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El ambiente de fiesta afloja el bolsillo. Se gasta con más alegría. Pero el destino de los euros, en lugar de ser el bar del ... barrio, puede ser la caseta del real de la feria en la que se ha quedado con los amigos para pasar la tarde, la noche o hasta la madrugada. Así que el café de debajo de casa, el restaurante que está a la vuelta de la esquina o la heladería en la que tomar un cucurucho o una tarrina a media tarde o después de cenar pueden sufrir una caída de clientes y de la facturación durante estos días.
Cruz del Humilladero es uno de los barrios con mayor densidad de población de toda la capital. Sus calles y plazuelas están salpicadas de un sinfín de establecimientos de hostelería que en muchos casos esta semana también se engalanan con farolillos y banderolas, creando ambiente de fiesta. Y cada uno sobrelleva como puede esta semana larga de feria.
Ana Pérez atiende a la única clienta que tiene pasadas las ocho de la tarde de este miércoles en la heladería Capricho. «Otro día a estas horas estaría el local lleno. A partir de las seis o las siete de la tarde, se suele animar mucho. Pero desde el viernes, con los fuegos, está vacío. Ahora la que nos viene es la gente mayor, que es la que no se va al real. Además, como las tiendas estos días abren solo por la mañana, pues por la tarde hay menos ambiente en el barrio. Quizás, algún día sí se nota que llegan vecinos que han estado en la feria del centro y después se pasan a tomar un helado aquí antes de irse a casa», explica Ana Pérez.
La que parece que no decae nunca es la terraza de uno de los bares más populares del barrio, Cañamero, en la transitada calle de la Unión: «Aquí estamos trabajando como siempre», afirma uno de los atareados camareros, que acude raudo a atender una mesa en la que hay una señora con una flor en el pelo, síntoma de que viene o del centro o del real. Y una de las claves de que esté lleno la dan en otro bar, en Los Villares, también con una nutrida terraza: «Como nosotros no cerramos y tenemos el horario normal, absorbemos clientela de los bares que sí cierran por la feria».
Álvaro González, de la hamburguesería Zappa, dice que la ocupación de su establecimiento va a ratos: «Hay veces que parece que todo el mundo está en la feria y hay veces que la terraza se llena». Francis Astorga, nuevo propietario pero trabajador durante años del famoso burger especializado en camperos Betty Boop, ubicado en una placita entre los enormes bloques de pisos con ropa de trabajo característicos del barrio, comenta que es posible que los picos de clientela que tiene por la tarde se deban a que sus precios son más populares que los que se estilan en la feria y que el barrio está a poco más de quince minutos andando del real. La gente, antes de internarse en las casetas, acumula fuerzas en el barrio. Y es algo similar a lo que sucede en la taberna Alaska: Abel Ramos, camarero de este establecimiento, afirma que la afluencia a su local y a su terraza ha subido a mediodía respecto a otras fechas: «La gente pasa por aquí antes de ir al real». Defiende que la relación calidad-precio en el barrio es mejor que en la feria: «Como pongamos nosotros una caseta en el real, lo rompemos», ironiza.
La cafetería Aroma, también en la calle de la Unión, mientras tanto, ha decidido que durante esta semana adelanta su hora de cierre a las seis de la tarde. Como también es panadería y espera un pedido, quien lo regenta está ahí con un par de amigos tomando algo, con la persiana a medio echar. «Las ventas se hacen hasta las cinco de la tarde, después hay menos negocio. Hemos detectado que ahora que los precios han subido tanto en la feria, la gente se toma algo por los barrios antes de irse al real: se aprovecha de los precios populares de este tipo de zonas y luego se va a la feria y allí se se toma una o a lo sumo dos copas y ya», explican. Aunque otra de las razones por las que esta cafetería cierra temprano reside en que así los trabajadores pueden disfrutar de la feria.
«En los bares de barrio baja el negocio», dice Maqui, dueña del bar del mismo nombre. «Hay algunos que cierran. En realidad, ahora es cuando menos se vende. Yo cierro un par de horas antes de lo normal», añade. Mientras tanto, Alicia Alamillos, del Burger Ali, dice que a lo que son sensibles es al tirón que tengan los conciertos: «Si traen a algún artista bueno, se nota que se va media Málaga a verlo y entonces sé que voy a tener una mala tarde-noche. La gente durante la feria está más en la calle, tiene más tendencia a consumir, pero si hay buenos conciertos, entonces nosotros no le sacamos partido a esa mayor alegría. Pasa lo mismo cuando hay fútbol, cuando juega el Málaga, sobre todo».
Hasta uno de los establecimientos siempre más concurridos del barrio, Alaska, se resiente durante la feria, aunque sólo para las cenas -a mediodía gana parroquia- y hay que poner las cosas en contexto, como lo hace Abel Ramos: «Ahora, por la noche, en lugar de tener treinta mesas esperando, tenemos diez, pero seguimos estando llenos».
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