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Hugo Silva, Rossy de Palma y Pepón Nieto presentaron ayer ‘El intercambio’ de Ignacio Nacho (arriba).
Rossy, Pepón y Hugo, un trío al que le va «la marcha»

Rossy, Pepón y Hugo, un trío al que le va «la marcha»

Los actores se ponen en manos de Ignacio Nacho en ‘El intercambio’, una delirante comedia malagueña sin normas. Tampoco las hay en esta charla

Regina Sotorrío

Viernes, 24 de marzo 2017, 00:58

Pasaron dos semanas «concentrados» en Mollina en pleno verano: del plató de rodaje al hotel del al lado. La única opción de ocio en varios kilómetros a la redonda era tomar una caña en la piscina del alojamiento al caer la tarde. «Y reírnos de lo que habíamos hecho durante el día», recuerda Hugo Silva. «El descanso del guerrero», describe Pepón Nieto. Y esa cosas unen. Rossy de Palma asiente mientras ataca un plato de jamón que los tres hacen desaparecer en cuestión de segundos. Son más de las dos de la tarde y ya hay hambre... Con el apetito aplacado y una cerveza fresquita, la charla fluye entre bromas, anécdotas y reflexiones.

El trío se reencuentra en Málaga meses después para presentar en la sección oficial, fuera de concurso, el resultado de esa «intensa» experiencia: la comedia delirante y surrealista El intercambio, del malagueño Ignacio Nacho, sobre un disparatado cruce de parejas. «Pero tampoco es tan tan loca. Hombre, es que yo estoy acostumbrada a cosas así. Yo he sobrevivido a los 80», puntualiza Rossy de Palma a sus compañeros. Y, además, «a los actores nos va la marcha».

Ellos inciden en la mirada especial del director. «Es estrábico, ¿no te has dado cuenta?», bromea Pepón Nieto. Y ahora de verdad: «Encontrarte hoy en día con una comedia que tenga un sello de un director, que lo cuente como lo cuenta y se arriesgue como se arriesga, no es fácil». Según sus palabras, El intercambio es una comedia «lúgubre y oscura». Para Hugo Silva es un cine «necesario», porque hace falta que se rueden películas «que en sí mismas sean experimentales, arriesgadas, que no respondan a un canon establecido por el mercado».

Ignacio Nacho lo corrobora. El suyo es un cine «sin ortodoxia», que parte de la «visceralidad y del instinto». Y esa ausencia de academicismo, defiende, hace que su trabajo destile «autenticidad y un carácter singular». En El intercambio, un hombre (Pepón Nieto) le propone a su mujer (Natalia Roig) un intercambio de parejas en el que él sale totalmente beneficiado. Se ha buscado a una joven brasileña para él y a un hombre poco agraciado e impotente para ella. O eso es lo que creía. En la casa acordada les espera un sex-symbol (Hugo Silva) y una mujer de carácter y físico difícil (Rossy de Palma).

«Nos hemos puesto en sus manos y nos hemos dejado llevar por su mundo», apunta Pepón. «Somos sumisos», aporta Rossy. Pero, en su caso, no lo suficiente. El director la apodó durante el rodaje la dama indomable, porque siempre quería ir «un poco más lejos» en su papel de dominatriz. «Ycobran bien las dominatrices. Porque los que tienen exceso de poder les gusta que le den caña», dice la actriz.

En la película, Pepón se viste de cabra de la legión «¡Pobre! ¡En verano!», exclama la intérprete, Hugo fuerza la pose de galán irresistible en su forma de hablar y de mirar a la cámara y Rossy se mete en la piel de una insaciable del sexo que saca la lengua en actitud sexy varias veces por minuto. Se prestaron a todo lo que exigía el loco universo de Nacho. «Si te metes en una aventura, te metes», dice la actriz. «Estás metido e imbuido de la historia y si el director te dice que de aquí sales arrastrándote, pues te arrastras», confirma Pepón. Se trata, en opinión de Hugo, de «confiar»: «Si tú me sorprendes con la propuesta, seguramente me va a gustar y voy a confiar. ¡Joder cómo está el jamón!». Ya apuran las últimas lascas.

Él es el galán, «nosotros somos característicos», apostilla Rossy. A sabiendas de que a Pepón no le gustan las preguntas sobre el físico (recuerden su enfado en una gala de los Goya cuando un reportero se refirió a él como «el gracioso» rodeado de chicas guapas), los personajes de esta película tan estereotipados físicamente salen a relucir en la conversación. Y el malagueño responde esta vez sin acritud, aunque dejando claro desde el principio que el tema no le agrada.

Eso es es una cosa que está en la mente de la prensa más que en el público. En el teatro, puedes jugar a hacer cosas que físicamente no eres. En el cine el plano es corto y no puedes engañar a la cámara. Con lo cual, tu físico marca el rol que tú puedes interpretar. Yo jamás podría ser parte de una historia que diga que soy el guapo que se liga a la tía, porque no habría quien se lo creyera. No voy a hacer el tipo de papel que haga Eduardo Noriega, pero tengo un abanico de personajes interesantísimos.

Ni perfecto ni serio

Y Rossy y Hugo están «de acuerdo». Argumentan que el personaje de Hugo tenía que ser «asquerosamente perfecto para que la historia funcionara». «Pero te digo yo, que lo conozco, que Hugo no tiene nada que ver», apostilla Pepón. «Soy la persona menos perfecta y menos seria que he conocido en mi vida», reconoce el galán de la película. «Por eso soy tu amigo. Porque si encima de guapo el hijoputa fuera perfecto... ¡ya sería insufrible!», confiesa el malagueño.

Él pone una de las muchas notas locales de la película, con los también malagueños Natalia Roig, Mara Guil y Salva Reina, y con guiños a la humedad de Málaga y a esa emblemática imagen del legionario y la cabra. El tema insiste el director «es entendible» en todo el mundo, pero no deja de ser «cine boquerón». «Y jamás me habían llamado para un proyecto andaluz, nada de nada. Como si fuera de Zaragoza», lamenta Pepón. Porque entre bromas y bromas, también hay momentos para hablar en serio.

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