![Análisis del crítico de SUR de 'A este lado del mundo', de David Trueba](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202008/27/media/cortadas/ladomundo-R9aAqaNk7Zo5oEGyVmi0RNJ-1248x770@Diario%20Sur.jpg)
![Análisis del crítico de SUR de 'A este lado del mundo', de David Trueba](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202008/27/media/cortadas/ladomundo-R9aAqaNk7Zo5oEGyVmi0RNJ-1248x770@Diario%20Sur.jpg)
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Pues lo que estábamos esperando desde hace días ha llegado y tiene nombre propio. David Trueba ha vuelto al Festival de Málaga. Por tercera vez. No se le puede negar fidelidad al cineasta. O ganas de ganar la Biznaga de Oro. Rondó el triunfo con 'Bienvenido a casa' (2006) y 'Casi 40', pero esta edición compite con la mejor película que ha traído al certamen, 'A este lado del mundo', un agudo e emocionante retrato de ese escenario singular y poco tratado en el cine que es Melilla y su condición fronteriza. El fin de Europa, el comienzo de África. O viceversa, según a qué lado del mundo nos situemos. Una cinta para hacerle la ola. La ola del Melillero, claro.
En la complicidad que despierta esta película tiene una posición capital su protagonista, Vito Sanz, al que ya habría que considerar de la familia del director ya que es el actor fetiche de Jonás Trueba, sobrino de David. Aquí da vida a Alberto, un ingeniero sosaina, pardillo y pasota que tiene pocas ganas de complicarse la vida, pese a que sostiene que su profesión sirve para arreglar cosas. Un ajuste de empleo en la empresa lo lleva al paro pero le ofrecen un proyecto donde acaba España para reformar la valla y evitar el salto de los inmigrantes. Nuestro espantoso o salvador -según se vea- muro de Trump. Un punto caliente y polémico que Trueba no elude ni tampoco manipula. El director camina por la cuerda floja de las concertinas sin perder el equilibrio con la conciencia de que estamos ante una frontera irresoluble, por lo que pone el espejo tanto frente a los que se sienten invadidos como a los que tratan de entrar para escapar de la miseria. O frente a los que como su protagonista, lo vemos con distancia de telediario porque no vivimos allí.
La película tiene un tono entrañable y casi ligero, pero como suele ocurrir en el cine de Trueba, se encuentran muchas capas. Desde la más política hasta la más emocional, pasando por el punto canalla de la guardia civil encarnada por Anna Alarcón, la conciencia del arrepentido interpretado por Joaquín Notario y la comedia del cargo público y vividor que borda Janfri Topera. De hecho, la película respira también gracias a un humor soterrado y fino que recorre toda la trama desde ese momento inicial en el que Alberto sube unas escaleras corriendo a lo Rocky Balboa. Como preparándose para saltar la valla que le van a poner justo delante.
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