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Último día de feria en el centro. Últimas horas para poder disfrutar. Y muchas ganas de hacerlo por parte de turistas y locales, mayores, jóvenes ... y también niños. La calle Larios estaba bastante llena desde primera hora -si aceptamos que las once de la mañana en tiempos de feria y además en festivo son primera hora-. Aunque el paisaje va cambiando muy rápido y los jóvenes van desplazando poco a poco a los mayores, las despedidas de solteros van acaparando espacio, así como los grupos de amigas de todas las edades vestidas de gitanas.
Pero, de momento, a esas once de la mañana había muchos señores mayores que habían llegado desde sus barrios caminando -el ejercicio que les apasiona- para sentarse un rato en algún banco de esta popular calle comercial, ver el paisanaje feriado y volverse a casa haciendo parada en algún lugar para tomar algo, o no, según les apetezca. Es el caso de Antonio Lorenzo. Antes iba al real, pero se quedó viudo y ahora su contacto con la feria es exclusivamente con el centro y estas últimas horas las consume en este día festivo en la capital. Está un poco melancólico, pero quiere contagiarse de la alegría circundante.
Es fiesta local, pero muchos comercios del centro están abiertos. Algunos incluso anuncian rebajas con motivo de la feria. Y su actividad se mezcla con la de los puestecillos ambulantes de la propia feria que también apuran los últimos coletazos de los diez días de celebraciones para dar un empujón a un negocio que estaba flaqueando desde el anterior festivo, desde el día 15. Eso dicen los hermanos Rosa, que trabajan en sendos puestos de Larios y la Plaza de la Constitución y que venden flores para prender en el pelo por tres euros y abanicos por cinco, quejándose de los otros vendedores ambulantes, los que van recorriendo las calles con su mercancía y también de la estricta práctica municipal de apagar la música y retirar a la gente demasiado temprano.
Otro señor jubilado, Francisco Moreno también está sentado en un banco en Larios al filo del mediodía. Espera dos cosas: a su familia y que abra la caseta San Miguel para ir a refrescarse, que hace bastante calor, aunque parece que algo menos de lo que se temía. Pepi López, que va acompañada de su cuidadora rusa, tampoco se pierde un día de pasearse por la calle Larios con su flor prendida del pelo: todas las jornadas de la feria se da un voltio por el centro desde temprano y hasta la hora de comer: la copita de cartojal prefiere tomársela en casa y luego ve los toros en la tele. Hoy no va a ser menos. Se va a despedir de la feria por todo lo alto. Los mayores también tienen ganas de fiesta, de participar en ella o de ser sus testigos privilegiados hasta última hora.
El paseo por Larios y por todo el centro es un constante toparse con grupos de turistas nacionales y extranjeros con su correspondiente guía que cuenta los secretos de la ciudad. Y con cruceristas que también van a darlo todo este sábado en la ciudad, aunque llegan un poco despistados y luego se sorprenden al encontrarse con una ciudad en plena celebración. Es el caso de Verónica y Armando, mexicanos que embarcaron en Lisboa y llevan apenas horas en Málaga tras recalar en Cádiz. Martina y sus amigos, italianos de Milán, llevan unos pocos días en la ciudad, ya han vivido la feria estos jornadas atrás y la van a explotar hasta el final con visita al real y todo por la tarde.
Ana Ferrer y Gerardo Angulo viven en Burgos aunque tienen casa en Málaga porque ella es de origen malaguita. En lugar de ir a la playa este sábado y refrescarse en el mar, han decidido venirse hoy al centro a pasar la mañana, ver la decoración, disfrutar de la música y comer algo. «Como es el último día, hemos decidido venirnos», comenta Ana Ferrer, que prevé que conforme pase el día vayan animándose las calles -por donde están, las inmediaciones del museo Picasso, aún no ha llegado la marabunta fiestera-. Ana no se ha vestido de faralaes por el calor y porque va solo con su marido. Cuando hace planes con amigos y éstos se animan sí opta por el atuendo tradicional. Hay cosas que sólo se pueden hacer en conjunto. O sólo son divertidas en compañía.
Las calles, efectivamente, se van llenando ya al filo de las dos de la tarde, por ejemplo, con personas como las amigas zaragozanas de quienes la dicharachera Eugenia Civeira ejerce de portavoz. Ellas ya habían decidido contenerse esta última semana y reservar fuerzas para el último día, para explotarlo al máximo, haciendo un poco de turismo a primera hora y pasar su tardeo por Larios y alrededores. Su objetivo, además de pasarlo en grande estas horas que restan para que acabe la feria, es acumular recuerdos para esta semana que entra en que volverán a su realidad en Aragón. Discuten si habrá terral, si hoy tocará calor más húmedo… Pase lo que pase, ellas de su abanico no se separan y lo agitan con brío.
Gerardo Martínez, un chico que está con sus amigos a punto de disfrutar un concierto en la plaza de las Flores, no ha guardado tantas fuerzas y dice que es el cuarto día que sale en esta feria. Por eso, dice, anímicamente está contento, pero económicamente está mal, porque ha gastado entre 50 y 60 euros por día. Pero su objetivo es dejarse la piel también en este último día y llegar a cerrar la noche en el real.
Ya en plena fiesta, con caña en mano, se encuentra un grupo multicultural en la plaza de la Constitución disfrutando de la música de Carlos Bravo. Proceden de Bilbao, de Hungría, de Alicante… «Llegamos ayer y hoy va a ser duro», ironiza Enrique Alcántara, que anticipa un día de fiesta para consumir hasta la última gota de disfrute que ofrece la feria. De momento, los amigos se están tomando la última cerveza en el centro antes de comer y antes de partir hacia el real.
Carmen Martín y sus amigas, todas señoras vestidas de punta en blanco y de flamencas, también exprimen la feria: «El año que viene no sabemos si vamos a estar aquí», exclaman. Van a comer y luego a cantar y a bailar hasta las siete de la tarde, cuando se retirarán para casa prácticamente coincidiendo con el fin de la feria en el centro. Adrián Garrido y sus amigos, todos de Madrid, están dispuestos a ver amanecer mañana o a celebrar «hasta el lunes si hace falta». Lo único malo, dice Garrido, es que con este calor, «conforme bebes el cartojal lo estás sudando». El mismo espíritu comparten Cristina Antonio y sus amigas en su despedida de soltera que ha escogido Málaga para celebrarse: no tienen planes de irse a dormir hoy. Ya descansarán cuando regresen a su pueblo vallisoletano. Y digerirán el cartojal combinado con agua que están ingirendo. A Javier Torres y Constanza Vargas, también de Madrid, les coincide su último día en la provincia con el último día de la feria. Feliz casualidad. Bailarán en la plaza de la Constitución hasta que tengan que coger su vuelo de vuelta.
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