La torrija, esa que Juan Marín convirtió en un debate en símbolo andalucista para tratar de evidenciar el falso interés de Macarena Olona por la comunidad, ha provocado una úlcera mortal en las aspiraciones electorales de Ciudadanos. De los 21 parlamentarios que obtuvo en las ... elecciones de 2018, el partido naranja se queda sin representantes y fuera del Parlamento andaluz después de ser pulmón necesario en el Ejecutivo de Juanma Moreno. Una hecatombe en toda regla que confirma que la formación que lidera Inés Arrimadas ha muerto. En la Comunidad de Madrid no logró representación. En Castilla y León salvó un diputado. Ahora, los andaluces le han quitado la respiración asistida a un partido que regaló ayer todo su patrimonio electoral al que fue su socio de gobierno.
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Más allá de la deriva nacional de los naranjas, la gestión de Juan Marín en la Vicepresidencia de la Junta de Andalucía y en la Consejería de Turismo, Regeneración, Justicia y Administración Local le ha hecho un flaco favor a Ciudadanos. El hundimiento del partido le pilló bien colocado en unas responsabilidades que ha demostrado que le interesaban poco, más allá del escaparate mediático que le brindaban para alimentar el futuro de su ajetreada carrera política: de Alianza Popular a Ciudadanos Independientes de Sanlúcar (CIS) a la plataforma naranja de Cs. Durante la legislatura, Marín ha invertido sus energías en vender su marca y ha ignorado la gestión de su equipo de cuatro consejeros: sus logros se han mimetizado con los del Gobierno de Juanma Moreno en vez de sumar puntos para la formación política que les responsabilizó de sus cargos. Además, los réditos de las consejerías naranjas los han fagocitado con éxito durante la campaña los candidatos populares.
En el ámbito interno de su partido, Marín tampoco ha sido demasiado sabio. Restó más que sumó en su pulso con Fran Hervías por las baronías. Restó más que sumó su enfrentamiento con consejeros como Rocío Ruiz o el fallecido Javier Imbroda. Y restó más que sumó en su empeño por noquear en sus propias filas cualquier competencia para unas primarias que ganó por tan solo 823 votos en medio de un puente de la Inmaculada. Muchos se fueron y otros, que quedaron, fueron purgados. Los críticos fueron dejando el partido ahuyentados por fobias irracionales y enfrentamientos personales de un líder que ha dejado ver lo peor de una formación que, en teoría, nació para impulsar la regeneración democrática.
Sin escaño, el sanluqueño tiene ahora mucho tiempo para hacer torrijas. Dice el refranero que con las cosas de comer no se juega. Entre otros riesgos, porque te atragantas.
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