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Fotograma de la película.
La crítica: La muerte y las doncellas

La crítica: La muerte y las doncellas

Francisco Griñán

Martes, 21 de marzo 2017, 00:41

Lunes de contrastes. De lo mejor a lo peor. La alegría nos la dio una película sobre la muerte y la familia, No sé decir adiós, debut en la dirección de Lino Escalera. Una cinta que hubiera dado para un dramón de sobremesa televisiva. Por contra, nos regala un relato cargado de sentimiento y emoción sobre dos hijas muy diferentes que se enfrentan al cáncer de su padre. Una cinta que llegó sin ruido y que te remueve por dentro sin caer en los tópicos. Eso último lo dejó para los otros estrenos de la jornada. Dos comedias románticas iberoamericanas que aportan más bien poco al genero y al certamen: Me casé con un boludo y Me estás mantando Susana.

La cinta española No sé decir adiós refuerza esa seña de identidad del Festival de Málaga como descubridor de cineastas. Y es que el talento no tiene edad, aunque el debutante Lino Escalera no sea exactamente un recién llegado y lleve en otras facetas audiovisuales mucho tiempo. Para su ópera prima se propuso indagar en los lazos familiares y la comunicación cuando una enfermedad cambia las cosas. Un arisco y enfermo padre encarnado por Juan Diego es el nexo de unión de esas hermanas que se enfrentan de manera muy diferente a la fatalidad. Por un lado, la pacífica y sacrificada hija que se quedó en el pueblo (Lola Dueñas) y, por otro, la rebelde y luchadora que huyó para buscarse su destino (Nathalie Poza). Mujeres dispares aunque igualmente infelices con sus respectivas vidas y que se enfrentan a sus propios fracasos cuando una enfermedad terminal ronda la familia.

Con asombrosa madurez, Escalera nos platea un drama sin excesos ni lágrima fácil, aunque sin escamotear la crueldad del cáncer. Y compensando a veces la tragedia con humor. Ese que siempre está presente en la vida. Incluso en los momentos más dramáticos. Y compone una bellísima y dolorosa película que tiene en Nathalie Poza un auténtico carrusel interpretativo capaz de explorar el vacío existencial y los extremos emocionales con una pasmosa humanidad. Su conmovedora presencia merece una Biznaga. Y la película es de las que justifican un festival como éste. Desde luego es lo mejor que, por el momento, ha pasado por la sección oficial.

Menos mal que No sé decir adiós nos arregló el día, porque el resto del programa fue relleno. Dos comedias románticas que no escondían su premisa comercial. La que entraba a concurso, Me estás matando, Susana, no habla del desamor de la lideresa del PSOE andaluz y el exsecretario general de su partido, sino de otra Susana, una aspirante a escritora, y su marido Eligio, un actor mediocre y ligón, que no valora lo que tiene en casa. Su mujer se marcha lo que provoca que el intérprete se vaya a buscarla hasta Estados Unidos. Coproducción entre México y España, la cinta se aprovecha de dos grandes interpretaciones (Gael García Bernal y Verónica Echegui), aunque la anecdótica historia no sirva más que para pasar el rato.

Lo mismo se podría decir de la argentina Me casé con un boludo, presentada fuera de concurso y con la pareja Valeria Bertuccelli y Adrián Suar populares en su país, aunque poco conocidos en España como reclamo. Otra comedia romántica que, en este caso, funciona con el humor y decepciona con el relato de pareja. Una historia de cine dentro del cine sobre dos actores que comienzan una relación durante un rodaje hasta que ella se da cuenta que se ha enamorado del personaje y no del actor. Esa autoparodia del oficio de actor es de lo poco salvable de un filme superfluo. Para colmo, pese a su selección en el principal escaparate del festival, no fue defendido ni por su director ni sus protagonistas. Un error a repartir por ambas partes. El certamen y los autores.

No sé decir adiós ****

Me estás matando, Susana *

Me casé con un boludo *

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