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‘Toro’ resulta demoledora como espejo de esa España agonizante y su concurrida galería de personajes corruptos, pero Maíllo despacha enseguida las secuencias más virtuosas de esta cinta

Alberto Gómez

Sábado, 23 de abril 2016, 01:57

Si bastara la pasión para dar «a la caza alcance», como en el poema de San Juan de la Cruz que Estrella Morente interpreta de forma magistral al comienzo de la película, Toro materializaría holgadamente sus ambiciones. Por desgracia, en el cine, como en la vida, casi nunca resulta suficiente con las ganas. Kike Maíllo descorchó ayer con dignidad y esto ya es más de lo que puede decirse de algunas ediciones anteriores la sección oficial del Festival de Málaga con un largometraje fuera de concurso que oscila entre el thriller y el western, una historia sobre redenciones frustradas por la lealtad familiar y sus laberintos emocionales. Dos hermanos interpretados con coraje por Mario Casas y Luis Tosar huyen de un perista y emprenden un agitado viaje por la Costa del Sol, un escenario retratado aquí en su paradoja más cruel, liderando todos los indicadores turísticos y a su vez ahogándose bajo el hormigón de edificios anclados en la estética rancia del tardofranquismo.

Toro resulta demoledora como espejo de esa España agonizante y su concurrida galería de personajes corruptos, pero Maíllo despacha enseguida las secuencias más virtuosas de esta cinta, rodada a caballo entre Andalucía, Cataluña y Galicia, en medio de escenarios áridos que dejan con ganas de planos más amplios, de que la cámara se recree en el salvajismo de las localizaciones escogidas. Los cerca de cien minutos de metraje incluyen las dosis necesarias de persecuciones, peleas y sangre para aprobar como entretenido cine de acción, pero tanto su director como sus actores han dado sobradas muestras en el pasado de ser capaces de construir algo mucho más sólido que un vistoso ejercicio de estilo tan correcto como previsible.

José Sacristán, descomunal como villano, a la altura interpretativa de la que ya dotó a su papel en la inquietante Magical girl, ha lamentado la eliminación de algunas escenas que buceaban en las carencias afectivas de su personaje. Quizá no hubieran estado de más si tenemos en cuenta que uno de los principales lastres de Toro es el trazo demasiado grueso a la hora de dibujar a sus protagonistas, los reiterados tropiezos del guión en lugares comunes. La película transpira energía, se apoya en una excelente banda sonora y por momentos funciona como postal de la Andalucía más hortera y mítica, una explosión de pasión reducida tras la salida del cine a poco más que cenizas.

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