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«Hola, soy Caro», se presenta al llegar, como si no supiéramos quién es. Imposible no saberlo. Carolina Yuste vuelve a Málaga con su segundo ... Goya recién conquistado por 'La infiltrada' para demostrar, una vez más, su capacidad de transformación. Ahora se atreve con Massiel. La actriz interpreta a la cantante en 'La canción', la serie de Movistar Plus+ que relata la odisea de la victoria española en Eurovisión y el trasfondo de aquella gesta. Una miniserie de tres capítulos, dirigidos por el malagueño Alejandro Marín ('Te estoy amando locamente'), que se estrenará el 8 de mayo, días antes de que Melody intente ganarse a los eurofans con 'Esa diva'.
–¿Eres eurofan?
–Muchísimo, me encanta. Todo lo que sea una buena mamarracha y un buen arcoíris me va bien.
–¿Conocías la historia que se cuenta en la serie?
–No tan al detalle, pero como buena eurofan, sí sabía que esa canción la iba a cantar Serrat y finalmente la cantó Massiel.
–¿Y qué te parece la canción de España este año?
–Yo soy fan de Melody, la escuchaba cuando era adolescente porque me parecía fantástica. La tengo integrada en algo generacional y me parece que es una diva valiente y poderosa. No se puede tener más poderío, más amor, más luz. Creo que además es una letra hermosísima, cómo habla de ocupar los espacios sin pisar a nadie, sin reventar a nadie, siendo buena persona.
–¿En el cine hay mucha diva?
–Divas valientes y poderosas, todas. Pero creo que hay una cuestión súper sexista en el concepto de diva, porque a un hombre no se le llama divo. Para un hombre que pone un límite o que dice las cosas que no le gustan no se utiliza esa palabra a nivel peyorativo. Pero a las mujeres enseguida se nos llama diva desde el sentido más feo de la palabra.
–¿Has podido hablar con Massiel?
–No he hablado con ella. Espero y deseo que esté contenta, pero no es un biopic. El deseo de contar la victoria de España en Eurovisión no es sólo para narrar la historia de ese momento de Massiel, sino para hablar de cómo estábamos en el contexto de una dictadura en España, la represión y ese deseo de parecer más abiertos de cara a Europa. Aparte de eso, yo he intentado encarnar al personaje desde el mayor amor, respeto y admiración. Era una mujer que en plena dictadura, siendo tan joven, estando tan expuesta, era muy comprometida, era muy clara y se atrevía a un montón de cosas.
–¿Has visto muchos vídeos de ella?
–Sí, hay vídeos de ella que me sé de memoria ya. Nunca hubo un deseo por parte de los creadores ni de Alejandro Marín, el director, de que hubiera una imitación, sino un acercamiento a una esencia, a una energía que ella tiene. Pero claro, es un personaje que reconocemos muchísimo, todo el mundo sabe quién es Massiel. Había que acercarse lo suficiente sin pasarse, pero sin quedarse muy lejos, porque entonces es un puto desastre. Ahí he hecho un ejercicio de atreverme a moverme en ese alambre, confiando mucho en Alejandro.
–Has conseguido algo maravilloso en el cine: que no te vean como nadie y que te vean como todas. Puedes ser una gitana ('Carmen y Lola') o una etarra ('La infiltrada'); Amy Winehouse ('El cover') o Massiel ('La canción').
–Al final eso es nuestro trabajo. No dejo de ser yo, evidentemente, porque es mi alma, mi corazón, mi herramienta y mi cuerpo al servicio de una historia. Pero yo sí que creo que cuanto más seas capaz de quitar el ego, la parte mala del ego, esa que te hace colocarte en una identidad enorme; puedes habitar un montón de personajes diferentes. Por eso es por lo que nos pagan.
–En esta película viajamos a esa España de pocas libertades, ¿tienes miedo de que ciertos derechos conquistados se puedan perder?
–No viví ese momento histórico, pero he escuchado mucho y sé la represión y opresión que hay en una dictadura. Esto lo sabe todo el mundo y además creo que es una cosa en la que deberíamos estar todas de acuerdo. A partir de ahí dialogamos, pero que una dictadura es un espacio de opresión es de primero de parvulito. Entonces de repente miras hacia afuera y ves lo que está pasando… En Hungría ahora han vetado la posibilidad de hacer ningún tipo de manifestación del colectivo LGTB. En Estados Unidos sucede que Trump dice que ya solo hay dos géneros. Hostia, ¿cómo es posible? ¿estará pasando algo que no nos estamos dando cuenta y cuando nos queramos dar cuenta lo vamos a tener demasiado cerca? Ojalá la luz siempre venza a la oscuridad, 'Star Wars'.
–¿Eres optimista después de todo?
–No sé si lo soy, honestamente, pero es mi deseo. En el mundo que yo quiero imaginar, quiero creer que vamos a mejor. También es verdad que yo veo a las generaciones más jóvenes y, aunque hay cierta polarización, nos sacan años luz a nivel de libertad, de diversidad y de haber entendido palabras que yo no sabía que significaban cuando tenía 15 años.
–¿Y qué pasa después de un segundo Goya?
–Nada. Evidentemente sientes un agradecimiento enorme. Cuando Arantxa me ofreció esta película yo me cagué viva, honestamente. Pensé 'madre mía, nos van a reventar'. Y fíjate. Pero no ocurre nada en especial. Sientes que eres parte de esta industria, pero la vida sigue igual. Dos días después, tu vida es la misma.
–¿Qué te ancla a tierra?
–Mi gente. Lo mejor que yo he hecho en mi vida ha sido generar una tribu, un grupo de gente que nos amamos y conocemos nuestras luces, nuestras sombras, nos sostenemos en las mejores y en las peores. Luego hay cosas que sé que a mí me hacen muy bien: dormir, meditar, hacer deporte y comer bien. Intentar mantener el equilibrio todo el rato es imposible. Trabajes en lo que trabajes. Es muy difícil estar todo el rato conectada con el centro, y de repente te despistas y te vas. Pero para mí hay ciertas herramientas que me han hecho encontrar espacios de calma.
–En tu discurso del Goya decía que te sentías una privilegiada.
–Mi padre dice que lo digo demasiado (ríe).
–Porque también te lo trabajas, y hay mucho esfuerzo y sufrimiento detrás.
–Cuando hablo del privilegio, es porque si ves el dato del 92% de paro que hay en nuestra profesión, si empiezas a ver la cantidad de gente que no se puede permitir pagar el alquiler y tú sientes que puedes vivir tranquila… lo que debería ser normal se convierte en un privilegio. Ahora, dentro de este privilegio, como cualquier persona, hay momentos en los que yo tengo miedo, en los que sufro, en los tengo ansiedad, tengo estrés. En nuestro oficio estamos muy expuestas y parece que todo el rato tienes que estar siendo la más coherente, la más amable, y un mal día también lo tienes. Y hay días que te apetece pegar tres gritos y decir ¡que me dejen en paz! Pero bueno, eso es parte de la vida y nos pasa a todas.
–Pero ahora todo se graba y se sube a las redes, eso te obligará a ser más contenida.
–Eso es loquísimo, loquísimo. Yo intento seguir teniendo la vida que yo tengo. Me voy al rocódromo, me voy con mis amigas a comer. En general la gente es amable, te conocen porque se han dormido viendo una peli tuya. Pero es raro porque sientes una observación constante, y eso es muy evidente. Cuando entras en un sitio, aunque una se haga la longui, se nota. Pero no puede ser que eso me impida a mí vivir la vida que yo quiero, porque entonces me muero de la tristeza.
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