Análisis de los críticos de SUR de 'El silencio del cazador' y 'El diablo entre las piernas'

El cine argentino desembarca en la sección oficial de la mano de Martín Desalvo, mientras que el mexicano Arturo Ripstein retrata la pasión obsesiva en la vejez

Miércoles, 26 de agosto 2020, 00:28

Por Francisco Griñán. 'El silencio del cazador' ** y 'El diablo entre las piernas' *

La tediosa gota malaya de Arturo Ripstein

El ecuador del festival nos trajo ayer una jornada reservada al cine latinoamericano que resultó ser la más sosa. Sin presencia de sus autores más que vía virtual y con producciones fallidas. Por orden de llegada, se estrenó 'El silencio del cazador', la nueva película del argentino Martín Desalvo ('El padre de mis hijos') que aborda la vieja rivalidad entre un guardabosques y el cacique de un pueblo remoto, un enfrentamiento de gatillo fácil que se dispara cuando un tigre ataca el ganado de las haciendas.

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El odio, la ira y la rabia mueven esta trama que deja claro que, por muy grande que sea la amenaza de la naturaleza, nada supera a eso de que el hombre es un lobo para el hombre. O más bien un tigre, en este caso. Filmada con recursos y sustentada en el duelo de egos del guardabosques Ismael (Pablo Echarri) y el terrateniente El Polaco (Alberto Ammann), este drama transita por el 'thriller' psicológico con toques de 'western', aunque todo resulta convencional, particularmente los dos protagonistas, entre los que no falta el topicazo del personaje femenino por el que compiten ambos machotes.

Nada pellizca, nada incomoda, nada resulta furtivo en esta película que juega precisamente con explorar los límites de la tóxica relación/rivalidad de los protagonistas, pero apunta siempre a lo previsible, sin ahondar en la oscuridad del rencor del alma humana.

Mas provocación pero también más aburrimiento experimentamos con 'El diablo entre las piernas', una cinta, barroca, misógina y excesiva con la firma del mexicano Arturo Ripstein. El director de 'Principio y fin' nos cuenta una historia de pasión sexual obsesiva en la vejez y lo hace sin medida. Tanto en el guion –escrito por Paz Alicia Garciadiego, pareja del realizador–, como en el metraje.

Con un expresionista blanco y negro y una deliciosa banda sonora de David Mansfield, la trama nos lleva a un vetusto caserón donde vive un viejo que le pone los cuernos a su mujer, a la vez que fustiga y maltrata a la esposa por unos celos que están en su cabeza, pero que acaban siendo aceptados por la que sufre sus desvaríos. Un relato de dominación y posesión al límite, con una pareja tan destruida por dentro como la destartalada finca que ocupan, y que el director se limita a recrear sin aparente crítica hacia esa violencia de género. Que el espectador juzgue. Distinguir el bien del mal no es aquí el problema. Es otro.

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Francamente, confieso que ni los personajes –pese al esfuerzo de los actores– ni la película me han llegado a interesar. En esa falta de conexión también interviene el gusto de Ripstein por los planos secuencia que subrayan la sensación de teatro filmado. La puesta en escena es estéticamente brillante, pero la dependencia visual termina siendo tan artificial y onanista que lleva al aburrimiento, entre otras cosas porque la película guarda su escasa trama para el final. Y para entonces, ya estamos fuera de un filme tan tedioso como esa gota malaya que cae sin cesar en el baño de los protagonistas.

Por Alberto Gómez. 'El silencio del cazador' * y 'El diablo entre las piernas' *

Más aburrimiento que síndrome de Stendhal

Mantiene Arturo Ripstein que el enemigo del cine es la prisa. Por eso se recrea en cada plano, en cada secuencia. Y en cierto modo hay algo que detiene el tiempo en 'El diablo entre las piernas', su última película, presentada ayer en la sección oficial del Festival de Málaga. Su estética resulta extraordinaria: rodada en blanco y negro, el director mexicano olvida cualquier precepto comercial para conceder a la historia el ritmo que considera necesario, aunque la materia prima sea tan desagradable como los insultos, vejaciones y humillaciones que Beatriz, el personaje principal, recibe de su marido, sin nombre. Han construido una relación tóxica, de dependencia, que sin embargo no esquiva el deseo. Porque la vejez no mata las ganas de follar. La trama bordea la incorrección política, como si el espectador fuera a llevarse las manos a la cabeza por descubrir que también los ancianos se maltratan o practican sexo, pero su vocación provocadora acaba siendo redundante y lastra un metraje excesivo, de casi dos horas y media. Impecable en su factura técnica, no en vano Ripstein lleva más de medio siglo dedicándose al cine, la película mexicana deslumbra por sus formas pero aburre por su fondo, incluso cuando se aprecia cierto desvío a lo esperpéntico. La interpretación de Silvia Pasquel, colosal en su viaje entre la sumisión y la exploración, la sitúa como una de las favoritas a llevarse el premio a la mejor actriz, con permiso hasta ahora de Candela Peña en 'La boda de Rosa', pero al salir de la sala, perdonen la franqueza, uno siente más tedio que síndrome de Stendhal.

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Más convencional, aunque igual de fallida, resulta 'El silencio del cazador'. Martín Desalvo firma la primera película argentina de esta edición en la sección oficial, una historia densa protagonizada por Alberto Ammann, Pablo Echarri y Mora Recalde. Ambientada en la selva misionera, pretende ser «una mirada personal», en palabras de su director. Esa intención explica, aunque no justifica, el abuso de la cámara al hombro, que persigue a los personajes durante buena parte del metraje, casi siempre un par de pasos por detrás. La trama principal sirve como denuncia de lo presente que aún siguen algunos comportamientos que podríamos creer ancestrales, como el sentimiento de posesión sobre la mujer, pero ni siquiera el triángulo amoroso aporta verosimilitud a este conflicto entre un terrateniente, un espléndido Ammann, y un guardabosques encargado de proteger un espacio natural cada vez más amenazado por la deforestación.

Poco que rescatar en la quinta jornada de un certamen que, por el momento, deja una estela brillante tras títulos como 'Las niñas', 'La boda de Rosa' y 'Piola', cuando aún quedan por descubrir las propuestas de directores como Víctor García León o David Trueba. Que la pandemia no aniquile las ganas de ir al cine, aunque si es posible se haga guardando al menos un asiento de distancia. Ya estarán más seguros que en los pases de prensa.

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