![Feria de Málaga 2022: Una Málaga gitana se rinde a los pies de Antonio Carmona](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202208/17/media/cortadas/carmonauno-ksvB-RhEDIT15rS0RGlQQ8LF3ewM-1248x770@Diario%20Sur.jpeg)
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
IRENE ORTIZ
Miércoles, 17 de agosto 2022, 08:06
Como un niño pequeño en sus inicios, jugando a perderse entre las miradas del público, danzando y «viviendo la vida igual que si fuera un sueño», Antonio Carmona devoraba el escenario con su música más rumbera y flamenca. No había quien le quitase la sonrisa ... de la cara ni le robase la energía del cuerpo, pues esa noche venía con ganas de hacer bailar a una Málaga que se moría de ganas de verlo cantar.
Eran las 22.00 cuando el escenario comenzaba a pintarse de trajes flamencos de diferentes decorados. Entre taconeos y palmas, un grupo de 22 bailarines entraban y salían del escenario en diferentes pases. Con algún que otro «olé» y aplausos inmensos, daban paso a la primera invitada de la noche, una artista malagueña de pelos afro.
Noticia Relacionada
Encarni Navarro supo hacerse con el auditorio. Buscando ese novio que sea «apañao» y que esté «bien colocao» consiguió levantar al público animándolo a bailar unas sevillanas y colocándoles una carcajada en la boca. Una letra jocosa que hacía danzar hasta a los focos de luz que acompañaban la escena. Y con un par de coplas, una rumba «muy bonita dedicada a esa mujer que queremos a rabiar» y un villancico, Encarni Navarro y su grupo de músicos consiguieron dejar el corazón de su público contento con ganas de más, que se saciarían minutos después con la voz y sonrisa de Antonio Carmona.
El Auditorio Municipal Cortijo de Torres estaba repleto. ¿Y cómo no iba a estarlo? Málaga sabía a lo que venía: a mover el esqueleto y a pasarlo en grande. Con chaqueta gris y pantalones de traje del mismo color, el cantante hacía una aparición «venenosa» muriendo en «los labios rojos» que se dibujaban en las butacas blancas de la pista. Y con un fuerte aplauso, desde el principio, el público le hizo saber que estaba muy contento de tenerlo cerca.
A Antonio Carmona «le encanta la melodía que sale de su guitarra» y al público le encantan sus canciones. La mejor combinación para una noche de calor y cielo despejado, porque se suman componentes para animarse a bailar. Arropado por una Málaga hambrienta, «se dejaba llevar» al compás de unos acordes de guitarra que fluían al tacto de unos dedos escurridizos entre las cuerdas. Y recordando a su compañero Alejandro Sanz, junto con una luz violeta atenuada y una voz melancólica que encogía el pecho, pedía al público que no «perdieran la esperanza porque llegará».
Compartiendo escenario, vestida de negro y con un toque de color rojo en su cabello rubio, Marina Carmona, su hija, cantaba junto a él. Con una luna llena iluminándolos desde atrás, viajaban juntos por encima de las nubes entregándose mutuamente sus corazones y diciéndose «te quiero a morir» ante las miradas endulzadas del público.
Y de repente, cuatro manos tocan una caja de música en medio del espectáculo. Invitando a los aficionados a acompañarle en ese juego de palmas, Carmona pedía a los técnicos que subieran la luz para poder verles las caras. Y también las sonrisas. Y juntos cantaban ese «Me maten». Sin llegar a morir, aunque quizás sí de amor, encadenaba con «Miénteme» que conseguía levantar a los espectadores de sus asientos y se animaban a bailar unas sevillanas junto a él.
Palmas. Más bailes. Vítores. Nuevos fanáticos se animaban al show. Abanicos arriba y vuelos de vestidos al viento. Como la voz de Carmona que se condensaba en el aire. Desmelenado con sus pases de baile, sus movimientos de cadera y sus zapateos en el suelo, el cantante gitano en cuestión de segundo se encontró con un público completamente rendido a sus pies. Casi podían tocarle con las manos. Se acercaban más al escenario para sentirlo cerquita. Como a él le gustaba sentir a su gente. Compartiendo su micrófono con sus coros malagueños que cantaban al unísono ese «Problema» de Ketama, devolvían la luz a esa «sombra que había perdido el alma».
Los años parecían no pesarle. Con una «sangre nueva, indestructible» que corría por sus venas, compartía su energía y buenas vibras haciendo cómplice a su Málaga gitana de su locura. El público pedía que se quedara un ratito más. Pidieron otra. Y reapareciendo de entre el telón negro les concedió dos últimos temas. Y es que, ¿cómo no iban a querer más? Después de estar «tan a gustito» de la mano del flamenco granaíno, ¿quién iba a tener ganas de que acabara el concierto para irse a dormir?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.