LA campaña llega al 'sprint' final con las habituales llamadas de todos los candidatos a la movilización para que nadie se quede en casa, sobre todo aquel o aquella que vaya a votarle y en un tris le dé pereza y no acuda a la ... cita con las urnas. Todos coinciden en que una participación alta les favorecerá, sobre todo porque existe la confianza de que el indeciso en realidad no existe, sino más bien el votante oculto. Todos opinan que el que oculta su voto es el suyo. El CIS detectó un 26% de indecisos, pero hay que recordar que la abstención en unas autonómicas suele rondar el 30%. En las andaluzas de 2015 fue del 36,6% .

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Estas son unas elecciones extrañas en las que los candidatos no dicen que salen a ganar, sino a gobernar, a sabiendas de que el Parlamento elegido el 2D será fraccionado sin una mayoría absoluta y puede que tampoco sin una mayoría rotunda de ninguno de ellos.

Son también extrañas por el comportamiento de los líderes nacionales. Caben dudas de cuánto habrán podido ayudar Albert Rivera e Inés Arrimadas a Juan Marín, o Pablo Casado a Juanma Moreno, con sus omnipresencias. Si los resultados son buenos, si suman para gobernar, está claro que Rivera y Casado sacarán pecho. Si son malos, pedirán cabezas de turco y se lavarán las manos.

Quizás les ha salido mejor a Susana Díaz y Teresa Rodríguez sus respectivas autonomías y rivalidades con sus líderes nacionales. Díaz parece encantada con la ayuda de Pedro Sánchez desde La Moncloa, algo impensable al comienzo de la campaña, cuando ni le nombraba. Ahora Pedro por aquí y Pedro por allí en cada mitin. Quizás de esta salga un nuevo tándem. No tan bueno, seguro, como el de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, cuya sintonía es la base de sus altas expectativas este 2D. Pablo Iglesias se equivocó y ahora quiere purgar el pecado. Veremos.

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