El decano del Colegio de Arquitectos, Francisco Sarabia, y el periodista Jesús Hinojosa abordan la preocupación suscitada por los problemas de filtraciones que padece el monumento
Una sinfonía inacabada, es así como se nos presentó la Catedral desde el cabildo catedralicio en su publicación con motivo de la reciente exposición que nuestro obispo ofreció a la ciudadanía hace muy pocas fechas. Sinfonía como analogía al 'conjunto de instrumentos que suenan acordes a la vez', recordando la etimología del término según la RAE, trayendo así al debate, y dando importancia, al conjunto de estilos arquitectónicos que han dado lugar a este majestuoso monumento, insinuando que está falto de las últimas aportaciones que cierren una obra maestra. Se defiende desde esta óptica la conveniencia de completar una obra que alcanza su valor como el conjunto armonioso y bello de una serie de acordes o elementos diferentes. Un inicio gótico, con marcados elementos renacentistas y barrocos no tienen porqué extrañar propuestas y actuaciones del siglo XXI, que completen el monumento y que, con el paso del tiempo, de mucho tiempo, pasarán a formar parte de las señas de identidad de nuestra Catedral.
Es este un enfoque sustentado en la tradicional definición de lo bello, de aquello que por la perfección de sus formas complace a la vista y al espíritu. Se nos propone pues, completar la Catedral en la búsqueda de la excelencia y la perfección de aspectos meramente formales, circunstancias ya sobrepasadas a día de hoy; ¿qué nos quedaría entonces de las enseñanzas del Romanticismo sobre la belleza de lo inacabado? No deberíamos desdeñar la imperfección, ni deberíamos restar importancia al valor de la individualidad, no todo debe ser el resultado de la homogeneidad como consecuencia de la aplicación de reglas preestablecidas ¿dónde queda la espontaneidad del sentimiento más romántico e inexplicable que da lugar a las mejores obras de arte? En el caso de la Catedral de Málaga este debate se antoja, no solo interesante, sino necesario. Sería muy triste asistir a un disputa vacía entre esas posturas inmovilistas, cobardes, que se apoyan en dejar las cosas como están, sin más argumentos, y aquellas otras que plantean completar la Catedral como una reproducción de algunas de las propuestas historicistas del pasado.
Ante las propuestas lanzadas al aire, unas más que otras deben ser consideradas como prioritarias y, sin duda alguna, las de índole técnica respecto al mantenimiento y conservación del monumento cobran especial protagonismo. A nadie escapa que deben ser atendidas y resueltas las incidencias en relación a la entrada de agua, y las actuaciones en torno a la cubierta se hacen más que necesarias. Dejando en segundo plano las recientes actuaciones de impermeabilización llevadas a cabo y que no dieron el resultado esperado, deben establecerse las condiciones necesarias para detener y resolver el deterioro progresivo del edificio. El Cabildo como propietario y las diferentes administraciones como garantes del interés colectivo tienen en sus manos esa responsabilidad.
Y ante la pregunta sobre qué hacer, qué camino elegir en la investigación sobre la mejor solución posible, la respuesta equivocada con toda seguridad es no hacer nada. Es vital iniciar de forma inmediata actuaciones en la cubierta y, entre implementar una nueva cubierta inclinada sobre lo existente o dejar las bóvedas a la vista, confiemos en los expertos que sabrán ofrecer la mejor solución técnica sin contradecir a la historia. Aunque como ciudadano sería una pena perder esa visión romántica sobre los actuales cascarones de las bóvedas que contemplamos en la visita a las cubiertas.
En cuanto a otras actuaciones como la torre sur, muchos debates deberían celebrarse antes de que podamos considerar las propuestas como maduras, pero ante todo y desde el colectivo de arquitectos al que represento, defender que seamos valientes y reivindiquemos nuestra época dejando el sello de este siglo en tan magno monumento, como hicieron otros a lo largo de los tiempos, pero esta será otra polémica que discutir.
Jesús Hinojosa
Falta de sintonía
Como otras muchas asignaturas pendientes de la ciudad, el caso de la Catedral de Málaga esta lastrado por la falta de sintonía entre las dos partes especialmente implicadas en la conservación del templo: el Obispado, a través delCabildoCatedralicio, como propietario del edificio, y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, como organismo competente para velar por todo cuánto se haga con este monumento. Para desgracia de la primera iglesia de la diócesis, la historia vuelve a repetirse. A principios de la pasada década, la administración regional impulsó la elaboración de un plan director para la Catedral de Málaga que, debido a las diferencias de criterio entre los técnicos autonómicos y los responsables diocesanos, nunca llegó a aprobarse y quedó guardado en un cajón. Quince años después, es la Iglesia local, comandada por el obispo Jesús Catalá, la que ha tomado la iniciativa de presentar ante la Consejería de Cultura una propuesta de plan director que acumula ya casi dos años en los despachos de la Junta sin que todavía haya sido ratificado, y parece que va para largo... De nuevo, las diferencias entre el Obispado y el Gobierno andaluz frenan la tramitación de un documento que resulta clave para cualquier actuación que quiera acometerse en el templo. Y cabe recordar que no estamos hablando solo de modificar su decoración o la disposición de su mobiliario, sino de atajar de una vez por todas el problema de filtraciones que padece y que, a todas luces, no quedó solucionado con el revestimiento que, a finales de la pasada década y a iniciativa especialmente de la Junta, se aplicó al exterior de las bóvedas del techo.
Las dos partes se mantienen firmes en sus tesis. Por un lado, la Iglesia sostiene que todo se soluciona acabando el templo tal y como quedó diseñado en los planos del siglo XVIII, es decir, dotándolo de un tejado a dos aguas que acabaría radicalmente con las goteras. Al mismo tiempo, defiende que se debe finalizar la sacristía que quedó trazada sobre los jardines junto al patio de losNaranjos, la balaustrada que remataría las fachadas e incluso la torre sur, entre otros elementos. Así lo ha dejado claro en la exposición que puede visitarse hasta el próximo 28 de febrero en el trascoro de la Catedral, y en el libro que la acompaña, obra de los arquitectos Juan Manuel Sánchez La Chica y Adolfo de la Torre Prieto. Jesús Catalá aprovechó el acto de presentación de esta muestra, al que por cierto no asistió representante alguno de la Junta, para exigir a la administración regional que apruebe el plan director que le remitió a finales de 2016.
Por su parte, la Consejería de Cultura ha mostrado ya sus reparos respecto a las intenciones de realizar la cubierta a dos aguas, argumentando que debe profundizarse en el funcionamiento del revestimiento que promovió para las bóvedas, y en todas aquellas actuaciones que prioricen la conservación del templo tal y como se encuentra en la actualidad. Los arquitectos diocesanos han iniciado ya los estudios necesarios para adaptar el plan director a estos criterios, pero no se ha llegado todavía a un documento de consenso que desbloquee la urgente solución que aún espera la Catedral para evitar la vergonzosa presencia de cubos en los momentos de fuertes lluvias.
Una y otra parte deben ponerse las pilas y esforzarse por alcanzar un entendimiento definitivo que sirva para resolver de una vez por todas los males que dañan al principal monumento de la ciudad. Sin entrar en comparaciones con otras catedrales andaluzas, que siempre son odiosas, se echa en falta una mayor iniciativa para salvar la Catedral, en primer lugar, de las diferencias de criterio que hasta ahora han bloqueado su eficaz reparación. Si la solución es el tejado a dos aguas, hágase; y si es otra, búsquese. El problema es que sigue sin existir acuerdo sobre cómo terminar la partitura de esta sinfonía.
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