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Francisco Griñán
Martes, 21 de marzo 2017, 00:40
Los que esperaban callar a Fernando Trueba con boicots a sus películas, no saben que Fernando Trueba viene entrenado de casa. Lleva décadas de críticas de cine a sus espaldas. Como aquellas que acusaban a Belle Epoque de ser «otra película de curas y guardias civiles». «Pero a mi me parecía que no mostraba una España negra, sino una luminosa y optimista», reconoció ayer el cineasta, al que Hollywood ya dio la razón con aquel histórico Oscar por esta cinta de la que ahora se cumplen 25 años de su estreno. Una efeméride que la ha convertido en la Película de Oro del festival y que ayer reunió a buena parte del equipo del filme en Málaga. Con un protagonista indiscutible: el propio Trueba. Por el cariño que recibió de todos los presentes y por sus palabras que no eludieron su última polémica sobre su españolidad. «A mi madre le dije que quería ser desertor, siempre he sido igual», se confesó Trueba que, como aquel día que le declaró devoción al maestro Billy Wilder con el Oscar en la mano, vino a decir que su patria es el humor. «Me gusta hacer reir a la gente». Desde luego, ayer lo logró.
«Sigo pensando lo mismo y a veces lo digo en voz alta y me busco problemas», comenzó diciendo con algo de autoironía el director de El sueño del mono loco y Two Much en alusión a la campaña en redes sociales contra su última película, La reina de España, después de decir que no se sentía español. «Tengo una relación entrañable con este país, pero nunca he sido nacionalista», matizó Fernando Trueba que, además de una predisposición natural a divertir, abogó por la libertad de pensamiento y de expresión. «No hay nada más bonito que respetar a alguien que tiene ideas distintas a las tuyas... eso es la democracia», señaló el cineasta que defendió la «convivencia» entre los diferentes.
El acto, que contó con la presencia de los actores Jorge Sanz, Miriam Díaz Aroca, Ariadna Gil y Gabino Diego, y el guionista José Luis García Sánchez, también sirvió para presentar el libro Belle Époque. Una película de Fernando Trueba, que recupera todo el proceso de creación del filme hasta el estrellato de los Oscar. Un volumen con la firma de Luis Alegre, que ayer se confesó discípulo del director y que mostró su sorpresa por la ausencia de monografías sobre Trueba. A lo que el propio cineasta añadió que «siempre he llevado como una honra que no haya libros sobre mí», un mérito del que podrá seguir presumiendo ya que el monográfico publicacado por el Festival de Málaga es «sobre la película».
El cineasta también tuvo un recuerdo para el desaparecido Fernando Fernán-Gómez y reconoció que había «merecido la pena ser director por escucharlo recitar un texto». «Se me olvidaba decir corten cuando lo escuchaba», admitió Trueba que, entre las muchas cosas que le debe al cine, agradeció haber «conocido a gente» como el guionista Rafael Azcona, el actor Paco Rabal o el propio Fernán-Gómez.
Sobre Belle Epoque, Gabino Diego recordó que el director siempre respondía a sus propuesas sobre el personaje con un «cojonudo»; Ariadna Gil rememoró que el rodaje en Portugal provocó que la convivencia se prolongará después de las filmaciones; Jorge Sanz admitió que su papel de galán en el filme fue «el mejor regalo que me podían hacer en esta vida», y Miriam Díaz Aroca, que entoncés presentaba un programa infantil de televisión, reveló que fue el hijo de Trueba, Jonás, el que le sugirió que ella encarnara a una de las protagonistas. Un director de casting que, por entonces, no tenía ni diez años. El encuentro, que fue un tributo a la inteligecia, la libertad y el humor, acabó con Gabino Diego y Luis Alegre cantando sus versiones de Borondongo y La bien pagá. Un final impagable.
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