Manuel Barón, el coleccionista de mayorías absolutas

En el despacho de Manuel Jesús Barón Ríos (Antequera, 1963) cuelga un lienzo de Cristóbal Toral que retrata al Efebo de Antequera y la Alcazaba. En el cristal de su mesa, llama la atención una foto del Cristo de la Salud y de las Aguas. A escasos metros, una puerta lleva a una sala de trabajo que también se utiliza para las recepciones institucionales. En este espacio recibe un lienzo de la Madre Carmen (beata de Antequera) y otro que muestra a la Virgen de los Remedios, que es la patrona. Todos estos elementos tienen algo en común y emiten una clara señal: Antequera por encima de todo.

«Antequera por encima de todo», aseguran los que trabajan a diario con él, también sería la principal motivación que alimenta la carrera política de Manolo Barón, que acaba de cosechar su cuarta mayoría absoluta y que, ahora, inicia su cuarto mandato al frente del Ayuntamiento de Antequera. Un municipio de 42.000 habitantes que siempre ha destacado por algunas particularidades. Y no solo por su situación geográfica, que le brinda una conexión privilegiada con tres capitales de provincia (Málaga, Sevilla y Granada). Que haya sido durante mucho tiempo un gran feudo del PSOE no hace más que dar contenido a la carrera política de Barón, que se escribe como una historia de éxito.

Barón, 59 años, el mayor de cinco hermanos, podría ser lo más parecido a un regente perfecto para el PP. Es como un sueño diurno para los populares malagueños que nunca llega a su fin. Si Barón se presenta a unas elecciones, el Ayuntamiento de Antequera permanece azul. Mayoría absoluta tras mayoría absoluta. Desde 2011, cuando fue elegido como alcalde por primera vez.

Pero no fue entonces cuando comenzó la carrera política de Barón. Fue unos años antes. Sabe lo que es fajarse desde abajo y también conoce los sinsabores que nutren a la bancada de la oposición. Lo hizo al lado de Ana Corredera, que fue quien apostó por él como número dos, cuando, tras el enésimo fracaso electoral, recibió el encargo de Joaquín Ramírez para darle la vuelta al PP de Antequera como a un calcetín.

Barón, «un militante de toda la vida», era una cara conocida en Antequera, muy ligada a la Semana Santa. Fue el presidente de la Agrupación de Cofradías y participaba de manera activa en la vida social del municipio. Corredera, consciente de que no todos los perfiles valen en un una ciudad que tiene fama de ser «muy tradicional», demostró tino en la elección.

Cuando Corredera decidió centrarse en la política autonómica, el foco recayó sobre él. Primero como portavoz del PP de Antequera y luego como candidato a alcalde, en 2011.

Este licenciado en Magisterio, que había trabajado como director de colegio en Cartaojal (pedanía de Antequera), aterriza así con un resultado triunfal en el Ayuntamiento y comienza un proyecto político de continuidad.

La relación entre Antequera y Barón como alcalde es de largo aliento. Libre de escándalos y, a juzgar por el resultado en las urnas, sin señales de desgaste. «Seguirá dejándose el alma por Antequera. Por encima de cualquier otra cosa, por encima de su propio partido si hiciera falta. No sabe hacer otra cosa», comenta una persona de su entorno.

Hay cosas difíciles de negar. Una de ellas es la prosperidad que Antequera ha alcanzado en los últimos años. Una apuesta decidida por atraer inversión industrial para aprovechar su buena ubicación ha dado sus frutos. Antequera reúne virtudes geográficas. Barón ha sabido explotarlas. Llegaron empresas como Lumón, Ikea o el desarrollo del Puerto Seco. «El primer mandato estuvo marcado por eliminar la deuda y sacar al Ayuntamiento de la bancarrota, el segundo por dar a conocer Antequera, lo que se logró gracias a Los Dólmenes y el tercero por atraer industria», resume un colaborador muy estrecho.

¿Qué depara este cuarto mandato? «Atraer inversores a nivel residencial», es la respuesta que se ofrece. Lograr que los trabajadores que han encontrado empleo en Antequera o lo van a encontrar no sean solo de ida y vuelta. Barón quiere facilitar suelo municipal a cambio de que se construyan viviendas asequibles. De aquí a diez años, esa es ahora su mayor visión, quiere que Antequera alcance los 50.000 habitantes.

Otro rasgo de Barón es su cercanía. Presume de poder saludar a casi cada antequerano con su nombre. En tiempos en los que los gurús de la comunicación política inventan cada día una nueva voltereta y venden humo, viene bien recordar que son pequeños gestos como el mencionado los que permanecen en la memoria del ciudadano. Barón es una persona tolerante y a la vez tradicional. Alguien que se maneja muy bien en las distancias cortas y que, si quiere, puede ser también un poco rebelde.

Si hace falta contra su propio partido, también. Ajeno y con cierto repelús hacia los bailes orgánicos, su nombre sonó durante un tiempo como posible relevo de Elías Bendodo en al frente de la Diputación. Siempre le tiró más la idea de dedicarse en cuerpo y alma a Antequera, perjuran los suyos.

Cuando se pregunta por las aficiones de Barón al margen de la política, se obtienen respuestas. Lo que no se percibe es que tenga mucho tiempo para ejercerlas. «Le relaja cocinar. Sus paellas tienen bastante fama». El deporte, al menos de momento, se limita a una hora de bicicleta estática antes de salir de casa por las mañanas. Barón, padre de dos hijos , se considera un madrugador nato.

Como los momentos más difíciles desde que es alcalde, Balón señala las primeras dos semanas de la pandemia. «Era una situación de mucha incertidumbre, en la que no disponíamos de toda la información que se requería para saber si mis vecinos estaban bien o no», expresa a SUR. Contrasta la lacra del covid-19 uno de los recuerdos más gratificantes. «Cuando declararon a los Dólmenes como Patrimonio Mundial de la UNESCO en Estambul».

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