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Paco de la Torre lo ha vuelto a hacer a sus 80 años. Ha ganado con mayoría absoluta las elecciones y si Dios no lo remedia, como dice el propio alcalde, estará cuatro años más en el sillón de la Casona del Parque. El popular es un claro ejemplo de un hombre que ha triunfado en la madurez, pues se reenganchó a la política de la mano de Celia Villalobos en el año 94, cuando ya tenía 51 años, pese a que fue muy precoz en política, pues fue presidente de la Diputación con 32 años en la época de la Dictadura. Después pasó una larga travesía en el desierto, debido a que su aventura en partidos centristas no dio el resultado esperado, sobre todo cuando se embarcó en la operación reformista de Roca. Sin embargo, en los últimos 23 años está disfrutando de un éxito sin precedentes en el conjunto del país. Pocos alcaldes hay de grandes capitales de provincia con su edad, con su bagaje y con su conexión con sus vecinos. De la Torre nació en Málaga el 21 de diciembre de 1942 en la capital, estudió de niño en el colegio El Monte y después en Los Maristas. Se fue a Madrid cuando ya era huérfano de padre (falleció a los 57 años) becado por una institución de la Iglesia. Se hizo ingeniero como su progenitor, aunque en la modalidad de agrónomos, y posteriormente estudió Sociología, quizá por ello tenga tantas herramientas para conocer a la sociedad malagueña. Tiene siete hermanos. Conoció a su mujer en el año 70 de la mano de unas primas. Tras un año de noviazgo (él mismo dice que ya eran talluditos), se casó con Rosa Francia, catedrática de Latín, a la que no sabemos si le recitaba el rosa rosae para conquistarla. Su esposa ya ha tirado la toalla tras decir públicamente en innumerables ocasiones que quiere que deje la política para dedicarse a su familia. Tiene tres hijos y una hija, que le han dado siete nietos al abuelo Paco. Es un hombre familiar, pero a nadie se le escapa que De la Torre también está casado con el Ayuntamiento de Málaga. Es una de sus grandes pasiones y quizá también sea uno de sus fuertes, pues la mayoría de los ciudadanos sabe que ama a Málaga por encima de todas las cosas. Ese es su primer mandamiento. Sus oponentes le reconocen que es un martillo pilón, vamos, que se pone muy pesado a la hora de defender los intereses de la capital. Se le critica que no es un hombre que se fíe de sus propios compañeros, de ahí que después de 23 años no ha señalado a ninguno como a su heredero. Ejerce el poder de una manera muy personalista. Le gusta mucho el deporte, pero es una leyenda urbana que vaya a nadar todos los días al Club Mediterráneo. No porque no quiera, sino porque sus atribuciones se lo impiden. Parece tener el don de la ubicuidad, porque va a cientos de actos a lo largo del año en la ciudad y fuera de la misma, porque cada vez participa en más foros internacionales, quizá sea porque ha empezado a dominar el inglés, que era una de sus asignaturas pendientes (congrats!). Esa presencia en todos los rincones de la ciudad cansa a sus propios concejales, incapaces de seguir ese ritmo frenético, aunque el alcalde sabe que esa es una de las grandes causas de su éxito. De la Torre es ante todo un gran currante. Se jacta de trabajar 300 horas al mes, lo que según él sale a 12 euros la hora, debido a que cobra 3.800 euros al mes, sin contar las dos pagas extraordinarias. Con esas cuentas no parece que sea un alcalde que le salga caro a la ciudadanía, que ha vuelto a darle las riendas para que Málaga siga el modelo que De la Torre ha diseñado para la misma. Quizá por eso al candidato popular se le siga conociendo en la capital no por su nombre o el apellido, sino simplemente como el alcalde… Sus seguidores sólo tienen un deseo para que siga en la brecha: God save the mayor!
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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