La doble crítica de 'Kóblic' y 'El futuro ya no es lo que era'

Del cielo al infierno y vuelta, por Francisco Griñán

El futuro ya no es lo que era º Kóblic **

Borensztein vuelve a recurrir a Ricardo Darín ambos colaboraron en la fábula fantástica Un cuento chino para narrar esta vez una ficción histórica centrada en el personaje de Tomás Kóblic, un piloto renegado que esconde su deserción del ejército escondiéndose en un pequeño pueblo de mala muerte de Argentina. El director construye un entretenido thriller al que le cuesta despegar, pero que funciona cuando la mascarada del militar comienza a torcerse. Y ahí la película se agranda contagiándose además de la estética y las claves del western crepuscular con un Darín que compone un particular Gary Cooper enfrentándose solo ante el peligro al capo local, el temido comisario interpretado por un sobresaliente Óscar Martínez. Desde luego no hay héroe sin villano y, aunque Ricardo Darín está tan sólido como siempre, el malo, malísimo es de antología. De premio, vamos. La tercera en discordia es la española Imma Cuesta que clava el acento argentino y su personaje de mujer enterrada en vida en el fin del mundo. Una cinta singular entre lo visto esta edición en la sección oficial y que nos anticipa el camino que tomará el festival el próximo año con una presencia protagonista del cine iberoamericano en el concurso. Si son como éstas o mejores, bienvenidas.

El tirón de Dani Rovira volvió ayer a palparse en El futuro ya no es lo que era. Entradas agotadas para el Cervantes y el Albéniz para esta comedia melodramática en la que pocas elementos funcionan. Ni el argumento, ni el tono, ni la dirección de actores, ni el ritmo, ni el metraje desmedido contribuyen a contar la historia de Carlos, un fracasado marido y padre de familia que se transforma en Kar-El, un exitoso adivino de teletienda. Más creíble como lo segundo que como lo primero, Dani Rovira da vida a este doble personaje con el que por primera vez prueba sin mucha fortuna un cambio de registro más dramático. La cinta rezuma cinefilia ochentera desde Superman a Regreso al futuro, una buena producción y escenas con derroche de efectos especiales, pero nada salva ni siquiera la autoparódica Carmen Maura, lo mejor de la película el naufragio de una comedia/drama que ni hace reír ni llorar. Bueno, lo segundo sí, pero de pena. Por errar, no sabe ni terminar. A partir del fundido a negro del quinto final, dejé de contar.

Y decimos que estas cintas cerraron en falso el concurso porque el filme de clausura, Nuestros amantes, también cuenta para las Biznagas, pero no se ha exhibido previamente a la prensa. Pero da la impresión que con lo ya visto, están todos los pétalos vendidos.

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El futuro ya no es lo que era º Kóblic ***

Tras el pase de prensa de cada película, algunos miembros del equipo técnico y artístico acuden con desigual puntualidad a su cita con los medios. La mayoría no son conocidos, apenas tienen experiencia hablando en público y tanto su interminable ristra de expresiones y muecas, desde la felicidad al pánico, como el temblor de manos, esos pequeños tsunamis desatados en los vasos de agua, revelan que aquel momento constituye para ellos todo un acontecimiento. Esos encuentros dejan constancia del esfuerzo y la ilusión necesarios para sacar a flote cualquier proyecto cinematográfico, no digamos ya un largometraje. Como para que luego venga cualquiera y lo eche por tierra con unas cuantas frases lapidarias, pensarán. Y en parte llevan razón, y digo en parte porque invertir dos horas tampoco es poca cosa y otorga cierto derecho a opinar sobre el resultado final. Pero obviemos ese derecho y los casi ciento veinte minutos perdidos ayer en el visionado de El futuro ya no es lo que era, la película de Pedro Barbero presentada a concurso en la sección oficial del Festival de Málaga. Permítanme, decía, que evite escribir sobre la cinta protagonizada por Carmen Maura (¿por qué, Carmen?) y Dani Rovira y prefiera pedir explicaciones al comité de selección del certamen.

Si nos ceñimos a la sección oficial, al comité hay que agradecerle joyas como Smooking Room, Bajo las estrellas, 10.000 kilómetros o Los exiliados románticos, por citar algunos de los títulos más brillantes que han pasado por la pantalla del Cervantes en estos diecinueve años. No todas las películas pueden tener el mismo tino, ni se espera, pero resulta inexplicable que un festival proyecte en su supuesta sección principal despropósitos como el de Barbero, por lo demás reincidente tras Tuno negro. No se trata de emprender una cruzada absurda contra el cine pretendidamente comercial, sino de establecer un criterio mínimo que cintas como El futuro ya no es lo que era o la inolvidable Por un puñado de besos no alcanzan. ¿Alguien imagina fiascos de estas dimensiones en, por ejemplo, San Sebastián? Daban, con perdón, ganas de levantarse e irse.

Por suerte, la segunda película de la jornada, Kóblic, nos amarró a la butaca. Sebastián Borensztein regresa a la Argentina de 1977 para construir un thriller dramático sobre la práctica criminal conocida como vuelos de la muerte, consistente en arrojar desde aviones en marcha a personas que después figurarían como desaparecidas. Lejos de retratar este episodio de la dictadura militar desde lo panorámico, algo que probablemente habría conducido la historia hasta el fracaso, Kóblic centra la tragedia en apenas cinco o seis personajes, suficientes para mostrar la indigencia emocional del bando opresor y el tormento interior de quienes obedecen y ejecutan, convertidos en la peor copia de los que ordenan. Borensztein supera un inicio algo tedioso para trasladar con maestría el conflicto argentino al propio laberinto interno de su protagonista, interpretado por el omnipresente pero genial Ricardo Darín. Sin terminar de ser redonda, Kóblic no deja de resultar inquietante durante todo el metraje, una virtud que la coloca en la primera línea de salida de esta edición, junto a otras cintas destacables como La próxima piel o El rey tuerto.