Hay gestos que conducen a la diversión en esta feria y el centro fue este lunes un mosaico de ejemplos. Escuchar a Encarni Navarro animar con su buen hacer a una multitud que a las una de la tarde ya llenaba la Plaza de la ... Constitución en este lunes, víspera de festivo, es todo un ejemplo de lo que fue la jornada de ayer: una continuación prolongada de los días anteriores, sin apenas señales de cansancio por lo que ya va de feria.
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Una hora antes, el reloj marcaba las doce de la tarde, la calle Larios ya estaba atestada de personas y recorrerla exigía una buena dosis de paciencia. La acumulación de puestos que venden desde pipas hasta «guitarras flamencas españolas para aprender» no facilita, precisamente, el tránsito.
Es la portada de la feria un buen punto para medir la multiculturalidad que define la fiesta en este escenario, que compagina con el real. Muchos visitantes extranjeros mezclados con turistas españoles procedentes de todos los puntos de la geografía patria. Es curioso ver la extrañeza que despiertan en los de fuera las pandas de verdiales cada vez que arrancan. En esta estampa aún sobrevive la Málaga de sus tradiciones frente a la modernización de las ciudades que hace que todas se parezcan cada vez más.
María, Inés y Paula, amigas que viven todas en Teatinos, aguardaban a la entrada de la caseta de San Miguel con una botella de Cartojal. «Es la primera vez que venimos al centro. El sábado estuvimos en el real, que a mí ahora me gusta más», dijo la primera. Pero peregrinar al centro, al menos una vez, formaría parte de las viejas costumbres que ninguna de las tres querría perder. Ahora que parece que los malagueños le han dado un poco la espalda al centro, sigue habiendo aún muchos que van al rescate.
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No era este grupo de amigas el único con pedigrí local. Alberto y Juan, dos jóvenes de El Palo, que trabajan en una asesoría, aprovecharon el «minipuente» que están teniendo para una primera incursión en lo que va de feria. Hace un año ya bajaron el lunes de feria, que para el malagueño es como un viernes, y les gustó el ambiente que se ofrecía. «Llena, por favor», espetó Alberto a su compañero mientras que ambos atendían a este periódico.
Buscar un sitio en una terraza para acoplarse y tomar un refrigerio siguió estando muy complicado. A falta de que se den números concretos la semana que viene, el sentido común del que ha vivido unas cuantas ferias se atreve a vaticinar que están siendo días de oro para la hostelería. El modelo de música en directo en las cuatro plazas (Constitución, Obispo, San Pedro Alcántara y Flores), que sirve, a su vez, para minimizar el botellón, está teniendo una buena acogida por el sector. Así, al menos, lo insinuó en una primera y tímida valoración a SUR el presidente de Mahos, Javier Frutos.
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Las horas avanzaban y un paseo por la calle Granada en dirección a la Plaza del Obispo revelaba que había buen ambiente, aunque no con las apreturas vistas el sábado, que fue el primer día de parranda. Las pérgolas que cruzan la Plaza de la Constitución y hacen sombra se echan de menos en esta ubicación.
En general, está siendo una feria en la que es imposible una sensación térmica más engañosa. El termómetro marca 28 grados, pero la elevada humedad estaba afectado a más de uno. Salir de casa sin abanico es estos días un pecado capital. Los ventiladores electrónicos que está regalando San Miguel en su caseta son uno de los grandes objetos de deseo de esta feria. Algunos descamisados hacían acto de presencia puntual.
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El que no está en Plaza de la Constitución, donde por la tarde actuó Silverio Soto, parece estar en la la del Obispo, donde Mr. Propper levantaron otra vez los ánimos con un rock de esos que no se hacen empalagosos. Eran las cinco de la tarde y una despedida de solteros, con el novio vestido de plátano, seguía profetizando en la ingesta de alcohol. «Porque no sabe dónde se mete», justificó uno de ellos. Mejor no seguir imaginando al mismo plátano cuatro o cinco horas más tarde.
El bajonazo de la música apagada a las seis todavía es muy sentido por la mayoría. Hay dos opciones: seguir la fiesta en el centro o en el real. Los autobuses lanzadera acumularon de nuevo largas colas para el desplazamiento a los terrenos de Cortijo de Torres. Algún conato de botellón hubo, pero los agentes de la Policía Nacional no tardaban en extinguirlo. Al menos, a algunos. Las mesas de los bares y restaurantes, a eso de las ocho de la tarde, empezaron a llenarse otra vez. O, más bien, nunca dejaron de estar llenas. Hoy, martes, festivo y un poco más cerca de alcanzar la mitad del puerto.
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