tener una industria que funcione muy bien es un buen negocio para el país, genera beneficios para toda la sociedad», aportó el productor Federico Posternak.
Las políticas restrictivas de Milei llegan en un momento creativo «excepcional» para el cine argentino, como manifestó el presidente de la Academia de Cine Español y miembro del comité de selección del Festival de Málaga, Fernando Méndez-Leite. Para esta edición, se recibieron alrededor de 60 filmes argentinos, y al menos 25 de ellos pasaron la criba final por su «calidad, expresividad y profundidad en los contenidos». «Que se cercene ahora la posibilidad de crecimiento me parece bastante penoso», declaró.
El potencial de la gran pantalla para traspasar fronteras quedó claro durante la rueda de prensa. «Solo conozco Argentina por sus películas», dijo una periodista. «Ojalá te escuchara nuestro presidente», respondió la actriz Griselda Siciliani, protagonista de 'Descansar en paz'. Pero Sebastián Borensztein fue tajante: «Argentina sobrevive por la resiliencia de la gente, nos vamos a buscar y a encontrar el camino para seguir haciendo cine, mal que le pese a quien le pese. No van a conseguir que la industria del cine desaparezca. Lo haremos, con la plata o sin la plata».
Otra crisis argentina, precisamente, la de los años 90, es el detonante de la historia de 'Descansar en paz', la cinta de Borensztein, basada en la novela homónima de Martín Baintru. Un padre de familia, un hombre de clase media-alta (Joaquín Furriel), acorralado por sus deudas aprovecha un hecho fortuito para huir por el bien de su familia. En ese momento, su mujer (Griselda Siciliani), que vivía ajena a todo, descubrirá el «quilombo» que tenía montado e intentará solucionarlo para sobrevivir. Una historia que, aunque ficcionada, tiene mucho de la realidad argentina. Lo demostró el propio actor Joaquín Furriel, que se abrió en canal al contar cómo su tío acabó suicidándose al no poder soportar las deudas que había acumulado tras una época de bonanza. Sucedió en 1998: «Hasta el año 97 mi tía y gran parte de mi familia pensaba que mi tío era un empresario exitoso».
Pero el país y sus gentes sobreviven a eso. «La película refleja la idiosincrasia argentina. No cualquiera es capaz de entrar en crisis 10 años y volver a ponerse de pie. Tenemos un increíble 'know how' de crisis y hemos aprendido a salir de ellas. Las fiestas son a lo grande como las crisis y las levantadas de las crisis», explicó, en alusión a las celebraciones por todo lo alto que refleja también la película.
'Naufragios', una coproducción entre Argentina y Uruguay, donde se rodó, habla también de una huida hacia adelante, la de varios personajes que se retiran del mundo y de sus problemas en una playa aislada de todo. Habla de «soledades, amores no correspondidos y sufrimientos que no son confesados» y que se van descubriendo a medida que transcurre la película, «pincelada tras pincelada».
El vínculo que se genera entre esos individuos totalmente diferentes les ofrece una vía de escape al dolor de cada uno y les permite «retomar sus vidas con más bríos». «La soledad es individual, pero la salida es colectiva: a través de la amistad sanan», detalló Vanina Spataro. No es una película dramática, «es contemplativa», con una estética luminosa e incluso un toque absurdo que le da un punto de humor.
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