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Francisco Griñán
Miércoles, 27 de abril 2016, 00:19
Esto es la guerra, por Francisco Griñán
Julie * Gernika **
Jornada de contrastes en la sección oficial. De una cinta lujosa con reparto internacional, Gernika, al pequeño proyecto independiente hecho realidad, Julie. Koldo Serra afronta un relato de envergadura y complejo: contar por primera vez en el cine español el bombardeo de la ciudad vasca que marcó la guerra civil. Una película necesaria que nos habla de los horrores de la guerra desde un punto de vista comprometido pero distante: los periodistas que contaron aquella lluvia de muerte y destrucción. Más pedreste resultó el debut en la dirección de Alba González de Molina. Más que nada porque su cinta se ambienta en una aldea ecológica a la que sólo se puede acceder tras una larga caminata. Un esfuerzo con el que la directora también ha hecho cine al andar, aunque su filme destaque más por las intenciones que por los resultados.
La coincidencia ayer con el 79 aniversario del bombardeo de Gernika aportaba una atención extra al pase del filme en el Festival de Málaga. Y eso que conocíamos el final de la película. Está en los libros de historia. Pero merecía la pena ver esa recreación del bombardeo sobre la población civil que fue el ensayo en suelo español de la II Guerra Mundial. Un clímax apoteósico y apocalíptico que, además de dramático, marca un hito en los efectos especiales de nuestro cine. Pero el director Koldo Serra nos lleva más atrás para rescatar el personaje del periodista británico que contó la masacre. Convertido aquí en un cínico y acabado corresponsal norteamericano que se convierte en el centro de un drama romántico en el que reside el mayor reparo del filme: la falta de química de la censora republicana María Valverde y del plumilla James DArcy, que lidian con unos personajes demasiado (arque)típicos. Y sin ellos, el filme pierde emoción.
Por fortuna, la película no desaprovecha el recuerdo picassiano del Guernica y diversifica la trama en una historia muy coral que apadrina a una generación de actores en la que el inglés ya no es una barrera: Ingrid García Jonsson, Barbara Goenaga, Julián Villagrán, Álex García... Periodistas y reporteros en esta guerra de Koldo Serra que, desde el guión, (re)trata con coherencia y honestidad que la guerra tiene verdugos y víctimas en ambas trincheras. Mención especial merecen los productores malagueños José Alba y Carlos Clavijo este último también guionista por este lujosa proyecto que demuestra que el cine español puede abordar ambiciosas recreaciones (anti)bélicas o historicas con brillantez y sin complejos. Y nos enseña además que la censura y el control gubernamental de la prensa en las guerras actuales tiene una larga y triste tradición.
Ante el aparataje de Gernika, Alba Gónzalez de Molina nos deparó otra de las apuestas del festival con Julie. Una cinta independiente y pequeña sobre una joven francesa que huye de su sombra y rompe con su vida. Una angustia que le llevará hasta una aldea tipo comuna, en la que busca protegerse de ese yo del que escapa. Un ecocine con una mirada diferente, joven y cargada de motivaciones, pero también algo bisoño y sin rumbo. Con escenas que atrapan y otras que te expulsan de la trama. Viendo la aflicción de la francesa Julie (un hallazgo el de la actriz Marine Discazeaux) me acordaba del cine galo. Y de la nouvelle vague. Y de Gene Hackman cuando veía la hierba crecer en la gran pantalla.
Muerte por alarde, por Alberto Gómez
Julie * Gernika *
En su poemario La herida en la lengua, Chantal Maillard escribe: «El dolor siempre acude en singular». Por eso, porque las multitudes impactan pero el detalle destroza, el mundo se estremece ante la imagen de un niño muerto sobre la arena pero olvida las cifras globales que reflejan el drama de los refugiados. Hay nombres, hay rostros detrás de cada dato que indigna, que cabrea pero no sacude con la contundencia del singular. También el cine resulta más efectivo, si se trata de conmover, cuanto más estrecha su cerco. Gernika, presentada ayer como la joya de esta corona sin rey de la sección oficial del Festival de Málaga, narra el romance fraguado durante la Guerra Civil entre un periodista estadounidense y una censora del bando republicano. Koldo Serra levanta una historia sólida, bien contada, bajo el respaldo de una producción titánica; un perfecto ejercicio de estilo que, y aquí viene el problema, deja una sensación de frialdad imperdonable para una cinta que parte del episodio más cruel (la primera vez que la masacre de la población civil adquirió condición de objetivo) de la contienda española.
Cada plano aspira a ser épico, a evidenciar el despliegue de sus virtudes tecnológicas y, en menor medida, artísticas que, aunque existentes, acaban desvanecidas entre tanto alarde. Una película sobre aquel infame bombardeo debería encoger estómago y corazón, pero Gernika queda reducida a una simplona aunque espectacular en su puesta en escena versión española de Titanic o Pearl Harbor. ¿Habría que felicitarse por el hecho de que nuestra industria se lance a este tipo de producciones? Probablemente sí. ¿Habría que aplaudir la película simplemente por eso? Rotundamente no. La historia central, protagonizada por María Valverde y James DArcy, parece precocinada, apenas ofrece dos o tres secuencias para que el espectador conecte con los personajes. Para que el dolor acuda en singular. Más resolutivo se muestra Serra a la hora de contar cómo se informó sobre la guerra, de retratar a periodistas y fotógrafos marcados por lo que vieron, por lo que saben que verán. Entre tanto alarde se echa de menos un guión más elaborado, que bucee en la complejidad de sus protagonistas y no conciba cada plano con la intención de que sea esculpido en mármol. Quizá un toque menos hollywoodiano habría levantado el filme, que cojea durante todo el metraje, por cierto trufado de una exagerada banda sonora que llega a resultar incómoda.
Julie, el otro largometraje proyectado ayer en la sección oficial, peca justo de lo contrario. La austeridad con la que Alba González de Molina, su directora, pretende plasmar que otra vida es posible (ya saben: partos naturales, medicina y educación alternativas, gestión asamblearia, poliamor) resulta tan forzada que chirría. Si Gernika yerra el tiro por exceso de potencia, Julie lo hace por quedarse corta. Financiada mediante micromecenazgos, la cinta deja algunos momentos de hermosa lucidez y descubre el rostro hipnotizante de Marine Discazeaux, pero naufraga entre tanto intimismo impostado. Ya en la parte final, las aspiraciones de González de Molina tropiezan con una incomprensible trama melodramática que rompe el tono de la historia.
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