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El vergel se ha acecinado. Ese que durante casi cuatro décadas abasteció a todo el país es hoy un erial. El oasis andaluz del que el PSOE se aprovisionó elección tras elección está yermo. De sopetón, inopinadamente, los socialistas andaluces se han topado con la ... tormenta perfecta y les espera una travesía del desierto de final azaroso. La sequía se teme más prolongada de lo previsto por las condiciones que rodean a una situación marcada por la acción de gobierno de Pedro Sánchez, que ha sido castigada en la figura de Juan Espadas, el candidato autonómico que peor lo ha tenido en la historia del partido, y también a partir de ayer el que menos votos obtuvo en unas autonómicas. Era la primera vez que el PSOE se presentaba a unas elecciones en Andalucía en la oposición, además, con la vitola de perdedor (pese a ser alcalde de Sevilla no era lo suficientemente conocido en toda la comunidad), las encuestas en contra y sin la seguridad de un buen resultado.
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Ignacio Lillo
La consigna era recuperar a esos 400.000 votantes que renegaron de Susana Díaz por su pulso mal medido con las bases, esas que llevaron en volandas a Pedro Sánchez a la Moncloa y dejaron a la trianera sin su poltrona en San Telmo. Fue un sopapo en toda regla, que dolió sobremanera porque se lo propiciaron los suyos. El impoluto mensaje abría el camino a la esperanza a un partido que cambió de líder, pero que quedó noqueado en 2018 y tardó en levantarse de la lona a la que le envió el PP de Juanma Moreno, que por primera vez gobernaba en Andalucía. El de ayer es un varapalo aún mayor, ya que logra tres escaños menos, por primera vez no alcanza el millón de votos, pierde unas elecciones en Sevilla por primera vez y el PP logra su primera mayoría absoluta.Hoy Juanma representa en esta tierra lo que en su día fue Felipe (González, el más carismático de los representantes políticos en general y de los socialistas en particular) y luchar contra eso es imposible. Juanma Moreno representa la moderación, es una figura como tal, alejado de siglas, incluso de las de su propio partido, y su labor en estos casi cuatro años ha sido reconocida. Si el malagueño se movió entre arenas movedizas cuando desembarcó en 2015 en Andalucía en lo que parecía un imposible, el sevillano Juan Espadas se ha quedado sin discurso porque votar a la derecha ya no es una quimera en una región que acostumbraba a abominar de esa parte del tablero político. La izquierda necesita hoy nuevos argumentos para volver a ilusionar a un electorado desencantado por las sucesivas crisis sociales y económicas. El mito se ha derribado. Por segunda vez en Andalucía, la diestra logra mayor apoyo que la siniestra, un adjetivo propio para lo que vivirá a partir de hoy el PSOE-A.
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