Antonio Javier López
Viernes, 24 de marzo 2017, 00:58
Con diez años ya tenía muy claro lo que quería: dejar el conservatorio. «Sólo dábamos solfeo y me aburría muchísimo. Le dije a mi madre que me quería borrar, pero ella me convenció. Me dijo que terminase el curso y que si al año siguiente seguía igual, me borraba». Pero al año siguiente llegó el piano. Con él estuvo otro ocho años. Y después cuatro más de composición, porque hacía tiempo que, al interpretar las piezas, pensaba en cambiarlas, en que él las habría resuelto de otro modo.
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A su formación como músico y compositor añadió los estudios de dirección de orquesta. «Tengo grabado a fuego cuando, con diez años, vi el tráiler de El rey león». Y ahí prendió la mecha que llevó a Pablo Trujillo a la Berklee College of Music de Boston, primero, y después a los títulos de crédito de proyectos como Exodus de Ridley Scott.
Ahí fue ayudante del compositor Alberto Iglesias para la realización de la banda sonora. Y, después de firmar la música de diversos cortometrajes, el joven compositor malagueño salta a la palestra con sus creaciones para cuatro producciones presentadas en la presente edición del Festival de Málaga Cine en Español: los largometrajes de la sección oficial No sé decir adiós y Maniac Tales, el estreno de Resort Paraíso y el corto Marta no viene a cenar. Una coincidencia que no separa los pies de Pablo Trujillo del suelo. «Para hacer una banda sonora, el ego debes dejarlo en casa», sostiene el músico de 34 años.
Porque Pablo Trujillo parece poco amigo de divismos. «Hay que ser consciente de que estás supeditado a un proyecto de equipo. Si quieres lucir tú sólo, mejor que te dediques a dar conciertos», sostiene el músico en una pausa del certamen malagueño que visita estos días.
Filtrar las emociones
Trujillo compagina sus creaciones como compositor con su faceta de profesor en la Universidad Europea de Madrid. Y en ambos ámbitos, frente al teclado y ante los alumnos, el compositor aboga por la sutileza a la hora de crear. «Creo que una buena banda sonora debe filtrar las emociones del espectador. En una escena donde se combinen el drama y la tensión, una música que cumpla su función es capaz de hacerte llorar o hacer que te agarres a la butaca», aporta el músico.
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Un plano secundario que no deja de ser crucial. A menudo, cuando menos presente, más importante. «La banda sonora de No sé decir adiós es bastante sucinta. Se trata de una película con muy poca música, que sólo aparece en momentos muy delicados, por eso es fundamental que se ajuste a lo que requiere la historia», sostiene Trujillo, que desliza con una media sonrisa: «Más que una música con mucha presencia, yo creo que soy más sutil, de manipular en la sombra».
Por eso algunos directores llegan incluso a pedirle piezas con mayor contundencia. «Me gustan los directores que escuchan y que proponen. Siempre pido ver las imágenes antes de sentarme a componer, porque un mismo guión puede tener resoluciones muy diferentes», defiende el compositor malagueño, que en la actualidad trabaja en la música para la serie Ain al Haq para la televisión pública marroquí. Nuevos escenarios para su música.
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