Sbaraglia fue ayer el centro de todos los objetivos

Qué bueno que viniste

Juan Francisco Gutiérrez

Domingo, 19 de marzo 2017, 01:27

El primer país agraciado en el nuevo rumbo latinoamericano del Festival de Málaga ha sido Argentina. Obvio que uno es fan de casi todo el cine y la tele que nos llega de allá desde los tiempos de Analía Gadé, o al menos desde que Méndez-Leite programaba películas de ella en TVE. Y creo no ser el único, pues desde Relatos salvajes para atrás son muchos los títulos que acá nos mataron, o sea que nos fliparon.

Publicidad

Tanto por el primer homenaje, como por algunas de las pelis a concurso o por el Gastroweekend sobre al asado argentino que hoy concluye, el amado blanquiazul parece haberse impuesto en el arranque de la cosa. Y conste que soy un boludo, pues por culpa del quilombo de horarios me he perdido no sólo la marcha de algunos boliches, sino también la carnaza que han repartido en el Albéniz al ritmo de tango, no sé si con la letra de «La Pampa es Málaga con más desiertitos, Málaga es La Pampa con más salero».

Con permiso del morocho Agustín Díaz Yanes (que ayer enseñó un avance muy goloso de Oro, su película sobre los conquistadores en América), ayer fue el día de Leonardo Sbaraglia: quizás el penúltimo eslabón de la cadena continua de nuestra adoración a grandes actores argentinos, estirpe de la que a ver quién osa elegir un delantero, un solo Dios. Todavía sin el pelo blanco de Héctor Alterio o Federico Luppi, pero casi con las mismas canas que Ricardo Darín, Leonardo dispone de sus mismos genes con licencia para rematar. Con los dos últimos comparte la película Nieve negra, donde aparece la más que prometedora Laia Costa. Una trama pelín previsible donde este actor exhibe su magnetismo habitual, ese magma que pulen su sonrisa de niño y su mirada maleva.

Anoche antes de este estreno Sbaraglia recibió el premio Málaga-Diario SUR, en una gala tan emocionante que por poco logra dejar sin palabras a un argentino, ah. Leo, como lo llamaron, sollozó varias veces a lágrima viva y ante la presencia inesperada de su mamá, de su vieja, la actriz Roxana Randón, que vino a arroparle en la entrega de la Biznaga de Oro. Y, viste, menos mal que no estamos en San Sebastián, ustedes me entenderán.

Leo soltó un discurso desde las entrañas sobre el milagro de la creación y el trabajo de quienes se rompen el culo en el cine, al que prometió dedicarse hasta la muerte. Confesó haber vivido un día raro por tantas atenciones. Y esa misma extrañeza la exhibió en la rueda de prensa donde, a media tarde y un poco tarde, platicó con los medios. Quizá por intervención papal o por casualidad nos citaron en el Palacio Episcopal. Y allí, a full, en el patio y a los pies de la Catedral, Sbaraglia dio un repaso a su vida y a todo su laburo. Las campanas doblaron las cinco y aunque hubo pastas no probó el té. Había traído su propio mate. Y yo lo vi bárbaro, pues era lo que tocaba.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad